México – Para Maribel Rueda su vida «es como estar siempre en un sube y baja de emociones, a veces triste, a veces eufórica, muchas ocasiones ansiosa, impulsiva, temerosa, sensible, llorona, tímida», según contó a Efe esta mujer diagnosticada con trastorno bipolar, en ocasión del Día Mundial de la Salud Mental.
Cuenta que desde niña supo que algo estaba mal en ella. «No me entendía con las personas a mi alrededor; cualquier cosa que para los demás era insignificante era demasiado para mí», admite.
De 44 años, Maribel -quien no fue sino hasta su edad adulta que fue diagnosticada con trastorno bipolar- forma parte de entre el 1 % y 2 % de la población mundial con este padecimiento, una enfermedad mental que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), es la sexta causa de discapacidad a nivel mundial.
El 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, y este trastorno forma parte de los cuatro reconocidos por la OMS como enfermedades mentales, pues además de la bipolaridad están la ansiedad, la depresión y la esquizofrenia.
Como en casi todos los casos, Maribel considera que fue en su etapa adolescente cuando se hicieron más fuertes los síntomas de su padecimiento.
«A los 17 años empecé a sentir ansiedad; sentía que no podía alcanzar metas en mi escuela y con las personas. Eso me llevó a tener palpitaciones, sudoración y no estaba contenta. Me sentía mal, estaba estresada, tenía problemas familiares», asegura.
Cuenta que siempre se sentía «triste, desesperanzada, buscándole sentido a la vida».
Pese a acudir con especialistas, refiere que sus altibajos emocionales eran frecuentes, y se extendieron también en su vida universitaria. «Me vino una depresión de nueve meses», dice.
En ese momento, explica, no se podía levantar de la cama, la tenían que bañar y se la pasaba llorando.
«Sentía que ya no podía terminar mi carrera, pero mi madre me animó y pude terminar la licenciatura en psicología industrial», reconoce.
De acuerdo con la psiquiatra Yolanda Pica Ruiz, los trastornos bipolares más comunes son el Tipo 1, que se presentan con episodios de manía que desatan una exaltación de afecto, ausencia de sueño durante días, incremento de energía y deseo sexual. Dichas crisis duran dos semanas, aproximadamente.
También está el Tipo 2, que se manifiesta con episodios de hipomanía, reflejados en alteraciones anímicas menores y con una duración aproximada de cuatro días.
Además del cerebro, estos padecimientos afectan el resto de la salud, incluyendo la sexual, y también son personas propensas al suicidio.
De hecho, la OMS asegura que la principal causa de mortalidad en pacientes con este trastorno es el suicidio, y tienen 15 veces mayor riesgo que la población en general de atentar contra su propia vida.
Maribel reconoce que los altibajos de la enfermedad la llevaron a pensar en el suicidio.
«Yo decía que me estaba castigando, pero al final pude superar esa sensación; sin embargo, empecé a sufrir afectaciones como que mi mano comenzó a agitarse y no podía parar, luego sentía que estaba sorda, que el aire hacía que me dolieran los oídos», relata.
En 2009, tras la epidemia de influenza que se desató en México, asegura, «me volví maniaca, no quería salir, me cubría la boca, no tocaba nada. Era un suplicio».
No fue sino hasta la consulta con otros especialistas, un neurólogo y otro psiquiatra, que le fue diagnosticada la enfermedad, pasados sus 30 años de vida.
Aunque Maribel asegura que la enfermedad le ha impedido llevar una vida normal, hoy con medicamento puede llevar una vida funcional. «Doy clases de piano, escribo poemas, puedo llevar una mejor vida», admite.
Finalmente, recomienda a quienes padecen una enfermedad mental a no dejarse influir por los estigmas, «comer saludablemente, hacer ejercicio, encontrar un porqué en la vida, para estar mejor y más plenos, porque sí se puede estarlo», finaliza. EFE