Estambul – Una década en Turquía no ha servido para erradicar los prejuicios de la sociedad turca contra los refugiados sirios. Al contrario: conforme se acercan las elecciones de 2023, la animadversión va en aumento, observan muchos sirios que se consideraban hasta ahora bien acogidos.
«En el transporte público a veces se enfadan conmigo porque hablo árabe, me dicen que hable turco, pero yo no sé turco. Es solo desde hace dos o tres meses, antes nunca tuve problemas», dice a Efe el carpintero Hesham Ghazal, de 61 años, que lleva desde 2014 en Turquía.
Ghazal achaca el aumento del rechazo a los discursos de «los partidos de la oposición», que han convertido la presencia de 3,7 millones de sirios en el país en uno de sus argumentos electorales para atacar al Gobierno del presidente, el islamista conservador Recep Tayyip Erdogan, que a inicios de la guerra civil siria abrió la puerta a los refugiados.
«Afrontamos muchas tensiones por parte de la sociedad turca porque piensan que les quitamos el trabajo, que si no pueden alquilar pisos es porque nosotros se los quitamos», resume otro refugiado, Bassem Maarouf, en conversación con Efe.
Hospital gratuito
Maaruf llegó a Turquía en 2017 desde Idlib, una zona en el noroeste de Siria bajo control de milicias rebeldes islamistas, donde continúan los combates, para «ofrecer una mejor educación y un mejor futuro» a sus hijos.
Su hija mayor, de 11 años, a quien hace dos años los médicos le diagnosticaron un cáncer, está en tratamiento en un hospital público de Estambul, señala Maaruf, que trabaja ocasionalmente en un taller textil.
A diferencia de los refugiados de Irak y Afganistán, otros dos colectivos numerosos en Turquía, los sirios tienen acceso gratuito al sistema turco de salud pública, donde la atención médica es comparable a la de cualquier otro país europeo.
Salima Sadat, una refugiada de Kunduz, en Afganistán, se desespera en su conversación con Efe, con su bebé de ocho meses en brazos.
El niño, nacido en un hospital privado de Estambul, ni siquiera existe oficialmente, explica, porque aún no ha conseguido registrarlo. Sadat se fugó de Afganistán en 2017 y sobrevive en Estambul cosiendo ropa en casa.
«Soy costurera, no puedo trabajar en mi profesión de enfermera, y vendo la pieza de ropa a treinta liras (1.6 euros). ¿Así cómo voy a sobrevivir?», se pregunta.
¿Volver? no, gracias
Sadat ha acudido al centro de atención de la ONG alemana Welthungerhilfe (WHH) en Estambul, que ofrece asistencia legal y económica con fondos de la Unión Europea (UE), pero se queja de que no consigue cita con un consulado para trasladarse a un país europeo.
También entre los sirios prevalece la opinión de que trasladarse a Europa o quedarse en Turquía es más razonable que regresar a Siria.
«Veo mi futuro en Europa o aquí, en todo caso fuera de Siria. No creo que allí nada vaya a mejorar. Si cambia, será dentro de cincuenta o cien años», vaticina Ghazal, quien tuvo que dejar su vida en Alepo, donde poseía una casa, un coche y un taller con ocho empleados.
Durante años pudo trabajar en una carpintería de Estambul donde se sintió muy bien tratado y ganaba lo suficiente para vivir, pero todo cambió para él en enero pasado, cuando sufrió un derrame cerebral que le dejó parcialmente paralizado.
Ahora se recupera acudiendo a sesiones de rehabilitación en un centro de la asociación turca «Rasas», mientras sobrevive gracias a la asignación mensual de 230 liras (unos 13 euros) que la UE canaliza a través del Gobierno turco a 1,5 millones de sirios necesitados, ingresándola en una tarjeta bancaria.
El centro, situado en el barrio de Sultanbeyli, en la parte asiática de Estambul, también ofrece charlas sobre legislación turca, especialmente en el derecho familiar, y clases de artesanía para mujeres, además de contar con un pequeño supermercado donde los refugiados pueden canjear productos por puntos que les asigna la ONG.
Promesa electoral: Sirios fuera
Ghazal sigue con cierta preocupación las polémicas entre el Gobierno y la oposición, enzarzados en una especie de competición para anunciar planes para deshacerse de los sirios.
Erdogan lleva meses anunciado un proyecto para repatriar a un millón de sirios a la franja norte de su país, zona bajo dominio de tropas turcas, donde se están construyendo cientos de miles de viviendas para acogerlos. Sin embargo, el regreso parece avanzar a cuentagotas.
El partido socialdemócrata CHP, el mayor de la oposición y con posibilidades de ganar las elecciones parlamentarias de junio próximo, promete devolver a todos los sirios a su país en menos de dos años.
Ghazal, sin embargo, no cree que habrá una deportación masiva de refugiados porque sería «contraria a las convenciones internacionales».
«Hablan de nosotros porque no tienen un programa electoral para trabajar por el pueblo, salvo echar la culpa a los sirios», concluye el carpintero.