Tegucigalpa (Proceso Digital /Por Joel Perdomo) – Yo pude haber sido una más en la lista de médicos fallecidos por COVID-19 en Honduras, sin embargo, Dios me ha dado una segunda oportunidad para vivir y seguir haciendo lo que más gusta, atender y servir a las personas, sin importar si los que necesitan ayuda tienen o no dinero para pagar por mis servicios, dijo Ofelia Lizeth Ponce Alonzo, una heroína sin capa que ha estado en primera línea en la lucha contra la pandemia en Honduras.
– Sufrió de coronavirus que le dejó secuelas graves en el corazón; tras permanecer al borde de morir, sigue de frente luchando contra el virus y salvando vidas.
Ella es una de las profesionales de la medicina que estuvo al borde de la muerte tras haberse contagiado de coronavirus en junio del 2020, justamente cuando Honduras enfrentaba la etapa más crítica de la pandemia, debido al colapso del debilitado y precario sistema sanitario.
En una amplia conversación con Proceso Digital, esta valiente mujer contó sobre su accidentada vida como profesional de la medicina; la pérdida de uno de sus riñones, al tiempo que recordó el fatídico episodio que vivió al estar 27 días hospitalizada en un sanatorio, luchando por recuperarse del COVID-19, además de las secuelas que dejó el virus en su corazón.
La doctora Ofelia, es originaria de Tegucigalpa, tiene 46 años, no le gustan las cámaras ni las entrevistas, ama su profesión, crítica a las nuevas generaciones de los médicos, considera que el sistema sanitario es precario, que no existe voluntad para desarrollarlo y afirma que el gremio médico merece mejores condiciones para trabajar.
Actualmente labora en la Sala de Pediatría del Hospital General San Felipe en Tegucigalpa y en la Clínica Solidaria de Talanga; y en sus ratos libres lo dedica para atender a las personas que necesitan de un médico, incluso cuando los pacientes no pueden llegar donde ella está, ella va a donde la requieren.
Vi a muchas personas morir por COVID
Su vida ha estado rodeada de retos y desafíos; ella particularmente, cree que esas pruebas, son como oportunidades para crecer en la vida; ya que perder un riñón, contagiarse de COVID y quedar con secuelas en el corazón; no son argumentos para dejar de ejercer su profesión.
Aún estaba convaleciente, cuando se levantó se su camilla para poder atender a las personas que estaban en la sala COVID del IHSS, donde ella era una paciente, que se debatía entre la vida y la muerte “a mí me tocó atender personas en esa sala, no estaba en mis mejores condiciones de salud, pero yo sabía que necesitaban en ese momento.
Dijo que varias de las personas con las que compartió sala en el IHSS murieron, vi a muchas de ellas fallecer en esos 27 días que estuve interna, había momentos en que pensaba que la siguiente era yo, pero he sido una mujer de fe, creo que es un milagro poder estar aquí contando la historia, ya que muchos lastimosamente no lo lograron.
No había cupo para mí en IHSS
“Dios ha sido bueno conmigo, no tenemos todas las herramientas para luchar contra un virus como el COVID-19, pero no pienso dar un paso al costado y quedarme de brazos cruzados como si nada estuviera pasando, hoy más que nunca, creo que Honduras necesita de nosotros y no debemos claudicar, expresó.
En tal sentido, recordó que iba muy delicada de salud y no podía respirar, tras confirmarse su positividad la enviaron directo a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del IHSS, pero no la ingresaron porque no había cupo para ella en ese momento, “me tocó estar en una sala de alto flujo de oxígeno y expuesta a todo, los días pasaron y nunca hubo cupo en la ICU para mí”.
Estuvo internada casi un mes en el Instituto Hondureño de Seguridad Social, y asegura haber vivido una de las peores pesadillas de su vida, ya que las condiciones en que se atendían las personas en ese tiempo –junio-, no eran dignas, porque a su juicio, ahí se conoce la verdadera realidad del sistema sanitario de Honduras.
En ese época los hospitales de la capital estaban saturados de pacientes contagiados de COVID, tanto que en el parqueo del Hospital Escuela se tuvieron que instalar tiendas de campañas para atender la población afectada por el mortal virus, “reconozco que no estuve en una carpa, pero si a punto de estarlo”, contó la galena a Proceso Digital.
Una nueva oportunidad de vida
Y es que según la doctora haberse contagiado de COVID, es el peor episodio de su vida, porque considera que es una mala experiencia que no quiere recordar, además la prueba más grande que la vida pudo haberle dado en su condición de médico, “lo que he vivido no se lo deseo a nadie, estuve al borde de la muerte, pero Dios me sanó”, externó.
Sin embargo, pese a las duras pruebas que ha tenido que vivir, cerciora que si volviera a nacer volvería a estudiar medicina, que no se arrepiente de nada y que, aunque sabe que su vida está en riesgo, no puede quedarse sentada justamente cuando hay tanta necesidad en Honduras.
Dios me ha dado una nueva oportunidad para vivir –dije la galena- y agrega que luego de saber que ha superado al COVID, es una persona distinta y sobre todo más comprometida con la sociedad “las personas que necesitan de un médico saben que conmigo pueden contar, yo nací para servir y lo hago sin esperar nada a cambio”.
No podía creer que estaba contagiada, pensé que no sufriría mucho, pero fue todo lo contrario, pasé los peores días de mi vida ahí; a todo esto, no fui bien atendida, casi no había personal y la gente que estaba ahí no tenía experiencia, aunque yo estoy muy agradecida porque logré salir con vida, un poco triste por hubo vidas que no se pudieron salvar.
La impotencia y las precariedades
Detalló que estudió medicina porque sufrió la impotencia de querer sanar a alguien y no poder, ya que su hermano Rodolfo, sufría de asma y lo tenía que llevar al hospital y entre esas tantas veces, se vio limitada al no poder lograr una atención para el menor de sus hermanos “sufrimos en carne propia el tema de la desigualdad”.
“Por eso estudié medicina, porque le prometí que lo sanaría, yo sé que al final fue Dios que hizo la obra, pero mi hermano logró superar esa crisis, sufro mucho con el dolor de las demás personas y eso fue lo que a mí me inspiró; me siento agradecida porque pude encontrar el camino correcto para vivir y servir”, expuso.
Creció en medio de muchas limitantes y precariedades que de alguna manera impactaron en su vida, pero no en su formación y sus deseos por ser alguien en la vida; “provengo de un humilde hogar donde mi madre fue la pieza clave, ya que a ella le tocó tomar las riendas del hogar, luego de que mi padre falleciera muy joven”.
Se siente orgullosa de ser hija de Rosa Beatriz Alonzo (QDDG), una enfermera que la educó con valores y principios, “ella era una mujer muy servicial, en ella conocí el rostro de la solidaridad y la verdadera vocación para ayudar a los demás; yo la vi desprenderse muchas veces de sus cosas para servir a alguien que necesitaba”.
“Para mí el político es sinónimo de corrupción”
Y es del criterio que los políticos le hacen mucho daño al país, “para mí el político es sinónimo de corrupción”, señala y considera que ese flagelo ha lacerado los sueños de miles de hondureños; pues cree que la corrupción es la responsable de las precariedades en que históricamente ha estado sometida Honduras.
Ella trabajaba en sus inicios como doctora, en San Pedro Sula, al norte de Honduras. Fue en esa época en que perdió un riñón, ella lo asocia con las altas temperaturas y sus efectos.
Después de eso, la vida me cambió por completo; siempre me pregunté porque me tocó a mí, sin embargo, no puedo descartar la misericordia de Dios siempre ha estado presente en mi vida, he tenido salud para seguir trabajando, dijo.
“El COVID me dejó secuelas, el corazón me creció; estoy en proceso de observación, pero los análisis hechos, indican que todo está bien por el momento, eso me alegra mucho porque puedo seguir trabajando en un momento en que todos necesitamos”, relató.
Servir hasta el último día de mi vida
Consideró que la pandemia se salió de control, porque no están los mejores en los puestos claves; pero, la población también es responsable de la situación porque en todo este tiempo ha prevalecido la indisciplina y desobediencia.
La doctora Ofelia recordó su infancia y su juventud como las mejores etapas de su vida, la pérdida de su madre y el contagio de la COVID, como las peores experiencias; y que pese al dolor y sufrimiento que representan, sigue en pie sin cesar en la lucha confiando en que pronto la pesadilla de la pandemia llegará a su fin.