Madrid- Con 15 años se casó con Pablo Escobar, el mayor narco de todos los tiempos, pero no fue hasta hace dos años, con 56, cuando Victoria Eugenia Henao empezó a «transitar» por la historia de la vida con su marido para sacar conclusiones como ésta: «Las mujeres que amamos demasiado pagamos a veces precios muy altos».
Lo dice en una entrevista con Efe en Madrid, donde la viuda de Escobar, de cuya muerte acribillado a balazos se cumplen 25 años, ha recalado para promocionar su libro «Pablo Escobar: mi vida y mi cárcel» (Península), que escribió después de estos años de viudedad porque comprendió que «permanecer en silencio no estaba siendo sano» para su vida personal y social.
«Hay muchas opiniones acerca de mi vida, de gente que no me conoce, que no sabe quién soy, qué pienso, qué viví. Y me pareció responsable por mis hijos que se conociera mi historia desde mi sentir», resume Henao el motivo por el que escribió este libro.
Un compromiso que, según resalta, tiene también con la sociedad colombiana, que sufrió mucho la guerra del narcotráfico, «todo este horror».
Fue de su hijo Sebastián de quien aprendió. Porque él «tuvo el coraje de mirar a las personas a los ojos y de pedir perdón a Colombia por todos los horrores de su padre». Y fue él también quien la animó a escribir este libro, que finalmente hizo pese al «miedo» que le daba dar ese paso.
Henao, que cambió su nombre legal por el de María Isabel Santos Caballero y se trasladó con su familia a Argentina, asegura que quiere «dar la cara», consciente, no obstante, de que el libro tendrá todo tipo de reacciones.
Pero asegura que no busca resarcirse, sino solo que se le escuche.
Y a la pregunta de si cree que se entenderá que no hiciera nada para frenar la actividad delictiva de su marido, responde: «No sé cuántas mujeres en este mundo tenemos el poder de parar a los hombres. Las mujeres que amamos demasiado o incondicionalmente a veces pagamos precios muy altos, y uno de ellos es que no tenemos ni voz ni voto al lado de los hombres. Yo nunca lo tuve»
En los primeros años de matrimonio nunca conoció ninguna actividad delictiva de Escobar. Por el contrario, era un «reconocido empresario» con quien todos los políticos se sentaban. «Tenía muy buena imagen. Desde ese lugar yo lo miraba», añade.
Porque Escobar, según su viuda, era entonces un hombre «muy amoroso, romántico, de muy buen trato. Un hombre que siempre nos decía que su familia era lo más importante de su vida».
Cuenta en el libro que Escobar la violó cuando tenía 14 años. «Era una niña realmente, no tenía ningún conocimiento de lo que había pasado».
No entendió que fue una agresión sexual hasta ahora, tras un «trabajo terapéutico» con especialistas, que también le explicaron que su marido tenía comportamientos psicópatas.
Y que «el psicópata con el tiempo va como encantando a la persona que tiene a su lado». A ella le pasó. «Te quedas que no te puedes mover de esa situación», reconoce.
Al igual que reconoce que sentía admiración por Pablo. «Sí, mucha», responde antes de explicar que cuando empezó hace dos años a escribir el libro comenzó también una «catarsis muy fuerte», con una gran cantidad de «interrogantes» sobre su vida y por qué permaneció tantos años con él.
Vivió momentos muy dolorosos cuando se enteró de cada amante de su marido: «A ninguna mujer le gusta que le violen su feminidad de esa manera y sentirte tan rechazada», señala.
La muerte de Pablo Escobar no supuso el fin del narcotráfico en Colombia y las estadísticas siguen ofreciendo «números escalofriantes», lamenta.
Es consciente de que mucha gente pensará que con este libro busca lavar su imagen, pero insiste en que no es así, en que lo hace por su hijo Sebastián y por su hija Manuela, que «ha pagado un precio muy alto por haber nacido dentro de este hogar».
Victoria Eugenia Henao se dirige también a las mujeres para decirles que tengan el valor de respetarse, de trabajar su autoestima y autoconfianza, que «no nos dejemos denigrar por los hombres ni que sigamos estando sometidas a los precios que nosotras pagamos».
Hoy puede ver que estuvo sometida. «En su momento, en mi ingenuidad, en mi juventud, en mi inmadurez, no lo pude ver», concluye.