Una mujer sostiene una pancarta que dice "Proteja TPS", durante una manifestación en frente de la Casa Blanca en Washington, DC (Estados Unidos). EFE/Lenin Nolly/Archivo

Washington – En menos de un mes Estados Unidos elegirá presidente y Concepción Morales, un salvadoreño beneficiario del Estatus de Protección Temporal (TPS, en inglés), se jugará su permanencia en este país, pese a no poder votar, al igual que otros receptores de este amparo migratorio que cruzan ahora en autobús de costa oeste a este para pedir una solución permanente.

Después de más de dos décadas en EE.UU., Morales, un carpintero de profesión, siente que el tiempo se le agota: El pasado 16 de septiembre, la Corte de Apelaciones del Noveno Circuito dio luz verde a la Administración del presidente Donald Trump para acabar con el TPS.

Ese programa, creado en 1990 por el Congreso estadounidense, concede permisos para permanecer en el país a ciudadanos procedentes de naciones afectadas por conflictos bélicos, víctimas de violencia o desastres naturales.

La protección, concebida en un principio como un alivio temporal, se ha extendido con el paso de los años, dejando a sus beneficiarios bajo una condición migratoria que les impide solicitar la residencia o la ciudadanía estadounidense.

Seis días después del fallo judicial, el pasado 21 de septiembre, Morales se unió a un grupo de «tepesianos», como se les conoce coloquialmente, y se embarcó en un autobús, bautizado «Libertad», para emprender un recorrido que los traerá el próximo 13 de noviembre a Washington.

El periplo, que han llamado «En el Camino Hacia la Justicia» y similar a una caravana organizada en 2018, incluye 54 ciudades en 32 estados por las que este autobús lleva el mensaje: «Residencia ahora».

CON UN ESTATUS TEMPORAL DURANTE 22 AÑOS

«Nosotros ya adoptamos este país como el nuestro y consideramos que es nuestro país, excepto pues que el documento no lo dice», dijo Morales a Efe, para quien el intento de Trump de acabar con el programa es un «atropello» y la decisión de la corte fue «un atropello más, un golpe bajo».

Era 1998 y con 23 años Morales llegó a Nueva York (EE.UU.) desde El Salvador, que seis años antes había firmado un acuerdo de paz.

Llegó en un vuelo huyendo de las «secuelas» de una guerra interna que enfrentó entre 1980 y 1992 al Ejército salvadoreño y al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y dejó un saldo de 75.000 muertos y 8.000 desaparecidos.

Fue en 2001 cuando los salvadoreños recibieron el TPS después de haber sufrido dos terremotos que impactaron duramente a la nación más pequeña de Centroamérica, con una extensión de poco más de 21.000 kilómetros cuadrados.

«Salí a buscar prosperidad como muchos otros hermanos», recordó este padre de tres chicos, nacidos en EE.UU.. y cuya esposa también está acogida a ese beneficio.

Para ellos, han sido 22 años de una condición temporal, que, en opinión de Morales, demuestra que «el mundo está al revés».

«A veces a mí los compañeros de trabajo norteamericanos me han preguntado por qué yo sigo en esa condición de temporal indocumentado, porque ha salido a la luz que no he podido trabajar en ciertos lugares que requieren solamente residentes o ciudadanos y dicen: ‘tanto tiempo aquí y tú no has podido arreglar’. Y les digo que para yo poder arreglar primero yo tenía que, pues imagínate, divorciarme y casarme con alguien americano», comentó.

LIBERTAD, UN AUTOBÚS EN OTRA CAMPAÑA

El recorrido del autobús Libertad está apoyado por la Alianza Nacional TPS, conformada por el Centro de Recursos Centroamericanos (CARECEN) y la National Day Laborer Organiziting Network (NDLON), y reúne a ciudadanos originarios de El Salvador y Honduras.

«Llevamos tres mensajes con nosotros-aseguró Morales-. El primero es que queremos residencia permanente ahora».

«El segundo mensaje es concienciar a la gente de que el coronavirus es real, que hay que cuidarse. Es nuestra gente trabajadora, son nuestros ‘tepesianos’, que están en primera línea trabajando como trabajadores esenciales, la gente que está en riesgo y es la gente que se está muriendo, porque nosotros no podemos darnos el lujo de quedarnos en casa», lamentó.

Y el tercero, agregó este inmigrante, es «votar, votar y votar».

«Creemos que no hay otra opción más que ir a votar y elegir a las personas que mejor representan los intereses de la clase trabajadora y los inmigrantes en este país. Nosotros los ‘tepesianos’, pues prácticamente en estos momentos estamos en las manos de los ciudadanos de EE.UU.», afirmó.