Beirut – El sirio Jaled Mohamed Saleh empaquetó hoy sus enseres y, con sus cinco hijos, se subió a un autobús rumbo a Siria, donde prefiere vivir en la incertidumbre a continuar padeciendo privaciones en el Líbano, un país que no es el suyo.
“No sabemos lo que nos espera en nuestro país, pero estoy seguro de que la vida será más fácil que aquí, donde no tenía trabajo fijo y no recibíamos ayuda de nadie”, dijo a Efe este refugiado mientras esperaba sentado, junto a su esposa y cinco hijos, encima de una pila de bultos la llegada de los autobuses.
Saleh, que vivió en los últimos siete años en el Líbano, es uno de los 157 refugiados que partieron este lunes rumbo a Siria, a primera hora de la mañana, desde el estadio municipal de Burj Hammud, un barrio en el noreste de Beirut, en un viaje organizado por las autoridades de ambos países.
En el Líbano, Saleh, de 40 años, tuvo que alternar trabajos y ofrecerse para cualquier empleo que apareciera, para tratar de pagar las cuentas, que se amontonaban a fin de mes.
«Aquí ganaba 400 dólares mensuales cuando trabajaba, pero tenía que pagar 200 dólares por el apartamento que alquilaba y tenía cien mil gastos del colegio, por lo que no nos quedaba casi nada para sobrevivir», comenta resignado.
Por no poder costear la educación de sus hijos, se vio forzado a sacarlos del colegio, según relata.
Ahora, espera que cuando regrese a Alepo, la mayor ciudad del norte de Siria, pueda reanudar su trabajo de chófer.
Este lunes se espera que regresen a Siria unos 1.000 refugiados desde el Líbano, desde varios puntos del país, en viajes organizados por el Departamento Seguridad General.
Los funcionarios de la Seguridad revisaban los documentos de los refugiados para comprobar si tenían la autorización requerida para regresar en los autobuses alineados en Burj Hammud.
Saleh estaba preocupado, ya que no le había llegado la autorización para que su hija mayor, de 14 años, emprendiera el viaje de regreso, algo que solo le confirmaron a última hora.
La mayoría de las personas interrogadas por Efe se mostraban entusiasmadas y contentas por regresar a Siria, pero algunos jóvenes mostraban cierto temor y, al mismo tiempo resignación, acerca de la posibilidad de tener que enrolarse en el Ejército para cumplir el servicio militar obligatorio.
Ali Fares, que estudiaba mecánica en su país antes de ir al Líbano, donde trabajó como pintor, mantiene la esperanza de que una vez realizado su servicio militar podrá «volver a estudiar».
Otros interrogados afirmaron que ya no tienen casa en Siria, pero estaban decididos a reconstruirla una vez allá.
“Solo de pensar que atravieso la frontera para regresar a mi país se me abre el corazón”, dijo a Efe Mohamed Yarde.
Para algunos, la inquietud sobre el futuro que les espera a su regreso es grande, por lo que se acercan a los periodistas y fotógrafos para que les informen de la situación en sus lugares de destino, en Alepo y Homs para las tandas de autobuses de hoy.
Todos se quejan de la carestía de la vida en el Líbano y aseguran que, a pesar que saben que en Siria los precios aumentaron de modo considerable, siempre les será más fácil vivir.
Según datos de Naciones Unidas, alrededor de 70 % de los refugiados sirios viven por debajo del umbral de la pobreza en el Líbano.
Mientras los refugiados comienzan a subir con sus pertenencias a los autobuses en Burj Hammud, la representante del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en el Líbano, Mireille Girard, se reúne con sus asistentes para ver cuáles son las necesidades de esas personas.
Girard explicó a Efe que “se trata de una partida normal organizada aproximadamente una vez al mes por la Seguridad General” del Líbano.
Los refugiados que quieren regresar de forma «voluntaria», «postulan un mes antes y más o menos siete días antes de su partida saben si recibieron la autorización siria para hacerlo”.
El Líbano, con 6 millones de habitantes, es el país del mundo con la mayor cantidad de refugiados en relación con su población total, unos 946.000, según ACNUR.
Desde el año pasado las autoridades de Beirut están tratando de promover el regreso «voluntario» de los refugiados, por la carga que suponen para la economía del país.