Islamabad.– Los afganos que viven desde hace décadas en Pakistán como refugiados han recibido con esperanzas y algo de escepticismo el anuncio del primer ministro paquistaní, Imran Khan, de debatir la concesión de la ciudadanía a los nacidos en su territorio, tras años de incertidumbre y amenazas.

En un campo de refugiados afganos formado por chabolas de barro y piedras donde viven unas 700 familias a las afueras de Islamabad, Naseem Khan no puede esconder su alegría ante la posibilidad de que le concedan la nacionalidad del país en el que nació hace 18 años.

«Nací aquí, nunca he visto Afganistán, ¿Cómo puedo decir que es mi país?», manifiesta a Efe Naseem, que trabaja en un mercado de verduras.

«Estoy muy agradecido a Imran Khan», añade el joven.

A su alrededor un enjambre de innumerables niños juega y corretea entre cabras, vacas y gallinas, mientras adolescentes varones alimentan a animales y mujeres jóvenes limpian ropa en un pequeño riachuelo que cruza el poblado.

Naseem nació en Pakistán de padres refugiados afganos que huían de la guerra contra los soviéticos, se casó en este país y en sus 18 años de vida nunca ha pisado Afganistán, una biografía similar a la de cientos de miles de otros jóvenes afganos.

Junto a él, Ibrahim Khan, de 43 años, abraza y besa al menor de sus seis hijos, para expresar la esperanza de que sus descendientes obtengan la nacionalidad y no tenga que pasar por lo que el ha pasado desde que llegó hace 37 años a Pakistán.

«No queremos ir a Afganistán. No hay paz allí ni tenemos nada, ni tierras, ni negocios, nada», afirma el afgano, tocado por una poblada barba negra y que también trabaja en un mercado de verduras.

Azard Gul, vecino del poblado, expresa sin embargo sus dudas: «No creo que nos la den (la nacionalidad). Si no ocurrió en 40 años ¿por qué iba a suceder ahora?».

Pakistán alberga a 1,4 millones de afganos registrados legalmente y se estima que a cerca de otro millón en situación ilegal, una de las comunidades de desplazados más grandes y antiguas del mundo que comenzó a llegar a territorio paquistaní con la invasión soviética en 1979.

Según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el 60 % de los afganos que residen en suelo paquistaní nacieron allí.

Afganistán se encuentra en uno de sus periodos más violentos desde la invasión estadounidense en 2001, con 1.692 fallecidos en el primer semestre, la cifra más alta registrada en un periodo similar, según la Misión de las Naciones Unidas para Afganistán (UNAMA).

A mediados de septiembre, Khan, que tomó recientemente posesión del cargo, anunció por primera vez que su Gobierno sopesa conceder la nacionalidad a los afganos nacidos en su suelo, al igual que a inmigrantes procedentes de Bangladesh, una comunidad menos numerosa. 

«La pregunta que estoy haciendo es: si no les permitimos hacerse ciudadanos, ¿qué pasará con ellos? Estas personas son seres humanos que viven en un país en el que los derechos fundamentales están siendo cuestionados y debemos tomar una decisión humanitaria al respecto», remarcó Khan ante el Parlamento.

El nuevo primer ministro del partido Pakistán Tehreek-i-Insaf (PTI) matizó que «solo quiere iniciar un debate» acerca de la cuestión, pero otros partidos enseguida atacaron su propuesta.

El anuncio supone un giro radical frente al anterior Gobierno de la Liga Musulmana de Pakistán (PML-N) del ex primer ministro Nawaz Sharif, que en 2015 dio un ultimátum a los afganos para que abandonarán el país.

Tras el ultimátum, en 2016 unos 370.000 refugiados registrados cruzaron la frontera hacia Afganistán, y cerca de otros 300.000 sin documentos también lo hicieron, pero el año pasado la cifra cayó a unos 50.000, según ACNUR.

De momento, el Gobierno de Khan no ha prorrogado el permiso de residencia para los refugiados, que finalizó el 30 de septiembre, aunque el ministro de Información, Fawad Chaudhry, afirmó la semana pasada que extenderán su estancia un año más mientras estudian la concesión de la nacionalidad.

En el céntrico mercado de F7, Ishaq Ali, que regenta una popular panadería afgana a sus 42 años, afirma que sus cuatro hijos entre 16 y cinco años y nacidos en Pakistán, se saben el himno nacional paquistaní, pero no el afgano.

«Mandarnos de vuelta (a Afganistán) es como mandar a alguien a la muerte», sentencia este miembro de la perseguida comunidad chií hazara.