Nueva York – El grupo colombiano Morat trajo este fin de semana sus canciones de amor a Nueva York e hicieron vibrar a un público totalmente entregado a su pop-folk latino en un concierto en el que no faltó ni una emotiva pedida de matrimonio.
Los bogotanos lograron llenar los 5,500 asientos del teatro Madison Square Garden en el último concierto de su gira “Si ayer fuera hoy”, que ya trajeron a la Gran Manzana en febrero de 2023.
La noche comenzó con la actuación de la cantautora Joaquina, una artista venezolana de tan solo 19 años que conquistó al público con su voz y las letras de sus canciones.
Tras su interpretación, una música de suspense llenó la sala, anunciando la entrada inmediata de Morat: conforme pasaban los minutos, el público perdía la paciencia y se levantaba de sus asientos, alzando sus móviles y coreando a gritos el nombre de la banda mientras las luces del escenario se movían al ritmo de la música y servían de telón de fondo a su euforia.
El primero en subir al escenario fue el baterista, Martín Vargas, que sin mediar palabra tocó un sólo de batería que arrancó aplausos del público y que dio entrada a sus compañeros.
Con la aparición de Juan Pablo Isaza (guitarra y voz), Simón Vargas (bajista) y Juan Pablo Villamil (guitarra), los fans terminaron de enloquecer, y corearon histéricos la primera canción, “Besos”, una colaboración de Morat con su paisano Juanes.
A este tema le siguieron las canciones “506”, también con Juanes, “Al aire” y “Porfa no te vayas”, una colaboración con el español Beret.
Tras esta canción, Juan Pablo Isaza -que llevaba puesto su característico sombrero, que ya forma parte de su identidad- dio oficialmente la bienvenida al público de Nueva York.
Consciente de que la mayoría de los presentes -si no todos- eran latinos, Isaza habló en español e hizo referencia a su tierra: “Somos colombianos. El acento delata, pero siempre es mejor aclararlo” bromeó.
En ese momento invitó al escenario a Joaquina, que acompañó al grupo en el tema “Sobreviviste”, aunque la locura se desató posteriormente con “Mi nuevo vicio”, la colaboración junto a Paulina Rubio que los catapultó a la fama y que incluyó un espectacular solo de banjo de Juan Pablo Villamil.
Los artistas relajaron la euforia generada por el banjo con un discurso en el que recordaron el inicio de su longeva amistad, pues se conocieron cuando tenían sólo cinco años, hasta forjar una carrera que les ha dado el apoyo de la crítica y un gran reconocimiento internacional como lo demuestran sus múltiples premios.
A la pausa conversacional de Isaza le siguieron las canciones de “Balas perdidas” (su segundo álbum), “Punto y aparte”, interpretada al piano por él mismo, y “Mi suerte”, a la que puso voz Vargas, el batería.
La música hace la unión
Entre el público llamaban la atención los fans que habían acudido sólos y que, mientras coreaban las canciones, formaron una especie de hermandad con otros seguidores de los colombianos.
Era el caso de un grupo de chicas jóvenes -residentes en Nueva York y originarias de Ecuador, Guatemala y Perú- que se conocieron en el concierto y acabaron encontrando en su pasión por la música de Morat su nexo de unión.
Precisamente el guitarrista Juan Pablo Villamil alabó el vínculo que nace entre sus fans en los conciertos y cantó “Mi suerte”, un tema sobre la casualidad -o el destino- que lleva a conectar de manera inesperada con alguien especial.
Pero, sin duda, el momento más emotivo de la noche se lo llevó la pedida de matrimonio de un joven fan del grupo a su novia, un acontecimiento al que Morat puso banda sonora.
“Los dejamos solos, nosotros ponemos la música de ambiente”, les dijo Isaza, alentando a sus compañeros a tocar unos acordes para musicalizar la pedida, que terminó con el “sí, quiero” de la novia.
El concierto continuó con nuevas colaboraciones, como en “Salir con vida”, junto al reguetonero Feid, y “París”, con el trapero argentino Duki, así como con sus temas más antiguos, “Cuando nadie ve”, “A dónde vamos” y “Amor con hielo”.
Morat se despidió por todo lo alto con su tema más conocido, “Cómo te atreves”, coreado a gritos por sus fans, que mantuvieron el nivel de energía que no decayó desde el principio del show.
A lo largo de las dos horas de concierto, la banda consiguió moverse y vibrar al ritmo del público hasta fundirse totalmente con sus espectadores. Al término del espectáculo, el teatro quedó envuelto en sus historias de amor, nostalgia, y tristeza. EFE