Tegucigalpa (Proceso Digital / Por Jorge Sierra ) – “Yo le pinto a la cultura, a la nación, a los desposeídos, a las especies en extinción; me gusta pintar el costumbrismo, la vendedora de tortillas, el que ofrece frutas, lo cotidiano…”, dijo el artista Walter López.

– “El pintor debe pintar con ganas y sin ganas, pero debe hacerlo porque una vez estando ahí posiblemente se revierte todo el preámbulo incierto”, pronunció.

– Pidió a sus colegas llenar a Honduras de arte y que el país deje de trascender por cosas negativas ante el mundo.

Es un apasionado del arte y aunque la vida le ha llevado a trabajar en distintos escenarios, pintar es su inspiración y su felicidad.

La vida de este pintor olanchano muestra las realidades cotidianas que un artista soporta para sobrevivir en Honduras.

El artista nació un 17 de febrero de 1973 en San Francisco de la Paz, Olancho, donde pasó los años que moldearon su carácter para recorrer múltiples facetas de su vida.

Procreó cuatro hijos y actualmente está soltero. Ya es abuelo y agradece a Dios por su familia. Reside en la capitalina colonia Las Palmas, donde tiene su pequeño taller.

Egresado de la Escuela Nacional Bellas Artes en 1999, tiene 25 años pintando. Es maestro en diseño y en artes plásticas.

Walter López también es psicólogo, graduado en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) y obtuvo el profesorado en Ciencias Sociales en la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán (UPNFM).

Walter López tiene 25 años pintando.

Para llegar a ser artista desempeñó varios trabajos entre ellos asistente del Congreso Nacional, fue agente de la Policía, maestro y miembro de la Cruz Roja Hondureña.

“Mi pasión es la pintura y las artes”, expresó convencido de hacer lo que le gusta.

Narró que creció con limitaciones, como le ocurre a la mayoría de los hondureños, sin embargo, eso no fue obstáculo para seguir sus sueños.

“Vivíamos frente a un taller de ladrillería, ahí hacía figuras de barro, también pintaba rótulos y me convertí en el pintor del pueblo prácticamente. Además, desde cuarto grado en la escuela pintaba las decoraciones de las aulas y era el que hacía las ilustraciones de las clases de sociales, naturales y lo que había qué hacer las maestras me ponían a mí. Eso hizo que alimentara mi deseo por crecer en cuanto a lo que me gustaba hacer”, externó.

Agregó que en la iglesia a la que asistía fue entregado a la pastoral juvenil y ahí conoció al padre Andrés Tamayo, quien lo motivó para ingresar a la pintura, fue así que lo mandó a sacar un curso a la Escuela Bellas Artes.

Consultado sobre el paradero del padre Andrés Tamayo, respondió que tuvo un periplo por El Salvador, Guatemala, Alemania e Inglaterra, donde ha pasado últimamente.

Se proclamó un apasionado de la sociología. “Me gusta trabajar con niños de la calle. Trabajé en Casa Alianza por muchos años y dediqué mucho tiempo en labores con privados de libertad en la Penitenciaría Marco Aurelio Soto, igualmente he estado con gente desprotegida, madres solteras y grupos vulnerables”, dijo con inspirado acento.

Realismo mágico

El entrevistado se confesó como un apasionado por el acrílico, aunque inició en el óleo. “Sucede que ahora todo el mundo quiere las cosas para ya, entonces me decidí por el acrílico porque es más rápido en el secado”, añadió.

Sin embargo, relató que ha pintado en acrílico, acuarela y óleo.

“Me ubico en el realismo mágico impresionista, me gusta esa línea, aunque siempre me encantó pintar el natural, es decir, el paisaje, el bodegón, el retrato, pero sin abandonar aspectos de la vida cotidiana”, contó mientras señala una de sus obras que representa al mundo que avanza lentamente como una tortuga y que demanda el apoyo de la sociedad.

Reveló tener mucha admiración por los pintores hondureños Rossel Barralaga y Alfredo Martínez Ponce, agregó los nombres de Elías Díaz, David Pineda, Joshua Reina, Orlando Roque, Víctor López, Aníbal Cruz, Obed Valladares y Daniel Vásquez Reyes.

Consultado ¿cuál sería su último cuadro?, contestó: “Pintaría lo que sueño para Honduras, para los sectores desprotegidos de este país, porque siempre he sido de línea protestante y rebelde. Me gustan las cosas justas y criticó el sistema que nos oprime, sin embargo, no soy partidario de que los gobiernos nos den todo, creo que la gente debe ganarse las cosas”.

Carrera prodigiosa

A lo largo de 25 años de carrera ha pintado unos mil 600 cuadros. “Siempre estoy pintando, pintó todos los días de mi vida sea que se venda o no se venda. No puedo estar sin pintar, hacerlo es mi energía, el combustible para seguir adelante. El artista que no hace arte es un desocupado”.

El artista hondureño, proclamó que pinta a diario en busca de su mejor obra. “No me gusta copiar, me atrevo todos los días a hacer cosas nuevas y por supuesto que voy detrás de mi obra cumbre”, detalló.

Lamentó que en Honduras no se paga lo que realmente valen las pinturas. Es una lucha cotidiana por el día a día, pero lo hago porque es lo que escogí, dijo.

Una de sus obras dedicada al Bicentenario de Independencia.

Actualmente es Vicepresidente de la Asociación Hondureña de Artistas Plásticos y junto a muchos de sus colegas impulsan el arte a lo largo y ancho del país. Aunque no existe un censo actualizado, datos existentes dan cuenta de 1 mil 800 artistas entre pintores, escultores, ceramistas, grabadores y acuarelistas.

Reveló que el cuadro que más tiempo le ha llevado es uno que hizo para la Bienal de 2019 para el Instituto Hondureño de Cultura Interamericana (IHCI). Fue una obra de 50 X 70 pulgadas que tenía un alto modelo conceptual.

Artistas en el abandono

Próximamente el pintor catracho representará a Honduras en RELAC de la ONU.

Suele robarle inspiración al inicio del día y desde muy temprano coge la espátula y se sienta frente al caballete para plasmar lo que es intrínseco en él: hermosas pinceladas.

El multifacético entrevistado, señaló que “hay meses que no vendo ni una sola obra y los problemas se me vienen encima… de repente vendo una y ahí vamos saliendo. El artista tiene una vida difícil, pero es lo que nos hace felices”.

Cuestionó que en Honduras no exista una Ley del Artista que ampare a los que se dedican a enaltecer las artes y los ayude para afrontar los desafíos de la vida. “Es triste que, en vez de ayudarnos, más bien se hable de cerrar la única Escuela de Bellas Artes que tenemos, eso es patético y doloroso para nosotros los artistas”, reconvino.

El artista hondureño con el periodista Jorge Sierra de Proceso Digital.

Denunció que en la Escuela Bellas Artes ya se quitó la carrera de Artes Plásticas y Gráficas, ahora lo que hay es un Bachillerato en Gestión Cultural, que solo disminuyen las capacidades de los artistas.

En la parte final de la conversación, el artista Walter López pidió a sus compañeros de gremio para que se unan para hacer frente a la demanda social y que de esa forma puedan interpretar y ofrecer su especial contribución a una sociedad necesitada de expresiones artísticas en sus diversos contextos.

(JS)