Washington.- La pandemia, la polarización y la crisis de confianza en el Gobierno han creado un cóctel peligroso en estas elecciones en EE.UU., marcadas por desafíos que van desde la posible injerencia extranjera al potencial tanto de violencia como de espejismos en el recuento que generen dudas sobre el resultado.

Los temores a que el gran volumen de voto por correo alargue el recuento, espolee denuncias de fraude de una o las dos campañas y genere un estallido de tensión se enmarcan en un caldo de cultivo explosivo, caracterizado por un aumento de la polarización a raíz de la crisis de la covid-19 y las protestas contra el racismo.

«Estados Unidos está en un punto frágil. Estamos volviendo, desafortunadamente, a una era más temprana en nuestra democracia, una era menos marcada por la fuerza de nuestras instituciones», afirmó a Efe una experta en democracia en el centro de estudios Carnegie Endowment for International Peace, Rachel Kleinfeld.

EL RIESGO DE INTERFERENCIA EXTRANJERA

La amenaza a las elecciones que más ha destacado el Gobierno de EE.UU. es el potencial de injerencia extranjera, cuatro años después de que las principales agencias de inteligencia estadounidenses concluyeran que Rusia interfirió en los comicios de 2016 para ayudar a ganar al presidente Donald Trump, algo que Moscú niega.

Hace menos de dos semanas, el FBI anunció que Irán y Rusia habían obtenido información de votantes estadounidenses y estaban tratando de interferir en los comicios de este martes, y que los piratas informáticos iraníes habían enviado correos electrónicos amenazantes a demócratas, fingiendo ser del grupo de ultraderecha Proud Boys.

David Levine, un experto en la integridad de las elecciones vinculado a la organización German Marshall Fund, no teme que esa posible injerencia afecte al recuento: desde 2016 «se han implementado medidas de seguridad» que permitirán contar los votos «incluso si hay problemas técnicos o un ciberataque exitoso».

Lo que sí le preocupa son los posibles «esfuerzos de actores extranjeros para intentar socavar la confianza en el recuento entre el 3 de noviembre y el momento en el que se certifiquen los resultados» en cada estado, algo que puede llevar semanas.

«Como ha alertado el Gobierno, es probable que Rusia amplifique entonces las críticas al voto por correo, en un intento de socavar la confianza en el proceso electoral de EE.UU.», dijo Levine a Efe.

El principal problema, para Levine, es que «sigue habiendo muchos estadounidenses que dudan de la integridad de las elecciones, en parte debido a la desinformación y los ciberataques».

EL POTENCIAL DE VIOLENCIA

Más de la mitad -el 56 %- de los estadounidenses no cree que las elecciones vayan a llevarse a cabo de forma libre y equitativa, según una encuesta de octubre de NBC News, y esa desconfianza, sumada a la creciente falta de fe en las instituciones y los medios en EE.UU., aumenta el potencial de violencia.

«Si tenemos un periodo largo de incertidumbre sobre lo que significa el voto, podría haber violencia ciudadana. Podríamos volver al nivel de violencia que vimos a finales de los años 1960 en EE.UU., pero no a los niveles de una guerra civil, ni siquiera nada parecido a lo que hay ahora en Colombia», pronosticó Kleinfeld.

El gran volumen de votos por correo emitidos este año debido a la pandemia, y el hecho de que estados clave como Pensilvania o Michigan no puedan empezar a contarlos hasta el mismo día de las elecciones, promete retrasar el anuncio de los resultados.

Muchos expertos temen que ese factor, combinado con la preferencia de los votantes de Trump por votar el mismo día de las elecciones, favorezca un fenómeno conocido como el «espejismo rojo», llamado así por el color del Partido Republicano.

Ese escenario se produciría si Trump lleva ventaja en los estados clave la noche de las elecciones y declara su triunfo antes de que todos los votos estén contados, para luego denunciar un fraude en el caso de que el recuento final acabe dando la victoria a su rival, el demócrata Joe Biden.

Si eso ocurre, o si los resultados en uno de los estados clave están muy ajustados, habrá probablemente litigios como el que dividió al país tras las elecciones de 2000, cuando George W. Bush y Al Gore se disputaron el estrecho resultado en Florida hasta que el segundo concedió la derrota a mediados de diciembre.

LITIGIOS Y UN «EJÉRCITO» PARA OBSERVAR LAS URNAS

Trump y su campaña han allanado el terreno para posibles juicios desde hace meses, al sembrar desconfianza en el voto por correo -a pesar de que no hay pruebas de que pueda llevar a un fraude generalizado- e insistir en que el resultado que debería contar es el de la noche electoral.

«En cuanto se acaben las elecciones, vamos a entrar con nuestros abogados», dijo Trump este domingo en referencia al recuento en Pensilvania, donde su campaña se opone a que se contabilicen los votos por correo que se reciban en los tres días posteriores a este martes.

La tensión promete aumentar desde este martes, cuando la campaña de Trump ha convocado a lo que describe como un «Ejército» de observadores para que vigilen lo que ocurre en los lugares de votación, algo que muchos demócratas temen que vaya más allá del papel legal de supervisión y derive en intimidación de votantes.

Por primera vez en tres décadas, este año el secretariado del Partido Republicano (RNC) podrá enviar también observadores a las urnas, lo que ha inquietado a algunos expertos porque esa formación tiene un historial conocido de intentos de supresión del voto de minorías.

Pero quizá lo que más ha preocupado a los demócratas es la frase que Trump dijo en su primer debate con Biden, cuando pidió al grupo ultraderechista Proud Boys que se mantenga «preparado» por si hay que responder a un presunto fraude electoral.