Fotografía fechada el 13 de julio de 2020 que muestra al arquitecto Percibald García, mientras relata cuentos a menores en el barrio de Tlatelolco de Ciudad de México (México). EFE/José Pazos

México – Todos los días poco después de las tres de la tarde, el pequeño Patricio se evade del confinamiento saliendo a su balcón a esperar a su amigo Percibald, quien a través de un altavoz le cuenta cuentos a él y a sus vecinos en el barrio de Tlatelolco, en la Ciudad de México.

El cuento diario que lee todos los días desde hace dos meses busca que los niños, usando su imaginación, puedan salir del encierro al que los ha condenado la COVID-19, que suma en México más de 300.000 contagiados y 35.491 fallecidos.

La idea nació de la inquietud de atender las necesidades de la niñez que produce el encierro de esta cuarentena y, cada día, se ha ganado a más y más pequeños que quieren verlo, escucharlo y pedirle cuentos en este popular barrio capitalino.

«Nos olvidamos o dejamos en la sombra que los niños tienen sus necesidades y su propia manera de sentir y pensar el mundo», dice este martes a Efe el arquitecto Percibald García.

Cuenta que un día, en medio del encierro, se percató de la necesidad que tenían los niños de lidiar con su aburrimiento e inspirado en sus recuerdos de infancia, se dio cuenta de que a través de la lectura podría ayudar a sus pequeños vecinos a desconectar su mente por unos minutos.

En el altavoz suena una canción del cantautor mexicano Cri Cri, lo que augura que en breves minutos comenzará «De la casa a la Plaza: narraciones para Tlatelolco», el proyecto que Perci, como lo conocen en estos grandes bloques de edificios, ha creado en la pandemia.

Pequeñas cabecitas comienzan a salir de los balcones y saludan a distancia a «su amigo el cuenta cuentos».

Patricio y su mamá, Fernanda Silva, viven en uno de los edificios de Tlatelolco y desde el 17 de marzo prácticamente no han salido, por lo que esta experiencia ha marcado un antes y un después en medio del encierro.

«Es algo súper positivo porque fomenta en los niños salirse un poco del estado mental de estar encerrados de su casa», explica a Efe Fernanda.

En los dos meses que ha durado esta iniciativa, Patricio ha sido un habitual oyente de los cuentos, pero ahora que Fernanda ha tenido que volver al trabajo, la amenaza de ya no escuchar más historias le hizo regalarle a Percibald un dibujo de Aladín en señal de agradecimiento.

«Esa fue su preocupación y por eso le hizo el dibujo a Perci por si un día ya no podía estar», cuenta Fernanda.

MÁS DE 50 CUENTOS

Durante el proyecto, García estima que ha leído más de 50 cuentos entre los propios, los que traen los invitados, ya que cada quincena un colectivo llamado «Los cuentos del dragón» acude a las unidades a leer cuentos con marionetas, y los que proponen los pequeños.

«No nos gusta dictaminar cómo va el proyecto. Los mismos niños nos dicen, quiero que nos traigas ‘Caperucita'», dice Percibald.

Aunque a él, confiesa, le gusta leerles cuentos de Jorge Ibargüengoitia porque, a su parecer, «son muy divertidos, mexicanos» y reflejan mucho de la cultura nacional.

Aquí puede llegar a leer cualquier persona, pues la idea es mantener la tradición oral y artística que tiene el lugar. Pero también, quien no puede asistir personalmente, puede enviar una colaboración.

«Nosotros hacemos la invitación de que quien no puede venir a Tlatelolco porque vive muy lejos o hace cuarentena estricta pueda mandar un video. Ellos graban un video, nos la mandan y la transmitimos en la bocina», dice.

Para los niños, estas historias son algo más que un pasatiempo. Fernanda reconoce que en Patricio ha marcado una diferencia pues, en medio de la pandemia, ha hecho un amigo.

«Nosotros no somos de la Ciudad de México y la familia está lejos. (Patricio) les ha platicado a sus abuelos, a sus primos, que tiene un amigo que le cuenta cuentos», dice.

NO CEDER ANTE LA TECNOLOGÍA

Percibald sabe que la tecnología se ha vuelto una compañera indispensable, más aún en estos tiempos donde el confinamiento obligó a la digitalización.

«El trabajo se volvió digital, la escuela, la cocina, el súper, todo es digital», dice.

Por ello esto es un acto de resistencia a ese proceso de digitalización. «Es evidente que tenemos que movernos hacia allá pero creo que no tenemos que entregar estos espacios de manera tan sencilla».

Para él, esta es una tradición oral que adquirió a través de su madre y su abuela, ambas nativas de la comunidad y quienes a través de cuentos e historias le transmitieron su cultura y su historia.

«A través de esta tradición oral me heredan el arraigo al territorio. Esa herencia, ese proceso no debe perderse. Debe continuar a través de la tradición oral. Mi intención es preservar eso», afirma.

En situaciones como la de esta pandemia, García piensa que la sensación de pertenencia a una comunidad es muy importante, por eso cree que su iniciativa de cuenta cuentos itinerante es de gran importancia.

«Muchas veces no importa mucho el cuento sino la acción de estar en la plaza y hablándoles a los vecinos. Nosotros le damos cariño a nuestra comunidad y recibimos cariño de nuestra comunidad y eso al final la hace más fuerte», reconoce.

Aquí, en Tlatelolco, entre las tres y las cinco de la tarde, sin duda, es la hora de los cuentos. Colorín colorado.