Valencia (España) – La larga experiencia en catástrofes humanitarias del grupo de voluntarios mexicanos Topos Aztecas trata ahora de encontrar a Elisabet, una mujer de 38 años que fue arrastrada por el temporal de Valencia (este) y que ellos insisten en llamar por su nombre porque buscan a «personas con rostro y apellidos, no cuerpos».
Héctor Méndez, más conocido como El Chino, es el Topo Mayor y está al frente de una cuadrilla de diez especialistas en búsquedas y rescates llegados desde México, a los que se sumaron otros diez voluntarios españoles, panameños y alemanes.
El objetivo es buscar en Valencia a las personas que aún permanecen desaparecidas tras las inundaciones del pasado 29 de octubre, que causaron al menos 219 muertos y aún hay 13 desaparecidos.
Su objetivo esta semana es encontrar a Elisabet Gil, una mujer que iba con su madre, Elvira Martínez, en coche a trabajar cuando la riada arrastró su vehículo aquel 29 de octubre.
El cuerpo de Elvira fue localizado días después, pero el de Elisabet todavía no y su hijo mayor, que tiene 18 años, pidió a los Topos que la encuentren.
«Nosotros estamos aquí para hacer lo que las familias no pueden hacer porque están afectadas emocionalmente y moralmente están deshechos», explica El Chino a EFE, mientras recorre con su equipo el mortífero barranco del Poyo, en las cercanías de Valencia, que tantas vidas se llevó.
Todos van vestidos de naranja y llevan cañas de bambú con la punta afilada, con las que van pinchando cada palmo de terreno del desolado paisaje que dejó el temporal a ambas orillas de la rambla.
Si encuentran algún indicio, como un trozo del coche de Elisabet o hedor a muerte en la punta de la vara de bambú, se detienen y excavan.
Llevan así dos semanas, desde que lograron cumplimentar los trámites y salir de México en un vuelo que los dejó en Valencia una semana después del desastre.
Las familias están emocionalmente deshechas
Los primeros familiares de víctimas que contactaron con los Topos Aztecas fueron Paola e Iván, la hija y el yerno de un empresario que salía de una comida de trabajo cuando se lo llevó el agua.
«Yo le dije a Paola -relata El Chino-: Considera que soy un amigo de tu padre y que él me ha llamado para que venga a buscarlo. Soy un pariente indio y le he dicho a mis amigos mexicanos: Vénganse».
«Es importante que las familias sientan que les ayudan -añade este veterano de 75 años-; eso les da esperanza y, además, se crea una corriente de empatía y solidaridad que hace que otros se sumen».
«El papá de Paola apareció. ¡Qué bueno! -continúa-. Después, otra persona que nos pidió que buscáramos a sus sobrinitos de 3 y 5 años. Los niños también aparecieron, gracias a Dios, para que las familias tengan un descanso».
«Tras las honras fúnebres de los niños nos llamaron para buscar a la señora Amparo Montes, que vivía en el piso 17 y bajó con su hija a sacar el carro del estacionamiento y desgraciadamente se la llevó la corriente -recuerda-; y ahora estamos buscando a Elisabet, una mujer que tiene nombre, tiene apellido, tiene rostro y tiene quien la busque».
Experiencia en tragedias ocurridas en México y Brasil
El trabajo que están haciendo los Topos en Valencia le recuerda al que hicieron en La Pintada, en el estado mexicano de Guerrero, cuando un alud sepultó bajo el barro decenas de casas.
También le evoca la tragedia de Puebla (México) de 1999, y la de Brumadinho (Brasil), aunque en cada país «hay diferentes maneras de trabajar» y «es importante estar siempre en contacto con gente local porque si no las cosas no funcionan bien».
En España sienten que han sido «muy bien acogidos» y que mucha gente se ha unido a ellos en las batidas. «Los chamacos y muchachas que han venido de toda España para ayudar valen su peso en oro», agradece.