Ginebra/Madrid – Exalta comisionada de las Naciones Unidas para los derechos humanos (2008-2014), distinguida jurista internacional y una de las figuras más respetadas en la defensa de los derechos humanos de nuestro tiempo, Navi Pillay nació el 23 de septiembre de 1941 en Durban (Sudáfrica), en el seno de una familia originaria de Sri Lanka.

Navanethem Pillay se licenció en Derecho por la Universidad de Natal en 1967 y fue la primera mujer negra en abrir un bufete de abogados en esta provincia sudafricana. Desde allí defendió a numerosos presos políticos detenidos sin juicio, muchos de ellos activistas contra el apartheid.

En 1982 se doctoró en Derecho por Harvard, con especialización en derechos humanos y derecho internacional, y en 1992 cofundó el grupo internacional de derechos de las mujeres ‘Equality Now’, una organización con sede en Nueva York que lucha por los derechos de las mujeres y niñas a través de reformas legales, incidencia política y colaboración con organizaciones locales.

En 1995 fue nombrada jueza del Tribunal Superior de Sudáfrica, siendo una de las primeras mujeres no blancas en ocupar ese cargo.

Entre 1995 y 2003 ejerció como jueza en el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR), donde presidió el primer fallo internacional que determinó que se había cometido un genocidio de acuerdo a los criterios establecidos en la Convención de Genocidio de 1948.

Además, ese fallo determinó que la violación puede constituir un acto de genocidio, reformulando así el derecho internacional humanitario y promoviendo la justicia para los sobrevivientes de la violencia sexual en los conflictos.

En 1999 fue elegida por unanimidad para ocupar la presidencia del Tribunal. En 2003 pasó a ejercer como jueza en la Corte Penal Internacional (CPI) en La Haya, puesto que ocupó hasta 2008 cuando fue nombrada alta comisionada para los derechos humanos, la más alta responsabilidad en este ámbito en el sistema de Naciones Unidas.

Como tal, denunció violaciones en conflictos como los de Siria, Gaza y Sri Lanka, impulsó la rendición de cuentas por crímenes de guerra y promovió la defensa de los derechos de mujeres y minorías.

El 31 de agosto de 2014 abandonó el cargo tras seis años de servicio, no sin antes reprochar al Consejo de Seguridad de la ONU haber fallado a los sirios al no haber logrado parar la violencia ni investigar los crímenes cometidos. Fue sustituida por el príncipe jordano Zeid al Husein.

Tras abandonar la ONU ha seguido muy activa en la defensa de los derechos humanos.

Ha participado en grupos de reflexión sobre migración, integración y justicia en Sudáfrica, ejercido también como jueza ad hoc de la Corte Internacional de Justicia en la aplicación de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, en el caso Gambia contra Myanmar.

Actualmente preside la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte, con sede en Madrid, y el Consejo Asesor de la Academia Internacional de los Principios de Núremberg.

En 2021 pasó a dirigir la Comisión Internacional Independiente de Investigación de las Naciones Unidas sobre los Territorios Palestinos Ocupados, la misma que ha dictaminado hace unas horas que Israel ha cometido genocidio contra los palestinos en la Franja de Gaza.

En carta fechada el 8 de julio de este año, anunció su renuncia al cargo (efectiva en noviembre de 2025) por motivos de edad, salud y compromisos personales, después de expresar que fue «un honor» presidir la comisión desde su inicio.

Frente a ciertas voces que han visto alguna relación entre esa renuncia y su puesto en la Comisión sobre Palestina, Pillay ha recordado hoy en una rueda de prensa que cuanto aceptó esta responsabilidad dijo que sería por dos años y han pasado cinco, y negó que tuviera que ver con algún temor a Israel.

Recordó que su carta de renuncia fue anterior a las sanciones que Israel y Estados Unidos adoptaron contra la relatora de la ONU sobre Palestina, Francesca Albanese, y aseguró que no se siente ni intimidada ni presionada por ello.

Entre los premios y reconocimientos que ha recibido figuran: el Defender of Democracy Award de PGA (2014), el Stockholm Human Rights Award (2010) y el Premio de la Paz de Sídney (2025) «por toda una vida de defensa de los derechos humanos fundamentales, la paz con justicia y los derechos de las mujeres».

Posee también múltiples Doctorados Honoris Causa en reconocimiento a su trabajo contra la discriminación y en favor de los derechos humanos. EFE