Tegucigalpa (Proceso Digital / D 19 /Por Ronald Ordóñez) – José Luis Canales tiene poco más de 36 años y hace más de dos tuvo que dejar su casa y su natal Talanga, en la zona central de Honduras, para huir junto a su familia intempestivamente.
-No son pocas las ocasiones en las que los hondureños se ven forzados a dejar precipitadamente sus hogares para salvar sus vidas mientras la violencia, el desempleo y la corrupción siguen minando sus vidas.
La decisión de emigrar suele ser una idea que por meses ronda en la mente de quienes buscan mejores condiciones de vida, pero hacerlo intempestivamente es una triste historia que cada vez se repite más en Honduras.
De este país centroamericano cada día cientos de personas dejan sus lugares de origen marcados por la necesidad de cubrir lo más elemental, según Flacso, son más de 200 los hondureños que dejan su patria a diario.
Ellos salen para subsistir y enviar el pan a sus hijos, también lo hacen por la falta de oportunidades, pero hay casos como el de este joven hombre, en que las personas prácticamente huyen ante situaciones inesperadas y que ponen en riesgo sus vidas y las de sus familias.
Esa es la historia de José Luis Canales, originario de Talanga, Francisco Morazán, quien hace dos años y medio de la noche a la mañana se vio en la necesidad de emigrar junto a su familia. No quiso comentar los detalles de aquel escabroso episodio que todavía le provoca escalofrío al traerlo a su memoria.
Él calificó de triste la decisión tomada de la noche a la mañana y aunque antes había pensado en buscar oportunidades en los Estados Unidos, la ocasión le colocó junto a su mujer y sus pequeños hijos en el momento de tomar el camino sin ver atrás.
“Viajar con toda la familia se siente triste, la verdad yo no quería, pero tuve que hacerlo al final”, relató el migrante quien en los últimos meses dijo haber visto la muerte de cerca tras haber resultado positivo a la COVID-19.
Ver la muerte de cerca
Para este hondureño los retos y los riesgos se multiplicaron al viajar con su esposa y dos hijos de tres meses y tres años en aquel entonces, pero fue en dos ocasiones -dijo- en las que miró de cerca la muerte.
La primera sucedió cuando en México fue asaltado a punta de pistola, en la llamada ruta de los migrantes.
Otra ocasión fue recientemente cuando se contagió de la COVID-19 sin contar con ninguna dosis de vacuna anticovid.
Llegó a estar grave y pensó que moriría, pero la vida le dio otra oportunidad, misma que piensa aprovechar para trabajar y mejorar sus condiciones y tras lograr una estabilidad económica regresar a Honduras.
Dura travesía
“El camino es duro, ahí se encuentra gente de todo tipo y algunos vamos de buena fe y otros de mala fe, mi misión siempre fue proteger a mis hijos”, comentó.
Confesó que pagó a un “coyote” o traficante de personas para que le ayudará a llegar a la frontera sur de EE.UU., el objetivo se cumplió, pero el miedo a todos los peligros de la travesía nunca se superó.
Definió que fue algo traumático para él y su familia, pero hoy solo piensan en un mejor futuro.
Si la travesía fue un duro camino lo ha sido más fuerte la estancia en suelo estadounidense ya que el llamado sueño americano es en la actualidad una pesadilla a causa del racismo y la falta de empleo para latinos, dijo.
¿Regresar a Honduras?
Para este hondureño su anhelo es regresar a Honduras, para esto antes espera que las condiciones del país mejoren algo de lo que perdió la esperanza a causa de las multicrisis que afronta el país, agravadas por los efectos de la pandemia, el desempleo, el crimen organizado la violencia y la corrupción.
No obstante, enfatizó que quiere regresar al país y le gustaría hacerlo a corto plazo, el plan es crecer económicamente para invertir en un negocio, una idea que guardó el día que decidió emigrar de forma intempestiva.
“Me encantaría que mi país vaya para adelante, pero lo dudo, porque siempre es la misma política, es lo mismo de siempre, ellos solo quieren aprovecharse del pobre”, lamentó, refiriéndose a la clase política.
Principales barreras
El idioma y el racismo son sus principales barreras como migrante en EE.UU. país que acumula más de 11 millones de indocumentados.
“Aquí el inmigrante enfrenta todos los obstáculos habidos y por haber, pero uno tiene que salir adelante sea como sea”, sostuvo.
Otra barrera es la falta de empleo, razón por la que viaja incluso entre estados para poder ser contratado de lo que sea, pero principalmente en el rubro de la construcción.
Actualmente vive con su familia en Luisiana, pero la falta de empleo le obliga a trasladarse a donde se le presente una oportunidad.
Al acercarse la Navidad, también lo hace la nostalgia ya que esta es la época más extraña de Honduras, dijo al recordar los festejos familiares y religiosos propios de su tierra a la que añora volver, pero sabe que por ahora no le será posible.