San Salvador – A pocos días para la canonización del beato salvadoreño Óscar Arnulfo Romero, las hermanas del Hospital de la Divina Providencia, el que fuera hogar del mártir, esperan con «mucha» alegría y con «tremendo susto», según dijo en una entrevista con Efe la religiosa Bernardita.
La hermana Bernardita Castro, una mujer de 90 años que vive en el complejo donde se ubica la iglesia en que fue asesinado el purpurado, tiene mucho que contar de monseñor Romero y, aunque no lo conoció en persona, su admiración, respeto y cariño hacia el beato, considerado «voz de los sin voz», es «tan grande e inexplicable», tal como lo señaló la religiosa.
«Esperamos ese momento con mucha alegría y con tremendo susto porque no sabemos cómo van a salir las cosas», comentó Bernardita, una hondureña afincada en El Salvador, que siente una gran admiración por el pueblo que vio nacer al mártir asesinado el 24 de marzo de 1980 y quien después de 38 años de su muerte será elevado a los altares.
La religiosa repite, casi lamentando, que no conoció personalmente a Romero, pero de inmediato se resigna al recordar que por más de 10 años fue una de las hermanas que guiaba a los feligreses y turistas que visitaban la «casita» de monseñor, convertida en un museo y ubicada en el Hospital de la Divina Providencia.
«Tuve la suerte de que la madre directora (de ese momento y de quien no recordó el nombre) me pidió que le ayudara en la casita donde pasé más de 10 años conociendo a monseñor Romero y me di cuenta que lo que me platicaron las otras hermanas (que sí lo conocieron) era verdad», comentó.
La hermana dijo que leyó cada uno de los escritos que dejó monseñor en su «casita», acción que la llevó a interesarse más por el que también fue arzobispo de San Salvador y quien durante sus homilías denunciaba las graves violaciones a los derechos humanos que sufrían los pobres y vulnerables
«Todo lo que iba descubriendo de monseñor lo iba guardando en mi corazón (…) leí de su vida y sus escritos y me interesé mucho por acercarme a él, logré conocerlo bastante a pesar que no lo vi en persona», manifestó.
Bernardita confesó que se siente «muy cercana» a monseñor Romero y «hoy, que ya casi es santo, le pido ayuda para atender a los enfermos de este hospital y guiar a las personas que me piden consejo».
La hermana considera que gracias a su trabajo en la «casita» de monseñor, Romero alcanzó una «gran popularidad» con las personas, «muchas de ellas me saludaban con gran cariño y yo no me acordaba de sus nombres», recordó.
«Fue un trabajo muy agradable, aprendí mucho de monseñor», reiteró.
Bernardita aseguró que Romero fue «una persona muy cercana a su pueblo, fraterno, humilde y un ejemplo» y confesó que de él «tomó su amabilidad y sencillez».
«Esta gente (empleados, enfermeras y hermanas del hospitalito) aman mucho a monseñor y más ahora que es un santo para el mundo, porque el mundo entero conoce su historia así como yo la conocí, a través de la lectura», manifestó.
La religiosa dijo que muchos salvadoreños que ha conocido le recuerdan a Romero, porque son «muy serviciales, humildes, entusiastas, trabajadores y alegres».
«Romero fue un hombre trabajador, humilde y cariñoso, no lo conocí, insiste, pero sé que él amó a este pueblo tanto como ahora lo están amando a él», afirmó.
Bernardita duda poder aguantar hasta las 02:00 hora local (08:00 GMT) del domingo para presenciar el acto de canonización de monseñor Romero, el cual será presidido por el papa Francisco y será trasmitido en televisión abierta, pero aseguró que hará el intento.
«¿Creé usted que yo voy aguantar? Soy bien dormilona me acuesto tempranísimo, pero vamos a hacer el intento porque es la única vez en la vida que va a pasar ese acontecimiento, tenemos que sacrificarnos», concluyó.
Monseñor Romero será elevado a los altares el próximo domingo 14 junto a Pablo VI durante un acto que tendrá lugar en el Vaticano y el que será presenciado por miles de personas, entre estas salvadoreños que han viajado hasta ese lugar.
El «San Romero de América» será canonizado a más de tres años de su beatificación, realizada en San Salvador en mayo de 2015 durante una multitudinaria misa. EFE