Buenos Aires – La Orquesta de Instrumentos Autóctonos y Nuevas Tecnologías recupera en Buenos Aires instrumentos y sonidos olvidados de las culturas originarias de América para «revalorizarlos» y llevar el mensaje de «unidad» que encierran estas tradiciones milenarias a los escenarios del mundo.
«El núcleo fundamental de este proyecto es América», desde Ushuaia -la ciudad más austral de Argentina- hasta Alaska, explicó a Efe el director musical del grupo, Alejandro Iglesias Rossi.
De hecho, sus integrantes llegan de Chile, Brasil, México, Venezuela, Colombia y Estados Unidos, y se especializan en diferentes tradiciones del continente para evitar que caigan en «la lógica del museo».
Su objetivo es darle una nueva vida sobre los escenarios a instrumentos como los ehecatls mayas, los pututus incas y los teponaztlis y huehuetls aztecas, entre otros, y devolverles así el protagonismo que les quitaron en su día otros heredados de la cultura europea tras la colonización.
Cada uno de los miembros de la orquesta conforma un «músico integral», aseguran, tal y como concebía esa «visión tradicional» que defienden.
«Son investigadores que recuperan instrumentos, los aprenden a tocar, componen para ellos y los enseñan», explicó Iglesias Rossi rodeado de máscaras indígenas, mientras uno de los solistas ejecuta un silbato doble de la cultura azteca.
El aparato ofrece un sonido estridente y difícil de interpretar por el cerebro que este pueblo guerrero utilizaba para aterrorizar al enemigo.
Lucas Mattioni, integrante del conjunto, explicó que han logrado una sonoridad «muy rica» con cada pieza, siguiendo a veces el camino «más intuitivo» para llegar a construirlos tal y como hacían los artesanos hace cientos de años.
«Estos instrumentos si algo no tenían era una concepción de ser construidos en serie», apuntó, por lo que cada obra es única.
Los conocimientos que adquieren en cada investigación se integran a una licenciatura y una maestría dictada por la Universidad Nacional Tres de Febrero argentina, de la que depende la orquesta.
Sin embargo, lamentan que muchos consideren que «la música seria es la música académica y el resto es peyorativamente folclore o artesanía, no arte».
«No se puede concebir únicamente un instrumento que suene, como sería hoy una orquesta sinfónica. Este no era el pensamiento de esas tradiciones autóctonas que consideraban que el impacto estético de un instrumento que carga en sí la simbología y la mitología de esa cultura es tan importante (como el sonido)», remarcó Iglesias Rossi.
Por eso sostienen que su proyecto no tiene como fin «hacer música», sino que su «compromiso» es de otra índole, ya que están haciendo una declaración de principios «cultural», «espiritual» e incluso «política» cada vez que tocan estos instrumentos que «muestran que otro mundo era y es posible».
Sus espectáculos han sido presentados en diferentes partes del mundo: Europa, Asia, África; lo que les ha permitido compartir escenario con la Orquesta Sinfónica de la Radio Televisión de Eslovenia y el gaitero español Carlos Núñez, entre otros.
Destacan, por ejemplo, su concierto en el desierto del Sahara para el pueblo Tuareg.
«Jamás sentí una conexión tan profunda con una audiencia», relató el director, a pesar de no compartir ninguna lengua común.
En los últimos tiempos han incorporado también instrumentos de otros continentes que pasaron a integrar el tejido cultural de América a raíz del «proceso sincrético» que se originó en el tiempo de la colonia.
Algo que califican de «fundamental» para entender lo que es la región en la actualidad, dado el impacto que este hecho tuvo en la tradición autóctona.
Además, esta «fusión» entre ritmos de diversas culturas provoca para estos luthiers «cruces absolutamente naturales», a consecuencia de la «conexión espiritual» que unió a lo largo de la historia a la humanidad y provocó que instrumentos muy similares se utilizaran en diferentes partes del globo en simultáneo.
«Música silenciada» por la «hegemonía cultural» que vuelve en un momento clave, según la directora de artes escénicas de la orquesta, Susana Ferreres.
Ella asegura que «estamos necesitando» este regreso a los orígenes para que «no se enfríe el corazón del hombre» en un mundo «que se está llevando valores, formas de ser y de relación humana».
Las culturas están unidas, son hermanas, no tienen esas guerras, esas distancias que pueden tener los países, las políticas y otros intereses, por eso es absolutamente emocionante poder unirlos» en un espectáculo, concluyó Ferreres.