Fotografía fechada el 13 de febrero de 2020 que muestra al padre Mauro Verzeletti mientras habla en entrevista con EFE, en la Casa del Migrante de Guatemala, en Ciudad de Guatemala (Guatemala). Verzeletti, misionero de San Carlos Scalabrinianos y director de la Casa del Migrante de Guatemala, advierte que Estados Unidos, México y el norte de Centroamérica tiran a las personas "al matadero" con los acuerdos migratorios firmados el año pasado. EFE/ Esteban Biba

Guatemala – El padre brasileño Mauro Verzeletti, misionero de San Carlos Scalabrinianos y director de la Casa del Migrante de Guatemala, advierte que Estados Unidos, México y el norte de Centroamérica tiran a las personas «al matadero» con los acuerdos migratorios firmados el año pasado.

La política migratoria que emprendió la Administración del presidente estadounidense, Donald Trump, seguida en mayor o menor medida por México, Honduras, El Salvador y Guatemala -que aceptó convertirse en «tercer país seguro»- fue una «demostración muy clara de ignorancia», dice en una entrevista con Efe.

Desde que estalló la crisis humanitaria que hizo salir de la clandestinidad al éxodo centroamericano hacia EE.UU. con las llamadas caravanas de migrantes, la organización que dirige Verzeletti en la capital guatemalteca ha brindado una atención «integral» a más de 30.000 migrantes de la región.

Verzeletti ha sido testigo desde hace 22 años, cuando fundó la Casa del Migrante en Guatemala, de cómo ha variado la migración irregular. Pero no había visto algo como lo que sucede ahora: «Una ignorancia que vulnera el sistema de asilo y protección internacional» a los migrantes.

La gente sale de países en donde existen «condiciones sumamente violentas», dice el religioso, pero, con los planes del Gobierno estadounidense y replicados por los presidentes de los países involucrados, los migrantes «son regresados a esta misma región, a través de una carta de entendimiento en la que estamos tirando a las personas al matadero y no estamos resolviendo el drama humano».

Un drama histórico cuya dinámica cambió en 2014, cuando los menores no acompañados se dieron paso en un escenario protagonizado anteriormente por hombres y jóvenes que, en su mayoría, viajaban de la mano de coyotes y redes de trata de personas, bajo la complicidad de los Gobiernos de turno.

En 2018 esa misma dinámica se modificó por completo y se establecieron las caravanas masivas, convocadas por los propios migrantes que, en familias enteras, se agruparon a la vista del mundo entero para salir de los abismos de sus propios países en busca del supuesto sueño americano.

EL TRIÁNGULO NORTE DE CENTROAMÉRICA

Verzeletti ha atendido y estudiado estos procesos y reflexiona que «la violencia imparable» en Honduras, las «pandillas, el crimen organizado y el narcotráfico que ha penetrado las comunidades en El Salvador» y la configuración de poderes al servicio de la corrupción en Guatemala han orillado a la gente a migrar.

En estos tres países, el triángulo norte del istmo, «podemos hablar hoy de una guerra no declarada, (en la) que mueren más personas que durante los conflictos armados» que cimbraron Centroamérica hace más de 30 años.

El padre scalabriniano lamenta que parte de esos Gobiernos de los países involucrados «no han entendido este cambio de flujo migratorio y no han implementado nuevas políticas para atender esta nueva dinámica. Más bien, se han comportado de una forma xenofóbica racista».

En El Salvador, el presidente Nayib Bukele «desplegó la fuerza policíaca en la frontera para controlar la salida», una señal que convierte al gobernante en «un dictador de cuarto nivel», considerando además la entrada de militares al Congreso para presionar a los diputados a aprobar un préstamo para planes de seguridad, asiente Verzeletti.

Esa actitud del presidente salvadoreño va a provocar «nuevos flujos migratorios por esas actitudes de violación a la Constitución», advierte.

Encima, en Honduras, el mandatario Juan Orlando Hernández «es prácticamente el brazo derecho del narcotráfico en todo el país», ese «narcoEstado, de los más ejemplares de la región».

Y en Guatemala, la Administración de Jimmy Morales, que dejó el cargo el pasado 14 de enero tras cuatro años de Gobierno, «no quiso trabajar con la comunidad internacional» y trabajó junto al Congreso en el «eje fundamental: el pacto de corruptos», sin «pensar en el pueblo».

Ahora, con el nuevo Ejecutivo encabezado por Alejandro Giammattei, Verzeletti no ha «vislumbrado el rumbo exacto que va a tomar» el flujo migratorio, aunque reconoce algunas acciones «positivas», como respetar los derechos humanos de los migrantes durante la caravana del 15 de enero, pero con la alarma de las acciones de «mano dura», con estados de prevención que, en otros países, «no han resuelto el problema estructural de fondo».

EL PAPEL DE MÉXICO Y EE.UU.

A eso se suma el papel fundamental que está jugando México, que cambió de ser «bastante propositivo en los primeros días de Gobierno de (Andrés) Manuel López Obrador» a transformarse en «un Gobierno violento con los migrantes y eso lo tenemos que condenar».

El misionero, que en 2018 fue declarado «personaje del año» por el medio local Prensa Libre, subraya que EE.UU. es «un problema para el mundo» en el tema migratorio y apela a que en lugar de gastarse millones de dólares en muros hubieran invertido en «programas de desarrollo para frenar el flujo migratorio».

AMENAZAS DE MUERTE

El trabajo no solo le ha valido la orden Monseñor Juan Gerardi por la defensa de los derechos humanos a Verzeletti, también en 2018, sino múltiples amenazas de muerte en su contra y de los trabajadores de la organización y del «fin» de la Casa.

Desde hace semanas cuentan con vigilancia y seguridad las 24 horas él, el equipo de trabajo y la institución, tras amenazas «muy contundentes, duras y serias».

«No sé si son coyotes, el narcotráfico o desde México también. No sé», musita.

De cualquier forma, este misionero de 59 años y de barba larga y blanca, seguirá atendiendo migrantes de paso, de estancias más prolongadas en búsqueda de un sitio para vivir o de los retornados bajo el convenio de «tercer país seguro» o Acuerdo de Cooperación de Asilo.

La Casa del Migrante ha sido, además de todo, la receptora de casi 400 hondureños y salvadoreños de los cerca de 600 que han llegado al país centroamericano deportados desde Estados Unidos bajo el acuerdo de «tercer país seguro». En la mayoría de los casos, los migrantes vuelven a sus países de origen.