Tegucigalpa – Durante la homilía dominical, el cardenal Óscar Andrés Rodríguez, lamentó la ola de violencia en Honduras y rechazó todas las formas de aborto.
El arzobispo de Tegucigalpa reprochó las sociedades que se rasgan las vestiduras contra la pena de muertes, pero quieren sentenciar a muerte a los que no han nacido a través del aborto.
“No a ningún atentado contra la vida, ni tampoco a todos los medios o medicamentos que son abortivos”, exclamó el también coordinador del Consejo de Cardenales del Vaticano.
El jerarca de la Iglesia Católica en Honduras exhortó a los legisladores hondureños a no caer en la trampa de la tiranía de algunas minorías y su apoyo al aborto.
Recordó que la Iglesia vive el tiempo de cuaresma y es un espacio propicio para la reflexión y enmendar nuestro actuar.
“Uno de nuestros problemas es que nos hemos hecho incapaces de escuchar la voz que resuena en nuestro interior, necesitamos más que nunca escuchar a Jesús”, externó.
Sobre la ola de violencia dijo que todo aquel que le arrebata la vida a alguien lo hace contra los hijos amados de Dios.
“Todo aquel que está en este momento empuñando armas y destruyendo y matando, está matando a los hijos amados y escogidos de Dios”, arguyó.
Acto seguido invitó a no seguir como espectadores inertes del sufrimiento de muchas personas.
En ese sentido, incitó a incrementar la oración que es la fuerza del cristiano para que se derrumben las murallas del odio.
A continuación Departamento 19 reproduce la lectura del día tomada del santo evangelio según san Lucas (9,28b-36):
En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.»
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.