Tegucigalpa – La Iglesia Católica de Honduras reprochó hoy los ruidos, el activismo y las prisas características de este mundo que no permiten encontrar a Dios en el silencio de la oración.
Todo empieza y todo termina en el silencio y la calma de la oración, expresó el arzobispo de Tegucigalpa José Vicente Nácher en la homilía dominical.
Acaso ¿tenemos miedo al silencio, a esa “nada” en la que encontramos “todo”?, reflexionó el religioso.
Quien -como Jesús- no se deja llevar por los criterios de este mundo, nos sorprende tanto que “nos parece un fantasma”, razonó.
En ese orden, lamentó que desgraciadamente, muchos siguen considerando a Jesús como un fantasma, solo humo de superstición, pero no presencia real. Muchos siguen viendo a Jesús como una mera idea volátil o alguien a quién acudir para que me “eche una mano”, pero no como lo que es, una persona concreta y cercana.
Los golpes que recibe nuestra barca no son contra nosotros, sino contra el proyecto de Dios para el mundo, añadió el arzobispo de Tegucigalpa.
“No tengan miedo” de surcar los mares de la historia, nos sigue diciendo hoy Jesús, exclamó.
Un mensaje tan desafiante solo puede ser escuchado en el silencio orante. Porque todo inicia en la oración, todo es llevado a la oración, concluyó.
A continuación Departamento 19 reproduce la lectura del día tomada del santo evangelio según san Mateo:
Mt 14, 22-33
En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí.
Entretanto, la barca iba ya muy lejos de la costa, y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron, y decían: «¡Es un fantasma!» Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: «Tranquilícense y no teman. Soy yo».
Entonces le dijo Pedro: «Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua». Jesús le contestó: «Ven». Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: «¡Sálvame, Señor!» Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?»
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús diciendo: «Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios».