Tegucigalpa – La versión oficial del gobierno de Estados Unidos sobre la muerte de la niña migrante guatemalteca, Jackeline Caal, señala que la menor habría fallecido por deshidratación, pero según las declaraciones de su padre, Nery Caal de 29 años, su hija nunca fue sometida a condiciones extremas y asegura que si comió y bebió antes de llegar a la frontera en búsqueda del sueño americano. 

 La menor de apenas siete años, falleció bajo custodia de la Patrulla Fronteriza de EEUU, luego de ser interceptados junto otros migrantes en una zona remota del desierto de Nuevo México, cuando pretendían ingresar de manera irregular a suelo estadounidense. 

Es así que las  declaraciones del Caal, al director de Casa Anunciation, lugar donde está hospedado actualmente, desmienten el pronunciamiento oficial del gobierno estadounidense, que según difunde The Washington Post, no se responsabiliza del lamentable hecho. 

Además, el padre de Jackeline reveló y según difunde el portalLa Opinión.com “pagó a un coyote en Alta Verapaz para el traslado de sus otros tres hijos y su esposa a Estados Unidos por lo que ahora tiene temor. En tanto decenas de familias exigen justicia y una investigación transparente del caso”. 

También culparon a la administración Trump del fallecimiento de la menor porque las políticas migratorias extremas de EEUU están llevando a migrantes a recurrir a puntos remotos y peligrosos en la frontera para entrar al país. 

La menor de siete años descendía de la comunidad indígena de Alta Verapaz, al norte de Guatemala y el pasado 6 de diciembre cruzó la frontera de forma irregular por el desierto de Nuevo México, acompañada por su padre. 

De su parte, la secretaria del Departamento de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, explicó a Noticias Fox que “estaban a 90 millas de donde podríamos procesarlos. Llegaron en una multitud tan grande que a nuestra Patrulla Fronteriza les llevó un par de veces conseguirlos a todos. Dimos atención inmediata”.   

Pero, tan solo unas horas después de su detención, Jackeline Caal estaba muerta. En ese sentido y según la agencia de noticias The Associated Press;  un formulario firmado por su padre indica que la migrante menor no estaba enferma, ni sudaba, y parecía estar alerta. 

Sin embargo, oficiales de inmigración dijeron  que el padre les dijo que la niña estaba enferma y vomitando mientras eran trasladados en autobús, un viaje de 90 minutos.

Cuando llegó a su destino, ya no respiraba. Posteriormente la trasladaron en helicóptero al hospital de El Paso, Texas, donde fue atendida de emergencia, tras sufrir dos paros cardiacos; los intentos por salvar su vida no duraron ni siquiera 24 horas porque al día siguiente falleció ahora será la autopsia que revelará las verdaderas razones de su muerte. 

La Casa Blanca indicó a través  de uno de sus  portavoces  que la muerte fue “trágica”, pero el gobierno no asume “ninguna responsabilidad” por lo ocurrido, según el diario The Washington Post. 

De igual manera la directora de defensa del Centro de Derechos Fronterizos de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), Cynthia Pompa, arguyó que las muertes de migrantes aumentaron el año pasado a pesar de que se registró un descenso en el número de cruces fronterizos. 

Agregó que “esta tragedia representa el peor resultado posible cuando las personas, niños incluidos, son sujetos a condiciones inhumanas. La falta de responsabilidad, y una cultura de crueldad dentro de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza han exacerbado las políticas que llevan a los migrantes a la muerte”. 

La muerte de la niña guatemalteca es la más reciente muestra de la desesperación que enfrenta un creciente número de familias y niños centroamericanos que se presentan en la frontera entre México y Estados Unidos, a menudo con la esperanza de solicitar asilo, creando nuevas preguntas sobre qué tan preparadas están las autoridades estadounidenses.

 La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza indicó el viernes que inicialmente la niña parecía saludable y que no mostró indicios de problemas durante una entrevista.

Su padre, que hablaba español, firmó un formulario en el que indicaba que la pequeña no tenía problemas de salud, afirman las autoridades, aunque la noche del viernes un funcionario guatemalteco dijo que el idioma nativo de la familia es un dialecto maya.