La encargada de relaciones con los medios del Acuario del Pacifico de Long Beach, Jennifer Magaña muestra una medusa en el tubo translúcido a Miguel Ochoa, paciente en tratamiento contra el cáncer, el martes 16 de abril 2013, en el Hospital de Niños Miller en Long Beach, California. EFE/Iván Mejía/Archivo

Denver (CO) – Entre las peores noticias que los padres pueden recibir figura el diagnóstico de cáncer cerebral de sus hijos. Pero para los padres hispanos y afroamericanos, esa noticia es aun peor porque los niños con cáncer de esos grupos tienen una menor expectativa de vida que los blancos, debido a disparidades en el tratamiento, revela un nuevo estudio.

El informe, difundido este jueves por el Centro contra el Cáncer de la Universidad de Colorado, confirma lo que ya se anticipaba: la disparidad racial que afecta negativamente a los adultos hispanos y afroamericanos con cáncer también afecta a los menores de edad de esas comunidades.

Eso significa que esos niños vivirán vidas más cortas que los blancos, ya que mientras más de la mitad (52 %) de los menores blancos con cáncer cerebral sobreviven por lo menos cinco años después del tratamiento, entre los no blancos el porcentaje se reduce al 45 %, indica el estudio a cargo del doctor Adam Green, de mencionado centro.

Pero el principal aporte de la nueva investigación (basada en casi 1.900 casos en el Hospital de Niños de Colorado) es el haber determinado que la disparidad racial se inicia en el momento del diagnóstico y persiste sin importar cuán temprano o acertado haya sido.

«Nos sorprendimos. En general, esperábamos que las disparidades se basasen en varios factores e incluyesen componentes antes y después del diagnóstico», comentó Green en un comunicado anunciando los resultados de sus investigaciones.

«Pero nuestros hallazgos sugieren que estos pacientes (los niños hispanos y afroamericanos) pueden acceder a diagnósticos apropiados y a partir de allí, en los tratamientos y los seguimientos, radican las disparidades», agregó.

Eso significa que, aunque no se detectan diferencias étnicas o raciales en cuando a los diagnósticos de cáncer cerebral pediátrico, «a los pacientes hispanos y afroamericanos les va peor que a los pacientes blancos no hispanos».

A la vez, eso sugiere que la disparidad racial no está en el diagnóstico en sí, sino que la «divergencia» surge en ese proceso, que luego lleva por «caminos separados» de tratamiento a los niños.

En definitiva, los niños hispanos y afroamericanos corren un mayor riesgo de morir de cáncer cerebral que los niños blancos, aunque unos y otros hayan sido diagnosticados apropiadamente y aunque ese diagnóstico se haya realizado en etapas similares del desarrollo de la enfermedad.

Green puntualizó que su estudio no logró encontrar «la fuente» de esa disparidad, aunque confía en que futuras investigaciones darán una respuesta. Esas investigaciones deberán enfocarse, dijo, no solo en factores estrictamente médicos, sino que tendrán que incluir otros elementos como finanzas, transporte, alojamiento y tiempo disponible.

Esas respuestas ayudarán, dijo, a «planificar tratamientos efectivos» que respondan también a los «factores de la vida» que podrían restarles efectividad a esos tratamientos.

«Nos compete a nosotros asegurarnos de que estas familias tengan acceso a los recursos que necesitan para estar seguros de que sus hijos puedan recibir cuidados de la más alta calidad», concluyó Green.