Río de Janeiro– Los países de Suramérica corren el riesgo de enfrentar problemas con movimientos nacionalistas y xenófobos en caso de que no consigan lidiar correctamente con la crisis generada por la diáspora de venezolanos, advirtieron hoy especialistas en un foro en Río de Janeiro.
Los países suramericanos han recibido más del 70 % de los casi 2,5 millones de venezolanos que han huido desde 2015 de la crisis económica, política y social de su país, por lo que es necesario una gestión correcta de esa crisis para evitar que la diáspora venezolana desestabilice la región, según participantes en un foro organizado por la Fundación Konrad Adenauer y la Unión Europea (UE).
«La falta de competencias y habilidades por parte de los países receptores en casos de crisis migratorias acarrea riesgos relativos tanto a la violación de los derechos de la población inmigrante como al surgimiento de nacionalismos y xenofobia», advirtió la colombiana Francesca Ramos Pismataro, directora del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario.
De acuerdo con esta académica que coordina la Red de Estudios Colombo-Venezolanos, los países de América Latina tienen que aprender con la experiencia europea para evitar algunos errores en la gestión de la crisis provocada por los flujos de emigrantes que Europa recibió desde Siria y de los países del norte de África.
«Pese a ser una región con capacidad de recepción (de inmigrantes), no supo gestionar colectivamente la crisis y países como Italia y Grecia, principales receptores, no tenían la capacidad necesaria», advirtió Ramos en la ponencia que presentó en el foro.
«Los costos fueron altos. En Italia, uno de los países fundadores de la UE, los partidos nacionalistas llegaron al poder, entre ellos uno xenófobo», aseguró la especialista.
Según la académica colombiana, América Latina necesita tener en cuenta esos riesgos y adoptar un modelo de gestión de crisis migratoria exitoso que incluya esfuerzos multilaterales, cooperación regional y desarrollo de políticas públicas nacionales.
En el foro fue recordado que el director del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, David Beasley, advirtió que la diáspora de venezolanos puede «desestabilizar la región» tras una reciente visita a la frontera entre Colombia y Venezuela.
Igualmente se advirtió que, pese a las mejorías en general en los últimos años, América Latina sigue siendo una de las regiones más desiguales del mundo, con varios problemas económicos y sociales, y con limitaciones para hacer frente a una amenaza nueva.
Según los especialistas, el flujo de venezolanos que llega actualmente a los países vecinos se caracteriza por ser de escasos recursos y que necesita urgentemente de protección y asistencia.
El ministro brasileño de Defensa, Joaquim Silva e Luna, afirmó que la mayoría de los venezolanos que ingresa al estado de Roraima (norte de Brasil) carece de cualquier recurso, está con hambre y recorre a pie los más de 200 kilómetros entre la frontera y la ciudad de Boa Vista.
Los países sudamericanos que más han recibido venezolanos sufren «una fuerte presión para atender las diferentes demandas de una población con muchas necesidades socioeconómicas, así como para garantizar su integración en la sociedad y evitar la xenofobia y la discriminación», según Ramos.
De acuerdo con cifras citadas en el foro, mientras que el flujo de emigrantes a nivel mundial subió un 132 % entre 2015 y 2017, hasta 1,62 millones, el recibido por países de Sudamérica saltó un 896 % en el mismo período, hasta 885.891 el año pasado.
De los 2.493.323 millones de venezolanos que han abandonado su país en los últimos años, que corresponden al 8 % de la población del país, 1.069.034 se dirigió a Colombia, 353.000 a Perú, 164.886 a Chile, 82.000 a Argentina, 64.000 a Brasil y 62.000 a Ecuador, según los últimos datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Lo más grave es que ese flujo tiende a aumentar. «En los diferentes escenarios estudiados sobre la realidad política venezolana, tanto en el caso de que aumente el autoritarismo o de que el régimen caiga, las condiciones de corto y mediano plazo demuestran que la emigración no cesará», afirma Ramos.
Aún con el regreso de la democracia y la adopción de una política económica liberal, se calcula que Venezuela necesitará de al menos diez años para recuperarse, explicó.
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