El presidente estadounidense, Donald J. Trump (c), participa en una reunión con fabricantes y productores en el Despacho Oval en Washington D.C (Estados Unidos). EFE/Archivo

Washington, 4 feb (EFEUSA).- El presidente, Donald Trump, pronunciará mañana finalmente su segundo discurso sobre el Estado de la Unión, después del retraso ocasionado por el último cierre parcial de la Administración, el más largo de la historia y que ha dejado un Congreso aún más crispado.

La principal incógnita sobre la alocución de Trump reside en si usará esa tradicional plataforma para declarar una emergencia nacional sobre la «crisis fronteriza» que, según él, vive el país en el linde sur con México.

A través de esa estrategia, el mandatario podría reasignar fondos militares o de desastres naturales hacia la construcción del muro fronterizo, una amenaza que ha repetido frecuentemente en las últimas semanas.

De hacerlo, la decisión sería llevada a los tribunales por la oposición demócrata y organizaciones civiles, y probablemente rechazada por el Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito, que ya ha bloqueado varias iniciativas de Trump en materia migratoria.

Otro enigma sobre el discurso, que tendrá una duración cercana a una hora, es si Trump anunciará o no la fecha de su segundo encuentro con el líder norcoreano, Kim Jong-un.

Un alto funcionario explicó a los periodistas en una rueda de prensa telefónica el jueves que el discurso girará en torno al lema «Eligiendo grandeza», una frase que evoca al ya famoso «Make America Great Again» («Haz a Estados Unidos grande de nuevo») de Trump.

De acuerdo a la misma fuente, Trump destacará por encima de todo cinco puntos: acabar con la inmigración ilegal; acuerdos comerciales (incluyendo China y el T-MEC); aumentar el gasto en infraestructura; bajar el coste del acceso a la sanidad; y esfuerzos militares y diplomáticos en el extranjero.

La Casa Blanca, que no ofreció más detalles sobre el contenido, sí apuntó que la situación en Venezuela «será mencionada» en esa alocución, sin más especificaciones.

«Será un discurso unificador y visionario, que mire hacia el futuro de nuestra nación», repitió en varias ocasiones el funcionario, que prefirió permanecer en el anonimato.

Pese a que el objetivo de esta tradición es trazar puentes comunes entre ambos partidos y enviar un mensaje de unidad a los ciudadanos y demás países, en esta ocasión se vislumbra como una tarea complicada.

La batalla de las últimas fechas entre Trump y la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, sobre la celebración del discurso del Estado de la Unión es la punta del iceberg de la crispación que existe entre la líder demócrata y el inquilino de la Casa Blanca.

Inicialmente Pelosi invitó a Trump a ofrecer su discurso presidencial en el Congreso el 29 de enero, aunque luego se retractó y dejó la convocatoria sine die, a expensas de que el cierre parcial administrativo terminase.

Una vez Trump cedió a reabrir la Administración de manera temporal sin fondos para el muro, el motivo principal de la parálisis administrativa, Pelosi y el presidente acordaron que el discurso en el pleno de la Cámara Baja se celebraría el 5 de febrero.

El desgaste del cierre parcial administrativo, que perjudicó directamente a unos 800.000 trabajadores federales que no percibieron su salario, también afectó a los legisladores republicanos y demócratas.

Una escasa parte de los ciudadanos, de acuerdo a varias encuestas a nivel nacional, vieron con buenos ojos que Trump decidiera mantener cerrada la Administración si el Congreso no aprobaba más recursos para la construcción del muro.

Ante la presión popular, Trump accedió a reabrir parte del Gobierno hasta el próximo 15 de febrero, fecha en la que expiran los nuevos fondos aprobados.

Durante estas semanas, un comité bipartidista de la Cámara de Representantes y del Senado se reúnen para desarrollar una propuesta de fondos para el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, en inglés), una iniciativa que Trump ha calificado de «pérdida de tiempo».

Este nuevo gesto de Trump hacia los legisladores tampoco ha sentado bien en el Congreso, que recibe a su presidente con un ambiente aún más crispado de lo habitual.