Un análisis de Alberto García Marrder, especial para Proceso Digital
La pregunta pertinente en este asunto no es si China va a recuperar por la fuerza la que considera su provincia, sino cuando dará el zarpazo naval y aéreo.
Y otra, igual de inquietante: Estados Unidos, inmerso en un proceso de aislacionismo y unilateralidad, ¿estaría preparado para una guerra con China para defender a Taiwán?
La semana pasada, una flotilla de 19 aviones chinos, entre bombarderos H-6 y cazas J-16, rodearon la isla de Taiwán sin entrar a su zona marítima de 12 millas.
El gobierno de Taiwán, acostumbrado a estos actos de intimidación, acusó al de Pekín de hostigamiento y de “matonismo”.
La isla de Taiwán está a solo unas 100 millas de la China continental. Pekín se ha prometido en recuperar ese territorio, a pesar que desde hace más de siete décadas es gobernada por las nacionalistas chinos que huyeron tras la guerra civil.
La isla tiene unas buenas defensas antiaéreas, pero poco podría hacer cuando China invada con unos 50 navíos y más de 50,000 soldados. Depende de la ayuda americana. Y eso es lo que está en el aire.
Taiwán, conocido también como República de China o Formosa, tuvo en la segunda mitad del siglo pasado un rápido crecimiento y un importante proceso de industrialización.
Por ello forma parte de los llamados “Cuatro Tigres Asiáticos”, junto a Corea del Sur, Hong Kong y Singapur.
Taiwán, ha evolucionado de una economía agrícola a una de servicios y alta tecnología. Por ejemplo, la moderna portátil (o “laptop”) con la que escribo esta crónica, una ACER, está fabricada en esa isla y no tiene una etiqueta “Made in China”, que sería lo usual.
Políticamente, Taiwán ha evolucionado del autoritarismo del Generalísimo Chiang Kai-shek de unipartido, el Kuomintang, al multipartidismo y creciente democracia.
Que contraste con el totalitarismo represor que impera en China, bajo el liderazgo de Xi Jinping, ya desde 2013, como presidente y Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de China.
Dos expertos, los profesores Hal Brands (Johns Hopkins University) y Michael Beckley (Tufts University) , en un ensayo publicado en “Foreign Policy”, opinan que Pekín se verá tentado a usar la fuerza para resolver la cuestión de Taiwán, “pero en sus términos, a finales de esta década”.
Para eso, según estos dos profesores de política internacional, el momento escogido podría ser antes que Taiwán y Washington puedan terminar de reestructurar sus fuerzas armadas para ofrecer una defensa más fuerte de la isla.
“Cuando el equilibro militar se desvíe temporalmente más hacia el favor de China, a fines de esta década y cuando Washington se vea obligado a retirar barcos y aviones envejecidos del Mar del Sur, Pekín tendrá su mejor oportunidad de apoderarse de Taiwán y propinar a Washington una derrota humillante”, opinan Brands y Beckley.
El presidente chino, Xi Jinping, ha declarado reiteradamente que Pekín no puede esperar eternamente a que “su provincia renegada” vuelva al redil.
El periodista y analista español Juan Antonio Sanz, un veterano de Moscú y del Extremo Oriente, tiene una opinión diferente y me la ha compartido:
“Desde hace muchos años, cuando yo estaba en Corea del Sur en los noventa y en Japón en los 2000, se hablaba de una “inminente” acción china contra Taiwán”.
“Sin embargo esta isla es uno de los puntales de la Cuenca del Pacífico. Cualquier paso en ese sentido quebraría ese estado y hundiría en el caos financiero durante mucho tiempo la región”.
“Ello daría nuevas oportunidades a que el peso económico del mundo se inclinara de nuevo hacia Europa y eso lo sabe China”. Y concluye Sanz: “Tengo dudas que quiera poner un obstáculo tan elevado a su actual y sostenida marcha para controlar buena parte de la economía mundial”.
Los incrédulos, yo uno de ellos, se preguntarán si Taiwán debe o no confiar en Estados Unidos. Lo que ha pasado en los últimos meses y años no inspira mucha confianza.
Estados Unidos se acaba de retirar de Afganistán y cerró los ojos ante el avance ruso en Siria, en Crimea y Ucrania. Y lo mismo con el hachazo chino en Hong Kong.
Quince países en el mundo, cifra que cada año se reduce, reconocen a Taiwán como República de China y no a la China Popular de Pekín. Entre estos, cuatro países latinoamericanos: Guatemala, Honduras, Nicaragua y Paraguay.
El historiador hondureño Mario Argueta me señala que es curioso que la Nicaragua del presidente Daniel Ortega, “supuestamente de izquierda”, no ha roto con Taiwán”.
“Pese a otorgar a un empresario chino el proyecto, hoy paralizado, de construir un canal interoceánico para competir con el de Panamá”, agrega Argueta.