Refugiados palestinos en el campo de refugiados Al Shati, en la Franja de Gaza. EFE/Mohammad Ibrahim

Gaza – Después de Siria, de donde provienen más de seis de los 26 millones de refugiados que hay actualmente en el mundo, el segundo grupo más numeroso son los palestinos. Distribuidos entre Jordania, Siria, Líbano, Gaza y Cisjordania, representan una población muy particular, por su historia y por su presente.

Según cifras de UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, estos alcanzan los 5.6 millones, lo que significa que representan más de una quinta parte de todas las personas con este estatus legal.

Aunque duela hablar de números cuando se trata de personas, las cifras resultan necesarias para entender la magnitud del problema.

De los millones de refugiados palestinos, algo más de dos millones viven en Jordania, algo más de un millón están distribuidos en Siria y Líbano, más de 800.000 en Cisjordania ocupada y cerca de un millón y medio en la Franja de Gaza.

El origen de este particular grupo poblacional, que no está bajo la órbita del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) sino de UNRWA, data de 1948, cuando cientos de miles de palestinos huyeron o fueron expulsados de sus casas con la creación del Estado de Israel. Las cifras incluyen también a sus descendientes, que hoy lideran la lucha por el derecho al retorno, uno de los elementos que más complican una solución del conflicto palestino-israelí.

Efe dialogó con dos refugiados palestinos en la Franja de Gaza que compartieron sus historias, su percepción de la lucha por el derecho al retorno y la importancia de transmitirla a sus hijos.

«Mi familia y yo sentimos que nuestra vida en el campo de refugiados es temporal y creemos firmemente que un día volveremos a nuestra aldea», explica Subi al Mughrabi, de 51 años y cuya familia vive desde hace más de 70 en campos que se niega a aceptar como su hogar permanente.

Antes de 1948 vivían en la aldea de Brier, hoy conocida como Ashkelón, en el sudeste del territorio israelí y que, 72 años más tarde, es conocida además por ser una de las ciudades más impactadas por los intercambios de fuego entre Israel y las milicias palestinas del enclave, bloqueado desde 2007 y controlado de facto por el movimiento islamista Hamás.

Mohamad Abu Halawa tiene seis hijos, tres varones y tres mujeres, con los que vive en el campo de refugiados de Al Mughazi.

Yafa, hoy una vibrante y pintoresca zona de la municipalidad de Tel Aviv-Yafa donde viven judíos y árabes, sigue siendo el lugar al que describe como su hogar, al que no solo anhela, sino al que está convencido que va a volver.

«El derecho al retorno es la identidad y la misión de todos los palestinos que viven en el planeta», señala, y enfatiza la importancia de transmitir este mensaje a sus descendientes y «grabárselo en el alma».

Más allá de que su lucha esté anclada en el pasado, este grupo poblacional enfrenta actualmente serios riesgos en el marco de la pandemia de coronavirus.

Un informe publicado por UNRWA con ocasión hoy del Día Mundial del Refugiado alerta sobre una serie de factores que convierten a los refugiados palestinos en una de las poblaciones más vulnerables a la propagación de la enfermedad.

En Gaza, por ejemplo, indican que el 97% del agua está contaminada y que los hospitales cuentan con tan solo 60 camas en la Unidad de Cuidados Intensivos y un total de 62 respiradores, para una población de cerca de dos millones de personas, que viven hacinadas y con acceso limitado a medicamentos esenciales.

La problemática de la superpoblación también se da en los campos de refugiados de Jordania y Líbano, donde, según el informe, se «hacen inviables las medidas de distanciamiento social y los convierten en posibles focos de la pandemia».

Aquellos que se encuentran en Siria, por otra parte, enfrentan además las consecuencias de la guerra y más del 91% se encuentra sumido en la pobreza absoluta.