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Berlín – Berlín conmemoró este sábado el treinta aniversario de la caída del muro que la dividió durante 28 años con un acto festivo ante la Puerta de Brandeburgo, símbolo de la fractura que la capital alemana superó y que, tras una vertiginosa sucesión de eventos, condujo a la reunificación del país.

Decenas de miles de personas se congregaron en una tarde gris y húmeda ante el monumento que durante décadas le fue impedido cruzar a los habitantes del este y oeste de la ciudad y que ahora preside el centro de la capital.

El presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, proclamó que hoy era el día para recordar «la noche de las noches, después de la cual nada volvió a ser como antes», y agradeció especialmente a los ciudadanos «valientes» germano-orientales, que «escribieron la historia».

Hace tres décadas una confusa declaración ante la prensa del entonces portavoz del Gobierno germano-oriental, Günther Schabowski, precipitó los acontecimientos: la gente entendió que se permitía pasar al oeste; fue el comienzo de la caída del muro.

Steinmeier agradeció hoy el papel de Estados Unidos y especialmente al presidente Ronald Reagan, que en este mismo lugar pidió «derribar este muro» en plena Guerra Fría, pero aprovechó para desear que en el futuro sea posible cooperar con esa «América como socio dentro del respeto mutuo».

Sin citar a nadie, el presidente alemán formuló su confianza en que Estados Unidos siga siendo «socio en la democracia y la libertad, contra el egoísmo nacional».

En lenguaje diplomático el presidente alemán resumía en un párrafo la impresión que de forma más reveladora manifestó la canciller Angela Merkel cuando, en julio de 2018, admitió que Europa ya no podía confiar en la «súperpotencia» de los Estados Unidos presididos por Donald Trump.

El discurso de Steinmeier contenía además un mensaje de rechazo del racismo y del antisemitismo, justo en el mismo día en el que se conmemora el violento ataque del régimen nazi contra la población judía de Alemania que condujo finalmente al Holocausto y la posterior derrota del régimen de Adolf Hitler.

El presidente alemán vinculó aquellos acontecimientos de odio con los más recientes vividos en Halle, una ciudad no lejos de Berlín y en el antiguo territorio del este del país, cuando un ultraderechista intentó hace pocas semanas cometer una masacre contra una sinagoga.

«Pero a través de nuestro país surgen nuevos muros: muros de la frustración, de la rabia y del odio (…) muros que son invisibles y que, sin embargo, dividen», admitió Steinmeier.

Y es que a la caída del Muro de Berlín y la reunificación del país le han seguido procesos imperfectos de integración que se ponen de manifiesto en el desigual desarrollo del próspero oeste del país y de un este cuyos indicadores económicos y sociales muestran obvios retrasos.

Que además se traducen en el ascenso de la ultraderecha de la Alternativa para Alemania (AfD), el partido que cosecha cada vez más votantes en el antiguo territorio de los «länder» de la desaparecida República Democrática Alemana (RDA).

«Los nuevos muros en nuestro país los hemos construido nosotros mismos. Y solo nosotros mismos podemos derribarlos», propuso Steinmeier.

Antes que el presidente alemán había sido Merkel la que, en un acto previo junto a una sección del antiguo muro que perfila el contorno del memorial erigido para explicar su significado, proclamó que «ningún muro es tan alto o tan ancho que no se pueda atravesar» y recordó a los muertos por la dictadura del régimen que lo levantó.

«Demasiada gente fue víctima de la dictadura del SED» (siglas en alemán del Partido Socialista Unificado de Alemania, el gobernante en la extinta República Democrática Alemana), declaró Merkel.

«No les olvidaremos. Recuerdo a las personas que fueron asesinadas junto a este muro porque buscaban la libertad. Recuerdo a las 75.000 personas que fueron llevadas a prisión por fugarse de la república», manifestó la canciller.

Merkel subrayó que «el 9 de noviembre es un día fatídico de la historia alemana. Hoy también recordamos a las víctimas de los pogromos de noviembre de 1938», en alusión a los ataques del III Reich contra los judíos alemanes.

«El 9 de noviembre, en el que se reflejan de manera especial momentos tanto trágicos como de felices, nos recuerda que tenemos que rechazar de manera decidida el odio, el racismo y el antisemitismo», insistió.

«El muro de Berlín es historia y nos enseña que, ningún muro es tan alto o tan ancho que no se pueda atravesar», sentenció la canciller.