Londres – «Este deporte ya no es para mí», se leyó en los labios de Andy Murray durante su derrota contra el joven checo Jakub Mensik. Su confesión es la aceptación de que atraviesa el peor momento de su carrera. Quizás no en dolor y dificultades, como lo fue a partir de ese 2019 en el que anunció su retirada por una lesión de cadera, pero sí por resultados: el británico ha ganado uno de sus últimos siete partidos.

A sus 36 años -cumplirá 37 en mayo-, Murray ha dejado atrás sus días de gloria y es consciente de que el ocaso de su carrera está cerca. Con su derrota en Doha, donde defendía final del año pasado, cae 16 puestos en el ránking y sale del top 50. Esto implica que le costará entrar en los Masters 1,000 y en los ATP 500.

Pese a la clara bajada de competitividad de su tenis y de haber pasado de ser un número uno del mundo, ganador de tres Grand Slams, dos medallas de oro olímpicas, además de 46 títulos -14 de ellos de Masters 1,000-, a ser un bregador que ha logrado cuatro finales de torneos menores desde 2019, Murray no pierde la esperanza.

Digan lo que digan sus resultados, Murray no ha tirado la toalla y no se ha rendido. Ha puesto todo de su parte para recuperar su tenis y su gloria, aunque el camino fuera bajando a los ‘Challengers’, ganando tres en 2023, o dejando de lado la gira de arcilla, su peor superficie, en la que ganó solo tres títulos.

El británico hipotecó parte de su carrera en el infernal 2016, en el que jugó 87 partidos, ganó nueve títulos, jugó cuatro finales más y consiguió el número uno del mundo en el último partido del año, en la final de la Copa de Maestros contra Novak Djokovic.

Esa locura le costó el físico en 2017, abandonando la campaña tras Wimbledon, y casi un año de parón hasta el verano de 2018, cuando su vuelta ya no fue lo mismo. Todo ello derivó en las operaciones de cadera, la retirada en enero de 2019 y la instalación de la prótesis en la cadera que revitalizó su carrera y le dio una última oportunidad más. Desde su vuelta a finales de 2019, escaló casi 200 puestos en el ránking, pero su tope fue la posición 37 en agosto del año pasado.

Como a otros tenistas como Dominic Thiem, David Goffin y Milos Raonic, Murray ha sido incapaz de recuperar el nivel de antaño, pese a que haya dejado muestras de brillantez puntuales, como su título en Amberes 2019, la final de Doha del año pasado, el título de dobles en Queen’s en 2019 y los dos Challengers sobre hierba el año pasado.

Además, siempre da la sensación de faltarle una pizca de suerte, no solo con los cuadros, como en el pasado Wimbledon, cuando se tuvo que enfrentar en segunda ronda a Stefanos Tsitsipas, sino también con los sets definitivos. Desde enero de 2022, Murray ha perdido 17 partidos en el tercer o quinto set.

«Se ha hablado mucho de que debería retirarse», sopesó esta semana Tim Henman, la gran esperanza británica previa a Murray. «No apoyo eso. Ser un tenista profesional es el mejor trabajo del mundo. Mientras tenga hambre, deseo y motivación de seguir trabajando duro y mientras se divierta en la pista, debería seguir. Hay suficiente tiempo por delante para retirarse».

«Con lo que ha logrado en el deporte, sería muy fácil decir «muchas gracias» e irse. Pero la recompensa está en la pista, en ganar partidos, así que no habrá nadie más frustrado que él de no poder hacerlo. Seguirá trabajando con la fe de que los resultados llegarán. Estoy convencido de que sí», añadió Henman.

Con el sueño de volver a hacerlo bien en un gran torneo, especialmente en Wimbledon, donde se convirtió en el primer británico desde Fred Perry en 1936, Murray no está convencido de tirar la toalla aún.

«¿Marchar mi legado?», respondió el escocés a un artículo de la BBC dudando de su necesidad de seguir jugando. «Estoy en un momento terrible, lo sé. Mucha gente se rendiría en mi situación, pero yo no soy así y mi mente funciona de manera diferente. No me rendiré».