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Berlín – El Gobierno alemán estudia ofrecer trabajo en el campo a peticionarios de asilo aún no integrados en el mercado laboral, ante la falta de temporeros extranjeros derivada de cierre de fronteras por el COVID-19 y la necesidad de salvar la cosecha.

«Son muchos los que están ansiando acceder a un trabajo en Alemania. Hay que buscar la fórmula de facilitárselo», afirmó la ministra de Agricultura, Julia Klöckner. Su departamento está «analizando la situación» con el de Interior, que hace dos días emitió la prohibición de entrar en el país a estos trabajadores.

Se estima que el campo alemán precisa contratar a unos 300.000 temporeros para estos meses, según cifras del sector. Debido a la prohibición, ya no podrá contar con trabajadores de Polonia, Rumanía y Bulgaria, con los que solía cubrirse el trabajo de temporada.

«Es muy triste. Muchos de ellos venían año tras año. Había una relación casi familiar con nuestros agricultores», admitió Klöckner, sobre una prohibición que, dijo, «a todos nos duele en el alma».

Algunos centenares lograron llegar «prácticamente en el último autobús», cuando empezaron las restricciones. Otros tuvieron que volverse, pese a que ya tenían organizado viaje y alojamiento.

Desde que entró en vigor el veto de Interior se han multiplicado los esfuerzos para suplir esos puestos con trabajadores de otros sectores, especialmente los que han quedado paralizados por la pandemia. También se han ofrecido estudiantes y jóvenes sin trabajo, mayoritariamente habitantes de las regiones afectadas.

«Pero no serán suficientes para ocupar ese vacío. Y ahora, más que nunca, tenemos que poder contar con productos de cercanía para los estantes de nuestros supermercados», siguió Klöckner.

BÚSQUEDA DE SOLUCIONES EN INTERIOR

Su propósito es abordar con el titular de Interior, Horst Seehofer, fórmulas para que puedan integrarse laboralmente aquellos refugiados que aún no tienen permiso de trabajo y que desean acceder al mercado laboral alemán.

Según cifras recientes, casi un 50 % de los peticionarios de asilo llegados al país desde la crisis migratoria de 2015 -1,6 millones de personas- han encontrado ya empleo. Otro 20 % superó su periodo de capacitación o cursos de integración, pero está esperando aún obtener su permiso de trabajo.

La prohibición de ingreso de temporeros de la Unión Europea (UE) entró en vigor el pasado miércoles. El veto afecta especialmente a los trabajadores de Bulgaria, Rumanía y Polonia, que acuden en estas fechas para la cosecha del espárrago, la col y la fresa.

Las autoridades alemanas reimplantaron controles fronterizos hace dos semanas. Los pasos siguen abiertos para mercancías y ciudadanos que tienen su residencia fija en un país distinto a su puesto de trabajo regular. En esta norma no entran los temporeros.

RESTRICCIONES Y MIEDO AL CONTAGIO

La restricción es «urgentemente necesaria», según Interior, para luchar contra la extensión de la pandemia. El número de contagios en Alemania llegó este jueves a 36.508 y el víctimas mortales a 198, según datos del Robert Koch Institut. La Universidad estadounidense Johns Hopkins, con una actualización más dinámica, sube la cifra de infectados en Alemania a 39.502 y de víctimas mortales a 222.

El miedo al contagio hizo que, de por sí, llegaran ya menos temporeros que en años anteriores. El sector agrícola alemán teme las consecuencias en la cosecha del espárrago, que ese año empezó unas semanas antes de lo habitual, tras un invierno benigno.

En todo el país hay unas 25.000 hectáreas de campo de cultivo dedicadas al espárrago; la cosecha anual de este producto, imprescindible en todo menú alemán en los tres meses de cosecha, se sitúa en las 133.000 toneladas.

La prohibición de Interior llegó justo cuando desde el departamento de Agricultura se había lanzado un plan para contratar a los 300.000 trabajadores que se estima va a precisar el campo.