Huixtla (México) – Más de 400 niños acompañan a sus padres y madres en la caravana migrante, de unas 2.000 personas, que cruza estos días el suroriental estado mexicano de Chiapas con el fin de llegar a Estados Unidos.
Los infantes lo han dejado todo atrás, desde sus queridos abuelitos a los útiles escolares que llevaban a la escuela o los pocos juguetes que tenían, empujados por el afán de sus padres de darles una vida mejor.
Alrededor de 2.000 migrantes entre hombres, mujeres y niños cruzan estos días el sureste de México tras entrar de forma irregular en el país, sin esperar la tarjeta de visitante por razones humanitarias que están otorgando las autoridades migratorias mexicanas en la frontera con Guatemala.
Las escenas de la caravana, con muchos de ellos viajando a pie o a bordo de camiones, recuerdan mucho a las de las caravanas que partieron desde mediados de octubre de Centroamérica.
Una vez más, sorprende la gran cantidad de padres y madres jóvenes, acompañados de hasta cuatro o cinco hijos, que emprenden esta peligrosa travesía.
Algunas madres de familia viajan con sus pequeños hijos en brazos, otras más empujan el carrito con sus bebés, y apresuran el paso para no quedarse atrás de la caravana.
Ello a pesar del cansancio por el intenso sol y de seis días de caminata desde San Pedro Sula, Honduras.
Algunos niños ya se encuentran afectados en su salud, con enfermedades gastrointestinales y respiratorias por el cambio de clima y deshidratación por el fuerte calor, con temperaturas hasta de 40 grados centígrados.
Los padres aseguran que a pesar de lo difícil de esta travesía seguirán adelante y no van a claudicar hasta llegar a la frontera norte de México y cruzar a Estados Unidos.
Una de las historias desgarradoras de esta travesía es la de Héctor, un padre de familia de Honduras que viaja solo sin familia, que comentó que su pequeña hija de 5 años de edad está enferma del hígado y necesita un trasplante de manera urgente.
El amor a su hija lo motivó y le dio fuerzas para integrar esta caravana que salió el lunes pasado de San Pedro Sula.
Martha, quien viaja en la caravana con Rachel, su pequeña hija de 8 años de edad, dijo que la niña padece asma y le ha aparecido una tos seca que le impide sostener la respiración.
Explicó que en su país se dedicaba a vender ropa, pero lo que obtenía de este oficio apenas le alcanzaba para medio comer junto a su pequeña.
Quiero cumplir «un sueño americano y realmente lo necesito porque mi actual pareja me maltrataba demasiado, y necesito la ayuda y ando con mi hija», apuntó la mujer.
Señaló que en el convoy hay bastantes madres solteras y clamó por una oportunidad. «Yo pido la ayuda porque tengo los medios para trabajar. Dios me dio mis manos y mis pies para trabajar y mi hija también necesita», señaló la mujer, que dijo sentirse discriminada en su natal Honduras por ser pobre.
La hondureña Alexandra Robles, de Tegucigalpa, viaja abrazando a una simpática bebé de apenas 4 meses de edad.
De cuerpo menudito, la niña soporta el intenso sol y cada media hora ella manifiesta con llanto la falta de agua.
«Estamos muy cansados, muy estresados, por ratos mal. (…) Pero hay que llegar a los Estados Unidos para brindar una mejor vida a nuestros hijos», apuntó Alexandra, que pidió a los mexicanos y a los estadounidenses «que nos dejen pasar».
Ana Pinto, una joven madre hondureña, viaja en la caravana junto a sus tres hijos menores de edad.
Contó a Efe las dificultades que han padecido durante el trayecto que ha recorrido la caravana desde San Pedro Sula, Honduras, hasta llegar a Huixtla, Chiapas, tras unos tres días de intensa caminata.
«Hemos caminado demasiado y no nos han regalado ni agua. Los niños están bien. Devora de 10 años, Victoria de 5 años y Anderson de 8 años», subrayó.
Explicó la mujer que el contingente que está avanzado por Chiapas no quiso quedarse, por motivos económicos, en el puente fronterizo de Ciudad Hidalgo a tramitar su visa humanitaria que les permite ingresar a México de forma legal, como sí están haciendo alrededor de 3.000 migrantes.
«Mucho tiempo se tarda eso y nosotros venimos sin dinero. No podemos estar estacionados en un solo lugar. Tenemos que avanzar hasta llegar a los Estados Unidos. Abran las puertas, nosotros no venimos a dañar a nadie», concluyó.