Chicago (IL) – El enfermero Daniel Ortiz contrajo el coronavirus trabajando en una unidad especial de atención a pacientes de COVID-19 de un hospital de Chicago. A pesar de haber sufrido una recaída que le mandó de nuevo a casa, está ansioso por reincorporarse a la primera línea de combate de la pandemia.
«Sé que los pacientes necesitan ayuda y no veo el momento de reencontrarme con mis compañeros», expresó Ortiz, de 29 años e hijo de inmigrantes mexicanos oriundos del estado de Durango.
La Unidad de COVID-19 que integra en el Centro Médico de la Universidad de Illinois en Chicago ha sufrido un duro embate de la pandemia, con más de la mitad de sus cien integrantes contagiados por el virus, pero todos recuperados y sin víctimas fatales.
Ortiz se enfermó a fines de marzo, apenas un mes después de haberse incorporado al tratamiento de los enfermos de riesgo, y recuerda que fue como «despertar de una pesadilla».
«Estaba empapado en sudor, tenía mucho frío, tos, fiebre y mareos. Me dolía la cabeza como si me la hubieran martillado durante toda la noche», dijo.
Confirmado el contagio, fue medicado y permaneció en su casa en cuarentena, hasta sentirse bien y en condiciones de regresar a trabajar.
Los recomendaciones vigentes entonces de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) le permitieron volver al hospital con una recuperación de seis días.
«Me sentía recuperado al 100 %, pero en dos semanas me volvió una tos incontrolable y al realizarme un control, a pesar de un falso negativo inicial quedó en evidencia que había recaído», recuerda.
En la segunda etapa de la enfermedad hubo un momento que le asustó sobremanera, al despertar una noche «ahogado, con dificultades para respirar y con mucha presión en el pecho».
Ortiz temió que fuera algo grave, pero lo dejó pasar sin decirle nada a su esposa Aimee.
Ella también se enfermó, aunque el efecto del coronavirus fue más leve, mientras que en el resto de la familia no ha habido contagios hasta el momento.
«En el momento en que me sentí curado, y antes de la recaída, estuve a punto de ir a visitar a mi madre. Gracias a Dios que le hice caso a mi esposa y no fui», expresó.
Los trabajadores de la salud son uno de los grupos más vulnerables de la pandemia, por su proximidad con los enfermos infectados, y porque en muchos casos trabajan sin la protección adecuada.
Hasta fines de abril, según el CDC, había casi 9.500 profesionales de la salud enfermos de coronavirus en los Estados Unidos, con 27 muertos.
El regreso al trabajo es preocupante para Ortiz, quien admite estar «muy nervioso, aunque sin miedo».
«Son miles de emociones las que siento, pero estoy preparado mentalmente», dijo.
Con su esposa discutieron las dos opciones que se le presentaban a comienzos de marzo al ser nombrado para integrar la unidad especial: renunciar y quedarse en casa hasta que el Gobierno de Illinois decidera levantar la cuarentena, o integrarse al grupo.
«Sabía que yo podía enfermarme, y ella también, pero decidimos que me iban a necesitar en el hospital y no podía eludir la responsabilidad», expresó.
A pesar de su entusiasmo, Ortiz se siente frustrado porque la respuesta a la gente no sería la adecuada, a pesar de que «peleamos contra una pandemia a la que no le podemos ganar», en jornadas de 12 horas tras las cuales «salimos destrozados del hospital».
«Muchos salen a la calle o van a lugares públicos sin guantes o máscaras, o beben en las calles, y uno se pregunta de qué sirve nuestro esfuerzo para salvar vidas», cuestiona sobre el comportamiento de muchas personas que incumplen las indicaciones oficiales de mantener la distancia social.
El gobernador de Illinois, JB Pritzker, ha extendido la cuarentena hasta el fin de mayo, aunque han surgido protestas en Chicago y algunos condados, e inclusive demandas en la justicia para que se levante la orden ejecutiva de permanecer en casa.
Illinois ha confirmado un poco más de 79.000 casos hasta el momento, con cerca de 3.500 muertes, y un estimado de mediados de junio para alcanzar el pico de la pandemia, por lo que faltaría mucho tiempo para que las cosas se normalicen.
«Es una noticia desalentadora para todos», dijo el gobernador este lunes, al reafirmar que mantendrá el rumbo a pesar de los reclamos, pero con la ayuda de un personal médico que, como Ortiz, ponen su vida en peligro para salvar la de los demás.