Sao Paulo – Natália Pereira es, a sus 9 años, la primera niña en entrar en la categoría inferior masculina de un equipo de fútbol en Brasil, un regate al curso tradicional de la historia del deporte en el país.
Nati, que luce un llamativo lazo rojo, marcará un antes y un después en el balompié brasileño cuando este sábado dispute su primer partido rodeada de chicos representando al equipo brasileño Avaí, en la categoría sub-10.
«Cuando pasé las pruebas, mi madre me dijo que yo siempre voy a estar marcada en la historia; y eso me hace muy feliz, porque puedo abrir las puertas a otras niñas», expresó Natália en una entrevista con Efe en el Centro Olímpico de Sao Paulo.
Aunque la regla establece que las chicas pueden jugar con los varones hasta los 13 años en campeonatos federados -cuando empiezan a notarse más las diferencias físicas-, la realidad es otra.
Las niñas apenas tienen la oportunidad de hacer pruebas en equipos de niños.
«Las puertas no se abren, tienes que tocarlas muchas veces», explicó la madre de Natália, Karyna Pereira, quien narra que el día de las pruebas, el pasado enero, se presentaron unos 100 niños y su hija.
A pesar de la madurez de quien se sabe referente, Natália es, ante todo, una niña que rebosa energía y no para quieta ni 5 segundos seguidos, luce una sonrisa permanente que ocupa casi todo su rostro y camina danzando con un movimiento de pies que hace pensar que lleva consigo un balón imaginario.
La pequeña, que es original de Florianópolis, capital del estado de Santa Catarina (sur de Brasil), dice ser consciente de que recibe comentarios sexistas, sobre todo cuando «marca muchos goles y regatea mucho», pero explica que siempre proceden de los padres y nunca de sus compañeros.
«Yo no lo oigo porque, cuando entro en el campo, desconecto del mundo y no oigo nada más», adujo la pequeña, con semblante serio.
«¡Para a la niña, no puedes perder el balón ante una canija!» es sólo uno de los ejemplos que Karyna dice haber escuchado clamar de otra madre desde la grada.
Sin embargo, sus 24 compañeros varones de categoría siempre la hicieron sentir «muy bien acogida»: «Me tratan como si fuera un niño», resumió.
Lo cierto es que Natália eligió que el fútbol sería «su lugar» cuando tenía sólo tres años y, seis después, ya ha dado pasos de gigante en dirección a su gran meta: ser algún día como Marta, la seis veces considerada mejor futbolista del mundo y su gran ídolo.
«Quiero conseguir la misma cantidad de balones de oro que ella», deseó la pequeña con convicción.
De momento, Natália ya ha sido invitada a dos campeonatos internacionales, el Paris World Games y el Gothia Cup, que se celebra en Gotemburgo (Suecia), considerado este último el mundial de categorías inferiores de clubes más importante.
«Yo tenía muchas ganas de ir a Francia el 7 de junio porque ese día es mi cumpleaños y el día que empieza el mundial femenino», refirió, ilusionada.
Natalia viste su uniforme de entrenamiento y va peinada con una coleta alta coronada con un gran lazo rojo, el emblemático accesorio que le hizo ganarse el apodo de «la niña del lazo» en la prensa local.
La joven comentó que comenzó a llevarlo a petición de su madre, que no conseguía identificarla de otro modo cuando jugaba los partidos. Al principio no le gustaba, pero acabó acostumbrándose y ahora es «su marca registrada», en sus propias palabras.
La deportista entrena cuatro días a la semana durante dos horas con el Avaí, en Florianópolis, donde vive, y viaja una vez al mes los 700 kilómetros que distan de Sao Paulo para entrenar en el Centro Olímpico de esta metrópolis, una rutina que debe conciliar con la escuela.
Karyna negó haber hecho «nada diferente» para que Nati crezca libre de prejuicios: «Creemos que hay que incentivar a los hijos, mi marido y yo siempre hablábamos de ello incluso antes de que nacieran».
Natalia agradece mucho esta ayuda incondicional: «Sé que si yo le dijera a mi madre ‘Mamá, ya no quiero jugar más al fútbol’ y quisiera cambiar de deporte al ballet, ella también me apoyaría».