París – El actor francés Vincent Cassel, protagonista de «Gauguin, viaje a Tahití», habla con la seguridad de quien sabe tener su carrera asentada, pero a diferencia de su alter ego en la gran pantalla, asegura que hubiera renunciado al oficio de no haber alcanzado el éxito.
«Hay que llegar a reconocerse en las películas que uno hace y, para eso, en algún momento tienes que acceder a películas que tengas ganas de hacer. Si lo hubiera pasado mal durante mucho tiempo, a partir de cierta edad seguramente habría abandonado», explica el intérprete en una entrevista con EFE.
En este último proyecto, y a las órdenes de Edouard Deluc, se pone en la piel del posimpresionista Paul Gauguin (1848-1903) cuando éste, ahogado económicamente y en busca de un nuevo sentido a su vida y su arte, abandona a su familia y cambia París en 1891 por Tahití, donde su furia creativa tampoco fue apreciada por público y crítica.
«La película refleja totalmente un periodo crucial de su vida. Es el momento en que revoluciona la pintura. Está convencido de que lo está haciendo, pero es el único que lo piensa, y a pesar de todo, de estar perdiéndolo todo, sigue creyéndolo, y eso es una prueba de carácter increíble», sostiene Cassel (París, 1966).
La cinta es una adaptación libre de «Noa Noa», el diario de viaje que el artista escribió en 1893, tras su primer viaje a Tahití, y sigue a un Gauguin obsesivo y enfermizo, que en la Polinesia pintó obras maestras como «Parau Api» y se emparejó con Tehura, entonces una joven de 13 años, a la que le sacaba 30.
«Quiénes somos nosotros para juzgar a nadie -dice al respecto Cassel-. Hay que poner esto en el contexto de la época. Es algo que sucedía, incluso por parte de los nativos de la isla. Es muy difícil juzgar en general, y sobre todo a un artista cuando debes interpretarlo».
Cassel adelgazó, se puso dientes postizos para mostrar el deterioro físico del pintor y en su acercamiento al rol redescubrió de paso la pintura.
«Me permitió apreciarla desde un plano muy amplio. Yo no tuve mucha educación al respecto. Cuando iba a ver una obra lo hacía un poco desde el exterior, y de golpe el haber aprendido el porqué y el cómo de la pintura de Gauguin me hace hoy mirar a otros pintores con mucho más interés», explica.
Padre de dos hijas con la actriz italiana Monica Bellucci, y casado en segundas nupcias el pasado agosto con la modelo Tina Kunakey, Cassel dice que Gauguin «reinventó su vida», pero que «debía de sufrir mucho» por la falta de reconocimiento que tuvo en vida y «la impresión de llegar siempre muy tarde».
«Puede que los artistas tengan una sensibilidad especial. Al parecer, Picasso fue el primero que dijo: ‘No tengo ganas de ser conocido y rico cuando me haya muerto, es ahora’. Y desde entonces, la imagen del pintor maldito está un poco menos de actualidad. Quizá los haya, pero hoy se les llamaría más fácilmente ‘losers’ (perdedores)», sostiene.
El actor de «Black Swan» o «La haine», premiado con un César en 2009 por «Mesrine», apunta que a diferencia de los pintores, que están «solos con su pincel», como intérprete «dependes mucho de los otros» y «si durante toda tu vida haces roles secundarios, no muy buenos o películas que no te gustan, hay un momento en que eso se viene abajo».
«Cuando eres rechazado como actor, al principio, eres rechazado como persona: ‘No nos gusta tu sensibilidad, tu manera de hablar, estás muy gordo, muy delgado…» En algún momento tienes que conseguir decirte ‘voilà’, sea como sea», concluye sobre un proceso de aceptación que él ya ha dominado.