Tegucigalpa – El cardenal hondureño Óscar Andrés Rodríguez lamentó hoy el momento desolado que vive Honduras tras la pandemia y el paso de las tormentas tropicales Eta y Iota, al tiempo que enfatizó que la reconstrucción del país no será ni de magos ni con dinero de otros países.

“La reconstrucción de Honduras no será de magos, ni de dinero que fluyan de otros países, esto va a ser de utilizar bien lo que se tiene y no seguir cediendo a la tentación de explotar al que menos tiene, de alterar precios”, apostilló el cardenal Rodríguez.

El arzobispo de Tegucigalpa aprovechó la homilía dominical para reflexionar sobre el duro momento que vive el país; más de 100 mil casos positivos de COVID-19 y más de 4 millones de afectados por el paso de los meteoros climatológicos.

“Es un momento difícil y desolado de nuestra pobre Honduras”, lamentó el líder religioso hondureño al tiempo que señaló que muchas veces la cultura está basada en lo material.

Al respecto dijo que Dios quiere preparar el corazón de los hondureños para entrar en la verdadera casa.

Ejemplificó que las labores de limpieza que realiza en la zona norte del país después de las inundaciones es también simbólicamente una forma de preparar el camino del Señor.

“Nos ha impresionado que tanta gente pobre dice, lo perdí todo, pero no he perdido a Dios, gente que ha quedado sin nada en el Valle de Sula o en Santa Bárbara”, exteriorizó.

Caviló que si Dios ha permitido que unos no sufran el dolor de los hermanos damnificados entonces “podemos aliviar el dolor de los demás”.

Acotó que aunque se a una persona se puede ayudar. “Ha habido un movimiento enorme de solidaridad, sigamos así”.

Invitó a ser solidarios y abrir el corazón al Señor para que transforme la vida de todos los hondureños.

Al igual que Juan el Bautista -dijo- debemos ir por lo esencial de la vida.

Finalmente exhortó a la oración y a colocar nuestras vidas en manos del Señor.

A continuación Departamento 19 reproduce la lectura del día tomada del evangelio según san Marcos (1,1-8):

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.»»
Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»