Tegucigalpa – Primar el entendimiento y el diálogo y no el odio y la división, demandó este domingo el cardenal Óscar Andrés Rodríguez, durante la homilía celebrada esta mañana en la catedral metropolitana San Miguel Arcángel de Tegucigalpa, donde también lamentó la cultura del asesinato y la muerte que prevalece en Honduras.

– Qué triste que seguimos en esta espiral incontrolable del asesinato y de la muerte, una madre que estrangula a sus dos pequeños recién nacidos”, lamentó.

– “Cómo necesita nuestra Honduras la Santísima Trinidad, cómo un mundo confrontado, enfrentado y dividido”, apuntó el prelado.

En los primeros 50 días de la Pascua, el prelado se refirió en la homilía al misterio de la Santísima Trinidad, que es un misterio de comunión y misterio de amor.

“Ahora se nos presenta la fiesta de la Santísima Trinidad como un programa, como un proyecto de amor y de comunión”, recalcó Rodríguez quien apuntó que la fiesta del misterio de Dios, no es la fiesta de lo irreconocible, no es la fiesta de lo misterioso, sino que es la fiesta del amor y de la comunión entre personas que no se reservan absolutamente nada para sí mismas.

Creer en el misterio de la Santísima Trinidad es creer que la comunión y el amor entre los seres humanos es posible pues amor y comunión es el dinamismo que rompe el aislamiento, que vence la tendencia al narcisismo y que posibilita el verdadero encuentro entre las personas, enfatizó.

“Cómo necesita nuestra Honduras la Santísima Trinidad, cómo un mundo confrontado, enfrentado, dividido, si verdaderamente es una Honduras que tiene fe en Jesús el Señor, sabe que el proyecto de la fe es un proyecto de comunión no de división, es un proyecto de amor, no de odio, es un proyecto de entendimiento, entre los seres humanos y no de confrontación”, recriminó el purpurado.

Agregó que es la comunión la que hace posible un crecimiento auténtico y es la comunión la que nos debe llevar al auténtico progreso del país.

“El progreso no está simplemente en que aumente el Producto Interno Bruto, que aumenten los índices macroeconómicos de nuestro país, el primer índice que debe crecer es el índice del entendimiento mutuo, de la comprensión, del diálogo y del amor, de lo contrario nos estamos engañando”, recalcó.

Cuestionó que, si nuestra fe no nos conduce a esa verdad plena, se está transformando en ideología, una ideología más y la fe no es una ideología y el mensaje de la Santísima Trinidad es un mensaje muy exigente, si decimos que Honduras es cristiana, Honduras debe creer en la Santísima Trinidad como un proyecto de comunión, como un proyecto de amor.

Apuntó que todo ser humano, aún el más humilde, está llamado a ser hijo de Dios por consiguiente tiene una dignidad y no se puede menospreciar a nadie, aún al más pequeño o el más pobre porque tienen una dignidad que hay que respetar.

“Qué triste que seguimos en esta espiral incontrolable del asesinato y de la muerte, una madre que estrangula a sus dos pequeños recién nacidos, es una persona enferma de la mente; una persona que mata a la otra, una persona que violenta a otra persona, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor y porque debemos respetar a cada uno de nuestro prójimo”, recriminó acremente el cardenal.

Pidió que ese misterio de la Santísima Trinidad que es comunión y amor, que esa vida de Dios, circule entre nosotros, que no circule la cultura de la muerte, que todos comprendamos que no podemos vivir el síndrome de Caín, somos todos responsables del cuidado de nuestros hermanos y nadie le puede quitar la vida a nadie, todos le tenemos que dar cuentas al Señor.

Señaló que cuando sentimos la necesidad de amar y ser amados, siempre que buscamos ser recibidos, cuánto disfrutamos de una amistad que nos hace crecer, cuando sabemos dar y recibir, estamos presintiendo el misterio de la Santísima Trinidad inscrito en lo más profundo de nuestros corazones.

Acotó que recordar la fiesta de la Santísima Trinidad, es recordar la familia y Dios en su misterio más profundo no es soledad, no es aislamiento, no es egoísmo, es familia, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas iguales y distintas, un solo Dios verdadero, la familia, padre, madre e hijo, tres personas distintas, pero iguales en su dignidad en un proyecto de amor.

“Si verdaderamente creemos en la Santísima Trinidad, debemos esforzarnos para que en Honduras existan familias, no familias incompletas, no familias destruidas, no familias que no son familias, cuántas veces lo hemos dicho, el proyecto de Dios no es que existan madres solteras, quiere que existan madres y padres responsables de una familia, no personas que fueron engañadas o fueron abandonadas”, increpó.

No obstante, manifestó que son admirables las madrecitas que han sabido llevar adelante hijos aún después del abandono de unos irresponsables, pero ese no es el proyecto de Dios y las jovencitas sobre todo deben ser orientadas a que su realización debe ser la formación de una auténtica familia.

Cuando se multiplica tristemente el fenómeno de las madres solteras, es multiplicar la pobreza y ese no es el proyecto de Dios por eso la Santísima Trinidad es un compromiso muy grande delante de Dios para que en la medida de lo posible siempre haya familias bien constituidas, indicó.

Aludió que la crisis del mundo actual sólo tiene salida por el camino del amor, de la comunión, de la solidaridad, entre todos los seres humanos y esa es la gran voz del Espíritu Santo que estamos invitados a escuchar hoy pues el amor y la solidaridad entre todos los seres humanos, es el único camino para curar la herida de la pobreza del mundo, todas las heridas de la humanidad, también las heridas de nuestra Honduras.

“Sólo en la certeza profunda de la presencia de Dios, en lo íntimo de nosotros mismos, podemos avanzar por el camino de la verdadera humanización, no queremos una Honduras deshumanizada, queremos una Honduras fraterna, queremos una Honduras donde podamos cada uno y cada una vivir como auténticos hermanos, respetándonos, amándonos y ayudándonos mutuamente”, reflexionó.

Recalcó que si en esta semana que está comenzando, “si ponemos nuestra esperanza en Dios, si abrimos nuestros corazones al amor, estamos seguros que se pueden superar los problemas que estamos confrontando, problemas que nos tocan a todos, ninguno se puede sentir indiferente, pero eso sí, abrirnos a la verdad porque es la verdad la que nos hace libres”.