Hoy en día, la selva darienita, de 580.000 hectáreas de extensión, es un paso de droga, pero sobre todo se utiliza para el tráfico de personas que quieren llegar hasta Estados Unidos o Canadá huyendo de sus países. EFE/Bienvenido Velasco/Archivo

Panamá – El número de menores que cruzaron en 2019 la frontera natural entre Panamá y Colombia, una selva que separa los dos países y es utilizada por el crimen organizado para narcotráfico y migración irregular, aumentó hasta cerca de 4.000, 7 veces más respecto a los 522 del año anterior, según cifras de Unicef.

«El dramático incremento en el número de niños y niñas migrantes desplazándose a través de la selva del Darién destaca la urgente necesidad de acción para protegerles y garantizar su acceso a servicios esenciales como agua, salud e higiene”, dijo la representante de Unicef en Panamá, Kyungsun Kim, a través de un comunicado.

El tapón de Darién, como se conoce a la frontera entre ambos países, es el único punto donde se interrumpe la carretera panamericana y estuvo durante muchos años bajo el dominio de las extintas FARC, siendo también el centro de operaciones del Frente 57, que mantuvo enfrentamientos contra el cuerpo fronterizo panameño.

Hoy en día, la selva darienita, de 580.000 hectáreas de extensión, es un paso de droga, pero sobre todo se utiliza para el tráfico de personas que quieren llegar hasta Estados Unidos o Canadá huyendo de sus países.

Según cifras de la entidad, cerca de 24.000 personas de más de 50 nacionalidades, entre ellas India, Somalia, Camerún, Congo y Bangladesh, cruzaron la selva durante 2019, de los cuales el 16 % son niños y adolescentes. La mitad de esos menores no llegan a los 6 años.

UN COMPROMISO «PÚBLICO Y POLÍTICO»

Unicef estima que el número de niños migrantes que cruzan por Darién aumente, «aunque es impredecible». Por ello, pide «se tomen medidas inmediatas y se llegue a un compromiso público y político».

“Esta situación requiere fortalecer y coordinar los esfuerzos de los actores gubernamentales y humanitarios presentes en el terreno para responder a los flujos impredecibles de la niñez migrante, sus familias y necesidades”, agregó Kim.

La entidad exigió que se estudien las causas que provocan a los niños abandonar sus hogares; asegurar el acceso a la educación y a la salud de todos menores migrantes y acabar con la detención de los mismos estableciendo alternativas para su cuidado.

También pidió la protección de los infantes contra la explotación y la violencia, la erradicación de xenofobia y discriminación, y evitar la separación de los familiares.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia alertó sobre los riesgos que enfrenta los menores migrantes y las familias que hacen este viaje, como es la falta de agua segura, exposición a riesgos naturales, animales, robos, abuso y explotación.

En ese sentido, Unicef declaró que mantendrá su presencia en el terreno «proveyendo servicios en las áreas de agua, saneamiento, salud, nutrición y protección a la niñez durante 2020».

Los migrantes que llegan a Panamá tras cruzar el territorio selvático panameño son recibidos en la Estación de Recepción Migratoria de La Peñita, una de las zonas menos desarrolladas del país, y que a principios de 2019 se vio desbordada con la presencia de cerca de 5.000 personas en tránsito.

Desde allí, las autoridades migratorias los transportan hasta el puesto fronterizo de Los Planes, provincia de Chiriquí, fronteriza con Costa Rica y 490 kilómetros de distancia.

Las autoridades forenses de Panamá estiman que en los últimos cinco años han muerto casi medio centenar de migrantes cruzando el Darién, pero reconocen que la cifra puede ser mayor porque apenas hay denuncias, los cuerpos se abandonan y el terreno es casi inaccesible.