Fotografía cedida por la soñadora Carolina Hernández donde aparece junto a otros soñadores durante una manifestación de desobediencia civil cundo se bloqueó la Acción Diferida (DACA). EFE/Carolina hernández

Phoenix (AZ) – El tiempo apremia, los días pasan y la Corte Suprema puede pronunciarse en cualquier momento sobre la Acción Diferida (DACA) y cerrar este amparo migratorio para siempre, por lo cientos de jóvenes se afanan por renovar a tiempo, pero la crisis económica generada por el coronavirus se lo ha puesto casi imposible.

Muchos «soñadores», como se conoce a los jóvenes que entraron hace años irregularmente al país con sus padres cuando eran unos niños, están resignados a un «cuento sin final feliz» acerca del fallo sobre el alivio migratorio renovable que concede dos años de permiso de trabajo y residencia en los EE.UU, desde que fue creado en 2012 por decreto del entonces presidente, Barack Obama.

Carolina Hernández forma parte de los 650.000 jóvenes inmigrantes que están amparados por este alivio y que actualmente enfrentan una férrea lucha para poder pagar la renovación de su permiso antes que se dé a conocer si DACA se mantien o desaparece, como muchos se temen teniendo en cuenta la mayoría conservadora en el Alto Tribunal.

«A nadie le gusta pedir dinero, es algo que nunca quisiéramos hacer, pero la verdad nos vimos muy afectados por el coronavirus. Mi esposo perdió su empleo y tengo dos hijos, de 3 y 2 años, así que tuve que ponerme a crear ventas por internet», dijo a Efe Hernández, quien nació en Zacatecas (México).

La joven de 25 años se acercó a organizaciones proinmigrantes para ver si contaban con apoyos económicos para soñadores, pero sin suerte.

MUCHOS GASTOS

En situación similar se vio Yareli Alicia Piña, de 18 años y a quien se le vence su permiso en febrero de 2021, pero al desconocer una resolución de la Corte decidió renovar ahora para contar con dos años más de estadía legal en Estados Unidos.

La joven tuvo que pedir ayuda a la Coalición del DREAM Act para poder completar el dinero necesario para la renovación, ya que tiene que pagar además el coste de sus estudios superiores.

Su madre, Anita Enciso, relató a Efe el esfuerzo que tienen que hacer los padres por apoyar a sus hijos inmigrantes, ya que están obligados a pagar tres veces más por las clases que un estudiante regular.

«La verdad es que está bien difícil, muchos se dan por vencidos y no siguen estudiando. Mi hija continua en las clases de Ciencias Matemáticas y nosotros la ayudamos. Ya juntó para su permiso gracias al apoyo de todos», dijo.

Hernández, en cambio, al ver que se habían agotado los fondos de este tipo de organizaciones debido a la crisis del COVID-19 ideó un negocio de ventas por internet.

«Empecé a vender moños para niñas por medio de las redes sociales, luego promocioné invitaciones y playeras personalizadas, y no solo recaude para mi DACA, sino saque para los ‘biles’ (facturas) y la renta», explicó a Efe.

La joven que llegó a Estados Unidos a los 4 años se siente más tranquila al haber enviado su renovación porque no espera un fallo favorable.

EL ALTO DESEMPLEO, UN NUEVO PROBLEMA

Reyna Montoya, directora de la Organización Aliento en Arizona indicó a Efe que los «dreamers» viven «momentos difíciles», ya que mínimo tienen que pagar 500 dólares por la renovación de sus permisos en un momento de desempleo y muchas carencias.

«Son muchos los que perdieron sus empleos, y si no renuevan su permiso a tiempo pueden estar en riesgo de deportación», recordó.

En 2017, el presidente, Donald Trump, anunció la cancelación de DACA, una decisión que dio pie a una prolongada disputa judicial que ha llegado al Tribunal Supremo de Justicia y cuyo fallo se espera para antes de fines de junio, y que mantiene en vilo a cientos de miles de inmigrantes amparados por el programa.

Paulina Fierro, de 22 años, tuvo que pasar los meses más críticos de la cuarentena lavando pisos por la mañana y trabajando por las tardes en una zapatería para juntar los 500 dólares para su renovación de la Acción Diferida.

Su madre, Lucia Fierro, dijo a Efe que vio cómo su hija vivió los días más pesados de la pandemia trabajando para poder ahorrar y así pagar su permiso migratorio.

«Toda la cuarentena anduvo batallando, ella estaba muy preocupada por su permiso, ya que tiene miedo que la deporten. La vida aquí no ha sido fácil, yo limpio casas para ayudarla, pero hemos salido adelante y pese a que la economía está muy dura, no hay imposibles», aseguró la madre inmigrante oriunda de Puebla (México).