Lyon (Francia) – Los seis grandes países de la Unión Europea coinciden en las grandes líneas de una política migratoria común que debe pasar, en particular, por la colaboración con los países de origen y de tránsito.
Esta es la línea de consenso presentada hoy por la ministra francesa delegada de Interior, Jacqueline Gourault, al presentar las conclusiones de la reunión de dos días en Lyon de titulares de esa cartera en el llamado G6 (Francia, Alemania, España, Reino Unido, Italia y Polonia).
Gourault, quien hizo de anfitriona, indicó que la UE debe dotarse de «un sistema robusto y eficaz que garantice la protección» de los refugiados, pero unido a un dispositivo más eficaz para expulsar a los inmigrantes económicos sin papeles.
Y no pudo ocultar las «diferencias» entre los asistentes, que se esforzó por subrayar el vicepresidente del Gobierno italiano y líder ultraderechista Matteo Salvini.
También participaron en las discusiones el fiscal general de Estados Unidos, Jeff Sessions, y el titular marroquí de Interior, Abdelauafi Laftit.
En una declaración por separado y sólo con la bandera italiana, Salvini se jactó de haber convencido a muchos gobiernos europeos, con alguna «excepción» como España, de su política migratoria, a la que atribuye el descenso de las llegadas de indocumentados.
Con el tono irónico y desafiante habitual de sus declaraciones públicas, Salvini fue la atracción de este G6, concebido no como un foro de decisión sino de puesta en común de posiciones.
Era además su primera visita como miembro del Gobierno italiano a Francia, con cuyas autoridades mantiene un pulso mediático, y se vanaglorió de que desde que su coalición está en el poder «Italia es un ejemplo para todos» en materia de inmigración.
Dijo lamentar que no todos los países tengan «la misma suerte» a la vista de que a las costas de España han llegado en los últimos días más de 2.000 inmigrantes indocumentados.
Y aseguró que en sus encuentros con otros colegas comprueba que el modelo migratorio que aplica su Gobierno tiene cada vez más apoyos, pero señaló como excepción al «amigo español, que representa un gobierno socialista», en referencia al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, presente igualmente en Lyon.
Tras dejar caer que «a un ritmo de 700 inmigrantes desembarcados al día, no sé cuánto tiempo (España) lo podrá aguantar», afirmó que los otros países europeos «están agradecidos a Italia» por haber detenido las entradas de inmigrantes clandestinos.
Poco antes, Grande-Marlaska había hecho hincapié en que pese a ese «empuje de los flujos migratorios un poquito más importante, evidentemente todo está controlado».
El ministro español evitó además cualquier polémica con Salvini: «No hay ningún frente, no hay ninguna confrontación de ningún tipo».
Por el contrario, para el responsable español aumenta la conciencia de que Europa y África tienen que colaborar y de que «debe existir una migración legal, pero controlada».
Grande-Marlaska, además, defendió que la inmigración sea abordada como una «política de Estado» y no desde una perspectiva partidista con fines electorales.
Salvini también lanzó pullas al presidente francés, Emmanuel Macron, quien, a su juicio, por una parte le acusa «de racismo y de egoísmo» pero en realidad coincide en su diagnóstico de rechazar la entrada de inmigrantes económicos irregulares y sólo permitir la de refugiados.
«Si Macron está en la misma línea, que abra la frontera de Ventimiglia y que deje de insultarnos», soltó con sorna en referencia al contencioso por los controles que Francia mantiene en el principal paso fronterizo con Italia para impedir la entrada de clandestinos. EFE