Tegucigalpa (Por Alejandro García) – La tradición católica de la palma de ramos para celebrar la llegada triunfal de Jesucristo a Jerusalén se mantiene en la capital gracias a la resistencia de las mujeres de los municipios cercanos a la capital que resisten contra el tiempo y el avance del secularismo y preparan las decenas de miles de estos productos religiosos que ofrecen a los fieles cristianos.
Estas féminas han resistido décadas, algunas con más de medio siglo de existencia, con tal que su fortaleza de vida mantenga viva la tradición cristiana de celebrar una de las principales fiestas del catolicismo cristiano como es el Domingo de Ramos, el primero de los varios días de la festividad de la pascua cristiana.
Por ejemplo María Santiago, una septuagenaria mujer de Alubarén, lucha contra un tumor y con sus escasas fuerzas se movilizó a Tegucigalpa, junto a su esposo, hijos y demás familiares, para preparar y vender las palmas.
La mujer dijo que se trasladó a la capital porque los demás integrantes de su familia todavía no están listos para elaborar de forma acertada las palmas y crucifijos con la palma de olivo, señalando que espera que sus familiares jóvenes aprendan porque no está segura que podrá resistir y estar con vida el próximo año
Celebración católica
El Domingo de Ramos es una celebración religiosa en la que los cristianos conmemoran la entrada de Jesús a la ciudad de Jerusalén, aunque en la actualidad para muchos lo consideran como el inicio de la Semana Santa.
Esta fecha se celebra con la distribución y bendición de ramas de palma, que representa las ramas que esparció la multitud frente al hijo de Dios en su entrada a Jerusalén.
Con esto da inició a la conmemoración de la pasión, muerte y resurrección del hijo de Dios, uno de los acontecimientos más importantes del cristianismo y de la humanidad.
Una vez más, como viene siendo una tradición, los pobladores de los municipios alrededores de la capital hondureña llegan al Distrito Central para apersonarse al frente de varias de las iglesias para ofrecer los ramos a la población capitalina.
Para esta preparación, los campesinos se alistan una semana antes del Domingo de Ramos, pagándole al mozo para que corten el producto de los árboles de palma, financiar los costos para transportarlos a ellos y su carga hacia la capital hondureña.
Desde las horas de la madrugada del viernes, los campesinos se movilizaron a Tegucigalpa en camiones, llegan a las iglesias, bajan su carga y empiezan a hacer las palmas y las cruces de ramos para celebrar esta festividad cristiana.
Todo este trabajo lo realizan con el único objetivo de vender todas las palmas de ramos y obtener una ganancia que puedan llevar a sus comunidades.
Muchos lo hacen para ganar algo de dinero y contribuir a la economía de sus familias, otros por tradición y algunos lo hacen porque mantienen la fe y celebrar esta festividad cristiana.
Panorama difícil
Hoy el panorama es difícil para estas vendedores de palmas de ramos, en el primer día no lograron obtener mucho la atención de los transeúntes para que compren sus productos.
Asimismo, tienen que estar bajo un fuerte sol que azota gran parte del territorio hondureño, con temperaturas que han superado los 30 grados Celsius durante la semana y el aire que podría perjudicar sus pulmones debido a que está contaminada por incendios desatados en las montañas que bordean la capital.
En las principales iglesias y calles de Tegucigalpa, se observa a cada uno de los campesinos con palma de ramo en sus manos para ofrecerlas a los capitalinos.
Por lo general, son los hombres que están gritando y promoviendo la palma de ramos, pero este producto es elaborado por mujeres en su mayoría, dicho sector es el encargado de transmitirla a sus descendientes para que continúen con esta tradición.
En la iglesia Medalla Milagrosa, se observan grupos de personas con palma de ramos en las gradas ofreciéndoles a los transeúntes, los hombres y los jóvenes, por su energía, son los que están gritando, promoviendo, caminar y atender a cada cliente que llega.
Mientras que las mujeres son las que se encargan de recibir el dinero, de elaborar el ramo, convencer al cliente cuando tiene dudas, dar atenciones.
Por otro lado, en la Catedral San Miguel Arcángel, en el histórico parque central de Tegucigalpa, es donde se concentra una fuerte cantidad de vendedores que proceden de municipios aledaños como Reitoca, Alubarén, Sabanagrande y otros.
En este lugar, se observa familias completas que acampan en las afueras de la iglesia, instalan su puesto y ofrecen las palmas de ramos a cualquier caminante.
Las mujeres son las que elaboran los productos, los niños y adolescentes son los que transitan el Parque Central cargando las palmas de ramos en unas canastas, y los pocos hombres instalan pequeños puestos en los alrededores del lugar para brindar una mayor cobertura.
