Tegucigalpa – Adentrarse en el mundo de la colonia López Arellano, en el municipio de Choloma, en el departamento de Cortés y recoger la experiencia de las mujeres migrantes retornadas y las marcas que en su vida les dejó la ruta migratoria, es una investigación especial que la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Flacso-Honduras, realizó en el norte hondureño.
“La López”, como le llaman sus pobladores es el asentamiento más grande y poblado de Choloma, se ubica al sur de la ciudad, y en él habitan personas procedentes de distintos puntos del país, en especial de los departamentos de Santa Bárbara y Copán, en occidente, y Choluteca, en el sur.
De acuerdo con el estudio, una de las características de Choloma es la fuerza laboral que gira alrededor de la industria de la maquila, donde la mujer ha sido uno de los principales motores. De acuerdo con cifras oficiales, en el 2013, la colonia López Arellano tenía una población de más de siete mil cuatrocientos habitantes, de los que tres mil novecientos noventa y cinco son mujeres y tres mil cuatrocientos cuarenta y uno son hombres.
La López Arellano es una de las zonas en donde, pese a las maquilas, el desempleo es constante y también la inseguridad. De esa inseguridad no escapan las mujeres, víctimas de violencia doméstica y también de los femicidios. Es una zona donde convergen dos controles: los de la autoridad y sus excesos, y los de las maras o pandillas con sus abusos, y en medio de esos “controles”, la población, quien se ve sometida a códigos no escritos, pero que se imponen: los toques de queda no oficiales. Después de las seis de la tarde, no quieren ver a nadie en las calles, menos a los jóvenes, relatan las personas entrevistadas para la investigación de Flacso-Honduras.
Muchas de las mujeres de la López Arellano que emigran y han retornado, lo han hecho impulsadas por el tema económico y la situación social del país. Para el caso, muchas de las mujeres de ese sector viven en pareja, separadas o solteras, casi todas tienen hijos y en estos núcleos generalmente solo una persona es quien trabaja. Aparte de la maquila, algunos trabajan en negocios propios como venta de tortillas, comida, lotería apuntada o no formal, entre otros.
La mayoría de estas mujeres vive en lugares que rentan, pequeños espacios de una pieza sin divisiones internas, donde se observan una o dos camas, una improvisada cocina, y en algunos cuartos, se puede observar una mesa y un sofá, describe la investigación.
Desintegración y abandono
La desintegración familiar es una de las causas que orilla a la emigración, pues al hacerse de otras parejas, los padres se desentienden de sus hijos y dejan la responsabilidad a la mujer, que, en ocasiones, es objeto también de violencia doméstica. Se suma a ello, la violencia en sus comunidades. Así lo describe uno de los relatos del estudio:
“Mi hijo de 2 años y yo estábamos fuera en el corredor de la casa cuando mataron a ese chavo (joven), vimos todo sin querer, fue horrible estar allí, eran gente que conocíamos, y luego empezaron a llamar y enviar mensajes diciéndome que si algo decía nos pasaría lo mismo. No quería salir a ninguna parte. Imagínese mi hijo tan pequeñito ya había presenciado un asesinato, pensaba y pienso aun en que no quiero que mi hijo crezca en este ambiente”, relató una de las entrevistadas de la López Arellano, tras dos intentos frustrados al intentar agarrar la ruta migratoria.
Muchas de las mujeres entrevistadas tenían en común dos intentos de cruzar la frontera entre México y Estados Unidos, pero fueron capturadas por las autoridades mexicanas y deportadas, unas luego de un año, otras en menor tiempo, pero hubo casos de féminas que ya llevaban cinco intentos por cruzar la frontera.
El frío, el cansancio y el miedo son algunas de las características que recuerdan las mujeres migrantes al emprender la ruta migratoria. Una de ellas relató que:
“Mi esposo pagó a un coyote para que me cruzara, pero antes me llamo y me dio algunos consejos, uno de ellos fue que por favor me inyectara…una inyección para planificar, porque podían tener relaciones conmigo y no está bien que llegara yo embarazada. Me molesté mucho porque creí que él pensaba que yo iba a eso. Pero tenía razón. Eso es lo menos que puede pasarte”, asegura una de las entrevistadas por el equipo de Flacso-Honduras.
El acecho de los criminales
Las mujeres migrantes que lograron cruzar la frontera se encargan de enviar remesas a sus hogares y se desempeñan en Estados Unidos en labores asociadas al cuidado de hogares y el trabajo doméstico, donde la paga no es mucha, pero se las ingenian para enviar dinero a sus hogares en la López Arellano.
Las historias de las mujeres de la López Arellano para huir del país se ligan también al asedio con fines sexuales que son objeto por parte de líderes de bandas criminales o de grupos de pandillas, además de la violencia intrafamiliar y la inseguridad en sus comunidades.
“Entre las experiencias que marcaron su viaje no regular hacia Estados Unidos, se registran subir al tren, la violencia en México, la estafa por parte de los coyotes, el frío dentro de las cárceles al ser detenido, el miedo y la frustración de conseguir su objetivo final”, destaca Flacso-Honduras entre algunas de sus conclusiones.
Algunas de las retornadas, pese a la hostilidad que viven en su zona, tienen otra mentalidad y buscan apostar por concluir sus estudios, otras decidieron separarse definitivamente de sus parejas, buscaron un empleo, y otras más no descartan, pese al riesgo, volver a intentar irse del país porque sienten que en su comunidad no hay mayores cambios.
El fenómeno migratorio es uno de los problemas que está marcando al país con fuerza, hasta antes de la pandemia, se estimaba que entre 200 y 250 hondureños se marchaban diariamente del país, ya sea de forma individual o bajo la modalidad de las caravanas de migrantes, mismas que cogieron fuerza en los últimos años y obligaron a Estados Unidos a imponer políticas migratorias más restrictivas que han tenido el acompañamiento de países como México, Honduras, Guatemala y El Salvador, tres países centroamericanos, cuyas condiciones de inseguridad y violencia, propician también la migración no segura de sus ciudadanos.
Como bien señala Flacso- Honduras, su investigación no apunta a “resolver” el dilema migratorio, sino abordar una situación humana que surge a partir de los desplazamientos humanos en la actualidad, la experiencia de ser mujer migrante retornada en Honduras, específicamente en la colonia López Arellano, en Choloma, Cortés. Son las historias de las mujeres de “la López”.