Tegucigalpa – Muchos de los inmigrantes que cruzan por Honduras en ruta hacia los Estados Unidos alivian sus penas en la «Iglesia en las Calles», en Tegucigalpa, donde reciben atención y toman un descanso en su tortuoso viaje.
«Ellos andan en las calles, nos quedamos más con los que no tienen dinero para seguir el viaje», dijo a EFE el pastor Pablo Rovelo mientras atendía el jueves por la noche en la «Iglesia en las Calles» a una veintena de venezolanos y una pareja de colombianos con dos niños pequeños que este sábado retomaban su viaje.
La situación en Venezuela «sigue fea»
Por lo general, los inmigrantes son atendidos en la iglesia durante dos días, pero hay algunos que se quedan «hasta cuatro para que puedan relajarse, reponerse del viaje y recoger ese dinero que necesitan para seguir su viaje», explicó el religioso.
Personal de la iglesia sale todas las noches a buscar inmigrantes que llegan en autobuses a dos sitios en Tegucigalpa, para llevar a los más necesitados al albergue, donde les preparan cena y les ofrecen abrigo, frazadas y una colchoneta para que duerman.
Además, indicó Rovelo, se les facilita el aseo personal y que puedan lavar su ropa.
«Hace un mes y ocho días que salí de Venezuela. En Venezuela (hay) total corrupción, hay que salir, no te da para vivir», dijo a EFE la inmigrante de ese país Sunny Tehany Méndez, de 36 años, quien ha llegado hasta Honduras con un hijo de 21 y una hija de 10.
A otra hija, un nieto y su nuera, dijo que les hizo regresar desde Colombia a Venezuela porque tuvo «mucho miedo» al momento de internarse en la selva de Necoclí (límites entre Colombia y Panamá, cerca al tapón del Darién).
Méndez, según su relato, estudió administración de empresas en su país y estuvo trabajando un tiempo en República Dominicana en una empresa de limones, pero al regresar a su país, se enteró de que la situación «sigue fea» y tuvo que salir «por la delincuencia y el hambre, ahí uno se acostumbra a pasar hambre».
Para agenciarse dinero para el transporte en cada país que van cruzando, Méndez y otra compatriota suya albergada en la misma iglesia coincidieron en que se dedican a «vender chupetas» (caramelos planos).
Mientras Méndez hablaba con EFE, su hija se entretenía en la colchoneta con un teléfono móvil, como ajena a la dura realidad que enfrentan los inmigrantes en su odisea para llegar a Estados Unidos.
Más de 120,000 han cruzado Honduras en 2022
Germán Montesinos, también venezolano, indicó que es del estado de Aragua, de oficio panadero y lleva tres meses como inmigrante.
Agregó que estaba viviendo en Colombia, que de Venezuela se tuvo que ir «por la situación económica» y que el martes llegó a Honduras, donde lo han «recibido bien».
«Somos panaderos, pero ahora somos migrantes, estamos sin trabajo. Nuestra idea es llegar hasta los Estados Unidos, pero en cada país tenemos que quedarnos, necesitamos apoyo, más que todo trabajo para ganarnos el pasaje y seguir avanzando», subrayó.
Germán compartía uno de los espacios en la «Iglesia en las Calles» junto a otros tres venezolanos: Julio (albañil), su esposa, Marilú, y su hija Wismary, de unos diez años.
En el mismo espacio, enferma y con dos hijos de dos y cuatro años, descansaba Génesis Pereira, de la misma nacionalidad, quien expresó a EFE que en su país sobrevivía del trabajo doméstico.
Similar es la situación del barbero Hernán Ortiz (27) y su esposa Laura Franco (25), de nacionalidad colombiana, procedentes de Bogotá, quienes llegaron hace cuatro días a Honduras, con dos hijos, una niña de un año y un niño de tres.
Los colombianos no tienen familia en Estados Unidos, según señaló Hernán, quien muy animado expresó que «la fe está intacta».
Muchos de los venezolanos que han llegado a Honduras y se han ubicado en varios albergues en Tegucigalpa, piden a diario dinero en las calles de Tegucigalpa para el pasaje que los lleve hasta la frontera con Guatemala, o con El Salvador, señalando que no quieren quedarse aquí, sino «llegar a Estados Unidos».
En lo que va de 2022 más de 120,000 inmigrantes irregulares en tránsito por Honduras han sido registrados por las autoridades, lo que «ha desbordado las capacidades institucionales», según el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (CONADEH).
La mayoría de los inmigrantes son cubanos, venezolanos, haitianos y ecuatorianos, y en menor número procedentes de Angola, Afganistán, Bangladesh, Brasil, Colombia, India, República Dominicana y Senegal.