Bargny (Senegal) – A Bineta Dieng se le hace un nudo en la garganta al recordar el 30 de octubre de 2023. Ese día, su hija Maimouna, de 19 años, partió en un cayuco con más de un centenar de personas a bordo desde Senegal hacia España y desapareció para siempre.

«Mi hija decidió emigrar porque no encontraba oportunidades aquí. Desde que se marcharon, ni yo ni ningún familiar de aquellos que partieron hemos sabido nada. Lo único que sabemos es que nunca llegaron a su destino. Ningún cuerpo ha sido recuperado», dice a EFE esta mujer senegalesa de 57 años.

Dieng vive con las tres hijas que le quedan -aunque ella sigue hablado de Maimouna como si aún pudiera tocarla- en el asentamiento pesquero de Bargny, situado a unos 30 kilómetros de la capital del país, Dakar.

Esta localidad es un símbolo del drama de la emigración, por un lado, y la intersección entre el deterioro ambiental y la fragilidad socioeconómica de las ciudades costeras, por otro.

Riesgos naturales y humanos

Según cifras de la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex), más de 87.000 personas llegaron a España a través de la ruta atlántica en 2023 y 2024, procedentes no solo de Senegal, sino también de países como Mauritania y Gambia.

En Bargny, en particular, las autoridades locales estiman que cerca de 3.000 personas del asentamiento han tomado esta ruta migratoria en los últimos dos años.

«Muchos se quedan por el camino, pero muchos más lo consiguen. Por ello, entiendo que los jóvenes continúen echándose al mar», señala Dieng. Desde 2023, hasta 15 vecinos del bloque donde vive, con ocho viviendas ubicadas a apenas veinte pasos de distancia, han fallecido en aguas del Atlántico.

Los 51.000 habitantes de Bargny se enfrentan a riesgos cada vez más graves, intensificados por factores tanto naturales como humanos.

Una de sus principales preocupaciones es la erosión costera, que se ha acelerado en los últimos años, provocando un retroceso del litoral de entre 3 y 4 metros por año en esta zona de la costa senegalesa, según las Naciones Unidas.

En Bargny, los efectos de la pérdida de costa se reflejan en los muros y calles del asentamiento, donde incluso mezquitas y un cementerio han quedado sumergidos.

«Durante el día es difícil ver hombres aquí”, destaca a EFE Aissatou Samba, de 65 años, quien también perdió a uno de sus hijos, Babacar, de 30 años, en el mismo viaje que Maimouna. «Aquellos que no se echan al mar para pescar durante la jornada, ya se han marchado en ruta hacia Europa», añade.

La destrucción del litoral no solo obliga a las comunidades a desplazarse, sino que también pone en riesgo su principal medio de vida: la pesca.

Con cerca del 73 % de la población activa de Bargny empleada en este sector, la pérdida de tierras costeras y la reducción de las reservas de peces por los cambios ambientales han tenido graves consecuencias para la economía local y la seguridad alimentaria.

Por ejemplo, un reciente informe de Oxfam alertaba de que, en zonas costeras de Senegal como Bargny, el coste de una cesta de ‘sardinella’ (un pescado comúnmente consumido) había pasado de 15 a 75 euros en solo cinco años.

Sin perder la esperanza

Ante la ausencia de oportunidades en Bargny, Dieme Ndiaye (nombre modificado) partió hacia España el 26 de septiembre de 2022, tras haber pagado cerca de 200.000 francos CFA (algo más de 300 euros) por una plaza en un cayuco.

Al ser residente de la localidad y conocer a los organizadores del viaje, el precio se redujo considerablemente, explica este grafista de 24 años. Tras siete días de navegación, Ndiaye llegó al archipiélago español de las Islas Canarias.

«Aunque viajaba con otros cinco conocidos, el viaje fue muy duro. Cerca de una decena de personas murieron durante el trayecto”, explica a EFE.

Tras desplazarse a Cádiz con la ayuda de una ONG local, Ndieye acabó en París, donde tenía familia. Para el joven, «lo peor fue la soledad durante el viaje».

Al no poder encontrar trabajo por la falta de papeles, decidió marcharse a Marsella pero, antes de llegar a la ciudad sureña, fue detenido por la Policía y deportado de vuelta a Senegal el 4 de mayo de 2023.

Aunque Ndiaye admite haber perdido parte de su esperanza, otros, por el contrario, se aferran a cualquier posibilidad, por remota que sea.

Así, por ejemplo, tras más de un año sin noticias de sus hijos, las madres de Babacar y Maimouna decidieron acudir este enero a un marabout (líder espiritual local), quien les aseguró que estaban detenidos en Túnez, algo prácticamente imposible por la ruta que tomaron.

En Bargny, a pesar de todo, se sigue mirando al mar con anhelo. EFE