París – Kylian Mbappé cojea cuando se dirige al aeropuerto donde embarcará rumbo a Manchester. La joven promesa francesa sufre una contractura, pero en el club nadie duda de que estará listo para afrontar al City en la vuelta de las semifinales de la Liga de Campeones.
Es el partido más importante del año. El premio, una segunda final consecutiva para los franco-cataríes, es una recompensa superlativa y Mbappé es el máximo goleador del equipo francés. Además, para el delantero supone el regreso al Etihad, el escenario donde empezó a escribir sus gestas.
Hasta el 21 de febrero de 2017, el joven jugador de Bondy, a las afueras de París, no era más que un rápido canterano que destacaba por su descaro y su potencia.
Leonardo Jardim, el técnico portugués del Principado, le utilizaba como primer recambio de su pareja de ataque, formada por el colombiano Radamel Falcao y el francés Valère Germain.
Los pocos minutos de los que disponía le sirvieron para firmar alguna actuación destacable, un triplete ante el Rennes y otro contra el Metz, que colocaron los focos sobre un futbolista que en diciembre de 2016 había cumplido 18 años.
El Mónaco carburaba bien y en octavos de final de la Liga de Campeones se cruzó con el City de Pep Guardiola. Para desarmar el fútbol control del técnico catalán, Jardim optó por un futbolista más rápido que Germain y Mbappé vivió su debut como titular en Liga de Campeones.
El Etihad vio el nacimiento de una estrella mundial. Primero con un disparo al travesaño y después su primer gol europeo, que marcó ya los espíritus ante un despistado Willy Caballero.
El Mónaco, que perdió 5-3, remontó en el Luis II gracias en buena medida a un tanto de Mbappé en el minuto 8 y dejó fuera al equipo de Guardiola en su primer año en Inglaterra.
Aquella actuación en el Etihad no hizo más que acelerar lo que parecía inevitable, la eclosión de un joven prodigio que, poco a poco, fue rompiendo las cadenas.
El de Manchester era el duodécimo tanto de su temporada, pero tenía un significado diferente. El prodigio en ciernes era capaz de brillar en los duelos importantes.
Al seleccionador francés, Didier Deschamps, tampoco le pasó inadvertida aquella actuación y al día siguiente le convocó por vez primera para la selección.
Su presencia en el once de salida monegasco pasó de ser una anécdota -25 minutos jugados hasta ese momento- a convertirse en un hábito a golpe de goles: el logrado en la vuelta contra el City, pero también los tres que le marcó al Borussia Dortumnd en cuartos y el que consiguió en semifinales frente a la Juventus de Turín, insuficiente para acceder a la final.
Entre aquella noche de febrero y la eliminación del Mónaco en mayo habían pasado poco más de tres meses, pero todo había cambiado para Mbappé.
En los cuarteles generales de todos los grandes equipos del continente su nombre circulaba como un valor de futuro, mientras que el propietario ruso del Mónaco, Dmitri Rybolovlev, resignado a perderle, le colocó un precio prohibitivo, 180 millones de euros.
El Madrid parecía el favorito para hacerse con sus servicios, sobre todo después de que el PSG gastara 222 millones de euros para arrebatar al Barcelona al brasileño Neymar.
Tras muchas negociaciones, Mbappé optó por dar un salto más pequeño, quedarse en su país y fichar por el equipo de la capital francesa, a apenas unos kilómetros de Bondy, la ciudad de las afueras de París donde creció.
El PSG pagó 180 millones en un montaje financiero que le permitió salvar las reglas del equilibrio financiero que impone la UEFA, pero que convertían a futbolista de 18 años en el segundo más caro de todos los tiempos.
En el Parque de los Príncipes consolidó su calidad, con Francia levantó el Mundial en Rusia y ahora es, junto a Neymar, el estandarte del equipo que persigue su segunda final consecutiva de la Liga de Campeones.
Mbappé cojea en las horas previas a que su equipo tenga que remontar un 1-2 adverso frente a un City que conserva la herida de sus zarpazos de aquella noche de 2017.
Todas las miradas estarán sobre la figura de un jugador que tiene de nuevo en vilo a medio continente, porque está dando largas al PSG que le apremia a que renueve su contrato que expira en 2022.
El Etihad, donde todo empezó para Mbappé, puede ser también el escenario de su último duelo europeo con la camiseta del PSG.