Tijuana (México) – En la zona de playas en Tijuana, la mayor ciudad fronteriza de México con Estados Unidos, se ubica Casa de Luz, un refugio para migrantes LGBTI que arriban a la urbe y que no encuentran espacio en otros lugares por sus políticas internas.
La política del albergue, a unos 13 kilómetros del puerto fronterizo de San Ysidro, en el límite con California, es ser “un espacio inclusivo e incluyente», por lo que acogen a familias diversas, jóvenes no acompañados y personas con vulnerabilidades y riesgos, según expuso a EFE su fundador, Irving Mondragón.
Casa de Luz cumplió cinco años de su fundación en marzo y se ha convertido en un referente en Tijuana, en particular para la población LGBTI desplazada de sus países por la violencia y la discriminación, que también afronta en el trayecto.
Un proyecto que nació de una caravana
Mondragón refirió que, sin tenerlo en cuenta, este proyecto comunitario se gestó a partir de la experiencia que tuvieron con la caravana migrante de 2018, cuando él fue acompañante del grupo.
“Cuando llegamos a Tijuana, el plan era apoyar durante tres meses al grupo de la comunidad LGBTI y comenzamos en una casa abandonada, la reestructuramos y acondicionamos», relató.
«Y al ver cómo estaban funcionando las políticas migratorias en Estados Unidos (en el Gobierno de Donald Trump) enjaulando a los niños y separando las familias, nos organizamos y prolongamos por otros tres meses”, agregó.
Tras afrontar irregularidades y encontrar personas que querían «aprovecharse» de los migrantes, organizaciones civiles donaron el actual espacio en el que están, que él llama «hogar».
La adversidad de la estigmatización
En este periodo, el albergue ha resentido «las políticas migratorias inhumanas de Donald Trump y, después, llegó Joe Biden con promesas de una reforma migratoria y al sistema de asilo también, lo cual no fue verdad», según comentó Mondragón.
En un comienzo, recibían a cientos de migrantes que de manera frecuente llevaba el Instituto Nacional de Migración (INM) para resguardarlos, lo que generó tensiones entre los vecinos derivado de la estigmatización.
“Cuando llegamos hubo un gran rechazo, en una ocasión nos quemaron parte del albergue con colchones, el narcotráfico quería reclutar a los menores (de edad), hubo personas que fueron violadas, que fueron agredidas en el cruce fronterizo, otros torturados, detenidos por las policías por no tener papeles», lamentó.
Agregó que “fue un contexto de mucho miedo» y que los vecinos «tenían una concepción muy equivocada de las personas».
«Desde el principio hemos luchado con eso porque en algún momento nos indicaron que los espacios que alojaban a personas de la población LGBTI tenían que estar dos kilómetros alejados de cualquier otro grupo vulnerable, que no podíamos convivir con familias, que no íbamos a recibir ningún apoyo”, destacó.
‘Que me acepten tal y como soy’
Osiris Natalia, originaria de Honduras, es una de las residentes del lugar, donde encontró calma y tranquilidad tras huir en 2018 de su país por la violencia.
No tenía claro a dónde se iba a dirigir, solo salió hacia México y cuando cruzó la frontera, las autoridades mexicanas la llevaron a una prisión local en Tapachula, en el límite con Guatemala.
“Jamás me imaginé que estaría en una prisión y estuve cuatro meses Sufrí unas cosas algo terribles, logré salir, pero estuve nueve meses más y luego me fui a Saltillo (ciudad del norte de México), porque (Coahuila) era de los estados que protegía a la comunidad LGBTI, pero fue todo lo contrario”, dijo.
Al llegar a Tijuana, afrontó mucha desinformación y se entregó a las autoridades estadounidenses ante el miedo de sufrir un secuestro, pero la deportaron.
Aun así, no estuvo mucho tiempo en su país y regresó directamente a Tijuana para vivir con libertad su sexualidad.
“Lo que busco y lo que intento es ser una persona libre, dejar de ocultarme y ser como yo me identifico, es lo que busco, tratar de sentirme bien, salir a la calle y ser tal y como soy sin estar fingiendo lo que no soy y que la sociedad me acepte y me deje ser como soy”, puntualizó.