Dakar – En Senegal, el imaginario colectivo de los emigrantes irregulares que se dirigen a Estados Unidos sueña con una vía de escape: Nicaragua.

La ruta por el país centroamericano ha experimentado en los últimos tiempos un espectacular incremento.

«Yo tenía trabajo en Senegal. Sin embargo, mi empleo no era suficiente para mantener a todos los miembros de mi familia», asegura a EFE Serigne Mbengue, deportado el pasado septiembre desde EE.UU junto a un grupo de cerca de 130 compatriotas.

Para Mbengue era su primer intento de salir del país en busca de «nuevas oportunidades».

Sin embargo, otros miembros consultados de este grupo de expulsados admiten haber realizado hasta diez intentos previos con el objetivo de dirigirse, mayoritariamente, hacia las islas españolas de Canarias (océano Atlántico).

Según cifras del Gobierno estadounidense, durante el pasado año fiscal, que tocó fin en septiembre, hasta 58.462 africanos fueron detenidos en la frontera sur de Estados Unidos. De ellos, 13.526 eran senegaleses.

Otras cifras ofrecidas por organizaciones de acompañamiento de los inmigrantes y el servicio de Protección de Fronteras de EE. UU. elevan el número de «intentos» (un mismo migrante puede haber sido detenido y expulsado varias veces en el mismo periodo al intentar cruzar la frontera) realizados por ciudadanos senegaleses hasta los 20.000, sólo entre julio y diciembre pasados.

Esta cifra es diez veces superior a lo ocurrido en 2022. Mientras tanto, en México, más de 21.000 migrantes africanos en ruta hacia Estados Unidos fueron arrestados en la primera mitad de 2023 (fecha del último registro), principalmente de Senegal, Mauritania y Guinea-Conakri, según la Secretaría de Gobernación (Segob).

Esos datos suponen un incremento del 1.250 % en únicamente tres años.

«La elección de Nicaragua se debió únicamente a las facilidades que este país me ofrecía para viajar allí», añade Mbengue, quien compartió tramos del trayecto con hasta medio centenar de compatriotas.

Como reconoce el emigrante, la preferencia de Nicaragua como trampolín hacia Estados Unidos se debe a la posibilidad de aterrizar en este país sin necesidad de visado previo, así como el interés en evitar el llamado «tapón de Darién», una densa jungla entre Colombia y Panamá, de obligado paso en destinos más al sur de América.

Costoso periplo aéreo

De igual modo, las opciones para llegar al aeropuerto de la capital nicaragüense, Managua, son variadas. Mientras algunos comienzan su periplo aéreo en Turquía tras dejar Senegal –sirviéndose de la información que les llega, sobre todo, mediante redes sociales–, otros lo hacen en Marruecos, previo paso por España, para luego hacer escalas en Colombia o El Salvador.

Llegados a Nicaragua, los migrantes continuarán por Honduras, Guatemala y México, lo que eleva el precio del trayecto hasta unos 8.000 euros, que incluye el precio de los vuelos y el pago de los «coyotes» o guías fronterizos.

No obstante, a pesar de un reciente impacto mediático, el uso de Nicaragua como escala inicial no es nuevo.

«Después de la crisis económica de 2008 en Europa, algunos migrantes senegaleses residentes en España y Portugal (…) comenzaron a descubrir las nuevas rutas hacia América Latina», destaca a EFE Pape Sakho, investigador en geografía humana en la Universidad Cheikh Anta Diop de Dakar.

En esta línea se posiciona también Abdoulaye Ngom, profesor de sociología de la universidad Assane Seck de Ziguinchor (sur).

«Cuanto más duras y restrictivas sean las políticas migratorias de los Estados europeos, más candidatos a la migración favorecerán esta ruta desde Nicaragua para emigrar a Estados Unidos», remarca a EFE el profesor.

Para Ngom, las personas que utilizan la ruta de Nicaragua tienen un perfil específico. «La mayoría de las veces proceden de familias ricas o de ingresos medios, con recursos económicos que les permiten gastar entre 5 y 6 millones de francos CFA (entre 7.600 y 9.100 euros), o incluso más, para financiar su viaje», asegura.

El mayor poder adquisitivo de estos emigrantes con respecto a aquellos que se sirven de otras rutas, como pueden ser la atlántica hacia Canarias, no evita las penurias soportadas por los deportados.

Tras endeudarse para poder realizar el viaje, los regresados encuentran una situación más agravada de aquella que motivó su partida.

Como muestra, en octubre pasado, el grupo de 130 deportados desde Estados Unidos organizó una rueda de prensa en Dakar para informar de sus limitados recursos económicos tras la expulsión.

Finalmente, la conferencia se suspendió al no contar los emigrantes fallidos con dinero suficiente para costearse el autobús que les debía transportar a la capital senegalesa.