En la catedral Inmaculada Concepción de Comayagüela también se registra la misma escena, varias mujeres preparando las palmas y las cruces, bajo la mirada de sus pequeños hijos, aunque algunos de estos estaban más interesados en el juego en sus aparatos electrónicos, mientras los hombres a viva voz invitaban a los transeúntes a adquirir el producto religioso.
Más de 50 años de dedicación
La ciudadana María Santiago, es una mujer de más de 70 años que procede del municipio de Alubarén, que empezó a vender ramos desde los 16 años.
Al inicio, María Santiago empezó acompañando a su padre a vender los ramos en las iglesias de Tegucigalpa, pese a que nadie le enseñaba cómo hacerlo.
Sin embargo, su padre le enseñó y ha logrado transmitir esta tradición a sus hijos, con la esperanza que sus nietos puedan seguir la costumbre.
“Yo empecé a vender porque escuchaba a personas que venían a Tegucigalpa a vender acá, dije que iría pero tuve que aprender el corte de los ramos”, relató a Proceso Digital.
Señaló que en la actualidad, los costos para vender ramos han aumentado, desde el incremento del transporte como el pago al mozo para que corte la palma de olivo.
Reveló que antes le pagaba al mozo 100 lempiras, pero ahora cobra 200, mientras que pagó mil 400 para transportar a ella, su esposo, hijos y la carga de palma de olivo a la capital hondureña.
“La pobreza lo hace buscar una idea, para ganar un poco de dinero, aunque no se hace mucho”, externó.
Aunque ganemos poco, Dios nos multiplica si somos de buen corazón, destacó la vendedora.
María Santiago confesó que ella padece de problemas de salud tras que le diagnosticaron un tumor en el vientre, situación que le hizo reflexionar si participaba este año en la venta de palma para el Domingo de Ramos.
Sin embargo, dijo que su esposo e hijos todavía no dominaban el arte de hacer ramos y cruces, así que decidió ayudarles y que ellos se dedicaran a venderlas.
“No sé si estaré en el próximo año, fui a una clínica para hacerme una biopsia, pero no tengo el dinero para realizarme la operación”, expresó la entrevistada.
Vender por tradición cristiana
En el caso de doña María Ávila, es una mujer que procede del municipio de Sabanagrande, al sur de la capital hondureña, se dedica a vender palma de ramos por su tradición y celebración cristiana.
“Mi papá vendía ramos, y la tradición yo la lleve a la familia”, manifestó a Proceso Digital.
Nos dedicamos a esta actividad porque nos ayuda y es una tradición que Dios nos dejó para celebrar la llegada triunfante de su hijo a Jerusalén, acotó.
Ávila viene acompañada de sus hermanos, hijos y sus nietos, afirmando que con fe podrá vender todas las palmas, aunque reconoció que las ventas han sido lentas.
“Lo único que queremos es que todos los católicos vengan a echarnos la mano con el ramito para que la tradición de Dios sea más fuerte”, imploró.
María Ávila ofrece las palmas de ramo a cada persona que circula por el Parque Central, sale corriendo con una carga en sus brazos, devota del catolicismo, de la fe y las obras que realiza Dios.
“No sé si mis hijos seguirán con la tradición, les he enseñado que la devoción no puede ser quitada, les he inculcado lo bonito que es celebrar el Domingo de Ramos”, exteriorizó.
Lamentó que en esta ocasión percibe que las ventas son bajas, señalando que el ambiente entre los capitalinos ha sido lenta para reaccionar a esta festividad.
15 años de tradición
La señora Virginia Reyes Maradiaga, es una mujer que llegó el viernes a Tegucigalpa para vender palma de ramos en la iglesia Medalla Milagrosa a un precio de 10 lempiras.
Ella procede de la aldea El Carreto del municipio de Alubarén, acompañada de varios de sus familiares para vender palmas de ramos el viernes, sábado y domingo.
“Tenemos 15 años de estar viniendo aquí en la Medalla Milagrosa, todos los clientes son personas que vienen a la iglesia”, dijo a Proceso Digital.
Contó que su padre fue quien le enseñó a hacer las palmas de ramos y le inculcó la costumbre de venir a la iglesia Medalla Milagrosa a venderlas.
Virginia Reyes Maradiaga es de las personas que confía que cada miembro de su familia venderá toda la carga de palma de ramos este domingo.
Ella junto a su familia han pasado tres días y dos noches durmiendo en las gradas de la iglesia como parte de su sacrificio como comerciante en esta temporada.
Señaló que su oficio en Alubarén es hacer milpas, frijol y la crianza de animales.