Fotografía personal cedida donde aparecen los hermanos mexicanos Guillermo y Jonathan Vargas, que son enfermeros en la unidad de cuidados intensivos de un hospital de la ciudad de Greensboro, en Carolina del Norte. EFE/Familia Vargas

Atlanta (GA) – Los hermanos Guillermo y Jonathan Vargas querían servir a Estados Unidos como soldados, pero su estatus migratorio se lo impidió, no obstante hoy se encuentran en la primera línea de batalla contra un enemigo poderoso e invisible al que jamás pensaron enfrentar.

Los mexicanos son enfermeros en la unidad de cuidados intensivos de un hospital de la ciudad de Greensboro, en Carolina del Norte, y su enemigo es el COVID-19, que ha matado a unas 900 personas en ese estado y ha contagiado a por los menos 26.500, de acuerdo con cifras oficiales.

Guillermo, de 32 años, y Jonathan, de 30, también son ‘dreamers’ y, aunque se les considera «héroes» en esta guerra contra el coronavirus, al igual que otros muchos trabajadores esenciales, están conscientes de que su futuro en este país no está en sus manos y que pueden ser deportados en cualquier momento.

AMPARADOS POR DACA

Y es que ambos son beneficiarios de la Acción Diferida (DACA) y esperan la inminente decisión que la Corte Suprema se espera que tome este mes de junio sobre este programa que impulsó el Gobierno del expresidente Barack Obama y que ha permitido a centenares de miles de jóvenes inmigrantes estudiar y trabajar en este país.

«Siempre hemos querido servir a nuestra comunidad, a nuestro país y, aunque no pudimos ser militares por nuestro estatus migratorio, lo que hicimos fue tratar de servir a nuestra comunidad de otra forma y pues entramos a la rama de la enfermería», relata Jonathan a Efe.

Los hermanos originarios de Puebla llegaron a Estados Unidos hace 18 años, cuando eran niños, y, aunque se siente orgulloso de sus raíces mexicanas, aseguran que éste es ahora su país, donde han crecido y formado, a pesar de no contar con papeles y tener que convivir con el «fantasma» de la deportación.

«Este es mi país. Que no tenga los documentos que digan que este es mi país es una lástima, pero claro que éste es mi país. Estoy orgulloso de dónde vengo y no me olvido de mi país natal, pero esta es mi casa, aquí está mi vida, aquí tengo a mis amigos, aquí están mis padres», dice Guillermo.

CUIDANDO A LOS PACIENTES MÁS ENFERMOS

En la primera línea de defensa, los hermanos se concentran en sus paciente.

A pesar de la incertidumbre con la que viven mientras esperan el fallo de la Corte Suprema, los hermanos aseguran que cuando trabajan se olvidan de sus asuntos personales y se concentran en atender a sus pacientes porque, afirman, la situación en Carolina del Norte es seria y que los casos de coronavirus continúan aumentando.

«Cuando vamos al hospital no podemos estar pensando en nuestros problemas, estos problemas se deben quedar fuera y hay que enfocarse en cuidar lo mejor posible a esos pacientes, porque están muy enfermos», dice Guillermo.

Pero el temor está latente todos los días en su vidas y en las de otros 650.000 «soñadores» que actualmente están amparados por DACA, según datos del Servicio de Ciudadanía e Inmigración (USCIS, en inglés).

«No quiero ser pesimista, pero con esta administración (del presidente Donald Trump) realmente no creo que el resultado sea muy bueno. Estamos preparados para lo peor», expresa el enfermero mexicano.

Jonathan está casado con una ciudadana estadounidense, Leah, que también trabaja de enfermera en el mismo hospital en la ciudad de Greensboro, por lo que -explicó- su situación es «un poco diferente» a la de Guillermo, pues de esa forma está tratando de arreglar su estatus migratorio.

«Nada está garantizado, por eso decidimos compartir nuestra historia con la prensa, para ver si podemos ayudar a gente como nosotros y también para educar a los estadounidenses sobre lo que los inmigrantes aportan a este país, sobre todo ahora que está en una crisis», manifestó Jonathan.