Tegucigalpa – “Estoy celebrando una nueva vida en la pascua, ciertamente lo puedo decir desde el fondo de mi alma, tengo una nueva vida”, expresó este Jueves Santo el cardenal Óscar Andrés Rodríguez, en su reaparición en la misa crismal celebrada en la Basílica Menor Nuestra Señora de Suyapa, luego de recuperarse del COVID-19.

-La realidad en que vivimos nos exige una creatividad y presencias virtuales, salir en los medios a buscar a los alejados y a los indiferentes, apuntó.

Cabe recordar que el 31 de enero pasado, fue la última eucaristía celebrada por el cardenal Rodríguez, antes de caer víctima de la enfermedad del coronavirus.

“En este Jueves Santo en que nos reunimos en una atmosfera eminentemente sacerdotal para la consagración del Santo Crisma y la bendición de los santos oleos, con ustedes queridas hermanas y hermanos, hermano sacerdote con representantes de las parroquias, queremos saborear estas palabras cómo le pagaré al Señor el don de la vida y del sacerdocio ministerial”, apuntó.

Refirió que la llamada misa crismal responde a nuestro corazón agradecido acorde a la renovación de nuestras promesas sacerdotales “y para mí es una ocasión especial para agradecer a la clínica, a los doctores, personal de enfermería y a todo este pueblo de Dios que me ha apoyado con sus oraciones, he sentido esa fuerza que me tiene con vida”.

Refirió que recibió una tarjeta de felicitación por la pascua de resurrección que contiene la frase: “Celebrando una nueva vida en la pascua, ciertamente lo puedo decir, desde el fondo de mi alma, tengo una nueva vida”, manifestó visiblemente emocionado el líder religioso.

Añadió que ese es un gran regalo en la pascua de la resurrección, es una nueva vida, es una autentica vida de un Señor Jesús que no es una idea ni una teoría ni una doctrina, un Dios y hombre, uno de nosotros que resucitó y vive para darnos vida.

Comentó que qué hermoso es reconocer con un corazón agradecido la vocación sacerdotal como el regalo más grande que Dios nos ha dado.

Señaló que hoy se van a bendecir y consagrar los santos oleos que llevarán el bálsamo de la gracia divina al pueblo cristiano, en ese sentido, encomendó esa bendición a los enfermos que serán ungidos y también a todo el personal de salud que los atiende.

“No nos abandonemos pensando que se ha superado ya la emergencia, encomendó en la oración a todos aquellos que nos atienden espiritualmente, los capellanes de hospitales, los agentes pastorales, los ministros extraordinarios de la comunión. En la celebración de esta santa misa, hemos pedido para todos los que participamos de su consagración sacerdotal dar testimonio de su amor redentor; esto significa que todos los que se encuentren con nosotros descubran que hay una persona que vive en nosotros y nos impulsa a ser lo que somos, el Señor Jesús”, expresó el purpurado.

Rodríguez agradeció una vez más de corazón y en forma pública el gran trabajo pastoral de los sacerdotes, su dedicación, su sacrificio, cariño y celo pastoral y aunque sabemos que la iglesia está en manos de Dios, también es cierto que sin su mediación humilde y sencilla, desaparecería la vida misma de las comunidades al tiempo que los animó en la lucha porque nunca ha sido fácil seguir al Señor Jesús, nunca ha sido fácil remar mar adentro y corriendo el riego de fatigarse cuando el viento es contrario.

“En este año y medio de pandemia que ha cambiado radicalmente nuestra actividad pastoral y la misma celebración de la Semana Santa, gracias por su creatividad, gracias por todos los esfuerzos para llegar a la iglesia doméstica. La realidad en que vivimos nos exige una creatividad y presencias virtuales, salir en los medios a buscar a los alejados y a los indiferentes, y no pensar en que podemos esperarlos o despedirlos ya en la puerta del templo, pero sin desanimarnos”, refirió el prelado.

Apuntó que en este día de gracia y bendición queremos renovar el fervor sacerdotal contemplado al Señor Jesús sumo y eterno sacerdote y a la vez contemplar nuestro ministerio sacerdotal.

Pidió a los presbíteros, recordar la homilía del papa Francisco en el Vaticano en su misa crismal, la que les puede ayudar muchísimo a seguir adelante amando el sacerdocio.

Durante la misa se hizo la bendición al oleo. de los enfermos, oleo de los catecúmenos y por último el santo crisma portado por el padre Juan Ángel López y el sacerdote Ramón Maradiaga.

La celebración de los sacramentos, nuestras bendiciones, todo lo que hacemos y decimos, nuestra vida misma, no son actos mágicos, es el amor de Dios que nos capacita para ser como Cristo puente entre Dios y los hombres.

“Por eso en este día en que renovamos nuestras promesas sacerdotales del día de nuestra ordenación, conviene preguntarnos cómo hemos administrado la multiforme gracia de Dios. Somos presbíteros de la iglesia por el amor y la elección de Dios y no por nuestras capacidades o talentos humanos. Sabemos reconocer en la persona del obispo al padre en torno al cual la iglesia particular como comunidad de creyentes se va formando y alimentando”, expresó el también arzobispo de la arquidiócesis de Tegucigalpa.

Recordó que la unción que reciben los presbíteros el día de su ordenación sacerdotal debe refrescarse una vez más para que el jubilo de sus primeros pasos como presbíteros se renueve y revitalice.

En ese sentido, pidió a los laicos católicos, orar por sus sacerdotes, que el Señor derrame abundantemente sobre ellos sus dones celestiales para que sean fieles ministros de Cristo sumo sacerdote y los conduzca hacia Él que es la fuente única de salvación.

“Por favor continúen orando por sus sacerdotes y por este servidor de ustedes, les ruego que en este día tan especial en el que conmemoramos la institución del sacerdocio y del sacramento de la eucaristía, tengan una palabra de gratitud para con estos hermanos suyos que cada día les regalan el pan de la palabra y el pan de vida que tanto necesitamos”, demandó el cardenal.

Pidió a los sacerdotes celebrar siempre con fervor la Santa Eucaristía y volver a descubrir el sacerdocio a la luz de la eucaristía. El recuerdo de Cristo rodeado por sus apóstoles en la última cena, les conduzca a un dinamismo mayor de fraternidad y comunión.

Encomendó a la Virgen de Suyapa, el presbiterio, conservarlos con salud material y espiritual, sobre todo fieles a su hijo Jesús para que no fallezcan en el camino sino por el contrario, en medio de la cruz y las dificultades puedan responder siempre “aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”.