EFE/ Angelo Carconi/Archivo

Roma – Las más de 100 personas que perdieron la vida en el naufragio ocurrido en las últimas horas frente a las costas de Libia «eran solo migrantes, estiércol del cementerio mediterráneo», aseguró hoy el presidente de SOS Méditerranée, Alessandro Porro, uno de los miembros de la tripulación que viajaba este jueves en el Ocean Viking, el barco de la ONG francesa que encontró algunos cuerpos.

«Si se hubiera estrellado un avión de pasajeros, hubieran acudido las Armadas de media Europa, pero sólo eran emigrantes, estiércol del cementerio mediterráneo, para quienes no vale la pena correr, y de hecho nos quedamos solos», «sin coordinación ni ayuda de los Estados», relató Porro sobre la misión en la que el Ocean Viking «navegó en un mar de cadáveres».

La nave había acudido, junto a tres mercantes, al rescate de dos barcazas tras ser alertada por «Alarm Phone», un servicio telefónico de ayuda a los inmigrantes, que cifra en 130 las personas que viajaban en la barca naufragada en el Mediterráneo central y de la que se hallaron los restos, pero ningún superviviente.

En un emotivo relato, Porro explicó en un comunicado que «durante más de 24 horas, el Ocean Viking estuvo persiguiendo destinos en el mar, los de dos barcos en dificultades, muy distantes entre sí» y añadió: «No hemos encontrado rastro de la primera. Sólo podemos esperar que haya vuelto a tierra o que haya salido a salvo». La segunda, la que naufragó «fue perseguida por una tormenta en una noche con olas de seis metros de altura» y mientras él estaba vomitando, «afuera, en algún lugar en esas mismas olas, una balsa con 120 personas. O 100, o 130. Nunca lo sabremos, porque todas están muertas», lamentó.

«Al amanecer buscamos de nuevo, junto con tres mercantes, sin coordinación ni ayuda de los Estados. Si se hubiera estrellado un avión de pasajeros, habría habido las marinas de media Europa, pero sólo eran migrantes, estiércol del cementerio mediterráneo, para quienes no vale la pena correr, y de hecho nos quedamos solos», aseguró.

Después avistaron los cuerpos y guardaron un minuto de silencio: «Nos acercamos y navegamos en un mar de cadáveres. Literalmente. De la embarcación quedaba poco, de la gente ni siquiera el nombre».

«Las cosas tienen que cambiar, la gente debe saber», concluyó.