Tegucigalpa (Proceso Digital / D 19 / Ronald Ordóñez) – Juan Elías es un joven que en pocos meses cumplirá su mayoría de edad. Él acude a diario a uno de los semáforos del bulevar Morazán, al nororiente de la capital, donde como muchos niños se gana la vida de las propinas que recibe tras limpiar los parabrisas de los autos que hacen el alto a la espera del cambio de luces que autorice su continuidad.

-En el 90 % de los casos de agresión sexual contra un niño, el agresor es una persona del entorno familiar del menor, según estadísticas del Ministerio Público de Honduras.

Al cumplir su mayoría de edad, este joven no aspira más que a emigrar del país ya que la violencia y la falta de oportunidades no le dejan otra opción, dijo.

Su padre lo abandonó cuando él tenía cuatro años, su madre emigró y uno de sus tres hermanos se encuentra desaparecido en la ruta migratoria.

Pese al desamparo en que ha transcurrido su existencia, este joven catracho logró cursar algunos años de educación básica y aprendió algo de albañilería y de pintura automotriz, oficios que en raras ocasiones pone en práctica ya que a causa de su corta edad muy pocos le confían el trabajo.

Ante este panorama, adelantó que en febrero de 2022 emigrará de Honduras. A la espera de esa fecha, por ahora continúa su labor como limpiaparabrisas, dijo.

Juan Elías confesó a Proceso Digital que teme por su vida cada día al asistir al semáforo del bulevar Morazán, en Tegucigalpa, dónde busca ganarse algunos lempiras limpiando los vidrios de los autos que hacen el alto. Foto Proceso Digital.

El pan de cada día

Juan Elías confió a Proceso Digital que existen días en los que no logra acumular más que 50 lempiras (2 dólares), eso es lo común, aunque en días excepcionales o cómo él expresó “días que a uno le va bien” ha logrado reunir 800 lempiras (33.25 dólares), eso es una excepción.

Este dinero le debe alcanzar para cubrir sus necesidades básicas, fundamentalmente comida y transporte hasta la colonia Ulloa, una de las zonas más calientes y paupérrimas en el occidente de la capital.

Del lugar dónde vive, describió que es “como todos, es problemático”, aunque confesó que no ha tenido amenazas ya que lo conocen desde pequeño.

En la capital hondureña conformada por las gemelas Tegucigalpa y Comayagüela, hay decenas de colonias y barrios en los cuales operan maras y pandillas que ejercen el control. Conocer a los habitantes es un código imprescindible y cualquier extraño que ingrese a sus calles debe pasar por mecanismos establecidos por las bandas que tienen sus “banderas” (informantes), que les dan cuenta hasta del movimiento de las hojas de los árboles en sus territorios.

Juan Elías solicitó a Proceso Digital no mostrar su rostro ya que teme por su vida después que hace unos meses un compañero fue asesinado por desconocidos en ese semáforo dónde ahora limpia los vidrios de los autos. Foto Proceso Digital.

La muerte ronda a diario

Aunque no teme a las pandillas que dominan el territorio de su colonia, manifestó que sí teme por su vida a diario ya que nunca se sabe que clases de personas pueden estacionar su vehículo frente al semáforo, lugar que comparte con vendedores y otros limpiaparabrisas, lo que para los conductores puede ser molesto.

Recordó que hace algunos meses otro joven que también hacía su misma labor fue atacado en ese semáforo.

Relató que un vehículo negro hizo el alto en el semáforo y el conductor le pidió al limpiaparabrisas que se pasara a un costado de la calle, al hacerlo, el joven de 25 años fue atacado violentamente. El desenlace fue fatal, indicó.

Este mismo destino lo podemos tener todos y todos los días, “aquí ronda la muerte a diario”, exclamó.

Un menor transita una de las calles de Honduras mientras ofrece algunas hiervas como medio para subsistir.

El confinamiento muestra el deterioro de la vida de los más pequeños

El confinamiento obligatorio derivado de la pandemia de COVID-19 ha provocado una mayor visualización de la violencia contra la niñez en Honduras, país donde delitos como abandono de menores, estupro, sustracción y tratos degradantes van en aumento.

Así lo revela un informe concedido a Proceso Digital por la Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia (Dinaf) y el Sistema Nacional de Emergencias 911. Mientras la pandemia ocasionada por el coronavirus, permitió una mayor visualización de la pobreza y la violencia contra la niñez y adolescencia.

De 2019 al 13 de octubre de 2021, el sistema de emergencias 911 reportó 37 mil 574 denuncias de delitos contra menores. Desde enero hasta mediados de octubre de este año, el reporte indica que han recibido 11 mil 343.

En el mismo informe se indica que son Cortés, Francisco Morazán y Yoro los departamentos que más denuncias por delitos en contra de la niñez y la adolescencia se registraron desde enero de 2019 hasta octubre de este año. En Cortés se detallan 8 mil 878; en Francisco Morazán 6 mil 464 y en Yoro 3 mil 492 delaciones. 

Mientras Gracias a Dios, Intibucá y el insular Islas de la Bahía, son los que contabilizan menos quejas de estos delitos con 91, 378 y 361 casos respectivamente.

Desde que inició la emergencia sanitaria en Honduras, el 13 de marzo de 2020 y hasta el 13 de octubre, los delitos denunciados en contra de los niñas, niñas y adolescentes suman 19 mil 175 crímenes.

Son las mujeres las que más han presentado denuncias por estos delitos en contra de la niñez. El comportamiento de denunciantes de delitos contra la niñez y adolescencia, reportados al 911, tienen en las mujeres las principales denunciantes con un 57% mientras los hombres que interpusieron denuncias ascienden a 40% y son niños, un 3% de los denunciantes.

Tipología de los crímenes contra los niños

Las agresiones sexuales contra menores, de enero de 2019 a mediados de octubre, registradas por el 911, marcan los crímenes sexuales en la primera línea y se detallan entre otros el estupro con 1 mil 313 casos; hostigamiento sexual con 935; incesto 41; otras agresiones sexuales con 16 mil 847; pornografía infantil 1 mil 888; tentativa de violación 421; trata de personas 138 y violación sexual especial 2 mil 139 casos.

Las denuncias por sustracción de menores reportan 5 mil 833 mientras el maltrato familiar 3 mil 164 y el abandono de menores 2 mil 863.

Foto EFE/Esteban Biba/Archivo

Aulas cerradas, violencia a puerta abierta

Héctor Espinal, portavoz del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en Honduras, señaló que parte de la actual ola de violencia contra la niñez del país obedece al cierre de aulas durante dos años frente a la pandemia.

“Sin lugar a dudas que dos años con las aulas cerradas se han abierto las aulas de la violencia”, reflexionó.

Recordó que son cerca de tres millones de menores que han quedado fuera del sistema educativo y enfrentan la violencia de la falta de educación.

Con base a lo anterior, exhortó al retorno a clases presenciales con todas las medidas de bioseguridad ya que la educación presencial se torna un ambiente protector para la niñez hondureña.

“Honduras debe hacer el mayor esfuerzo para generar oportunidades de estudio, no podemos permitirnos un año más sin que la escuela esté abierta, esta violencia también es producto de tener cerrado los espacios educativos”, zanjó Espinal.

La pandemia educativa representa una catástrofe en Honduras que se agudizó en la pandemia han coincidido con Héctor Espinal los especialistas y académicos nacionales, todos ellos tienen claro que la crisis sanitaria puso a flor de piel la realidad deleznable que enfrentan los menores en el país. (RO)