Pekín– Suelen ser trasladadas a China tras firmar un contrato laboral en Hong Kong, ciudad cosmopolita que se ha convertido en punto de paso de muchas empleadas del hogar filipinas, que pierden cualquier tipo de protección al pisar el gigante asiático, donde denuncian estar sometidas a trabajos forzados.
Deciden abandonar su país de origen atraídas por las buenas condiciones laborales que les ofrecen las agencias de contratación, aunque la realidad que se encuentran al llegar a Hong Kong es muy diferente: el 17 % reconoce estar sometida a trabajos forzados y solo un 5,4 % asegura no haber sufrido ningún tipo de explotación, según la organización de derechos humanos Justice Centre.
Una vez llegan a Hong Kong y firman su contrato, algunas de ellas son forzadas a trasladarse a China con un visado de turista que no les permite trabajar de manera regular, una situación que, según alerta la organización (con base en Hong Kong), convierte a la ciudad en «punto de tránsito para la trata de personas».
En China, estas mujeres -se desconoce cuántas porque entran como turistas- se arriesgan a ser deportadas o detenidas, y quedan totalmente desamparadas ante la ley en el caso de que sufran algún abuso laboral.
Hasta ahora, China no permitía a los ciudadanos filipinos trabajar en el país, pero el pasado abril Pekín y Manila firmaron un acuerdo para aceptar la llegada de 300.000 trabajadores filipinos.
Las autoridades chinas, preguntadas por Efe, no quisieron ofrecer detalles sobre el acuerdo, pero algunos expertos aseguraron al diario oficialista Global Times que la nueva norma todavía está siendo revisada y se espera que se ponga en marcha a finales de año.
Sin embargo, según cifras del mismo diario, actualmente unas 100.000 filipinas trabajan como empleadas del hogar en China, lo que sugiere que lo hacen en situación irregular.
Según denuncia Justice Centre, existe un complejo entramado para la trata de estas personas, liderado por agencias que ofrecen sus servicios a través de internet.
En estas web, se ofrecen los servicios de las mujeres filipinas -de las que se detalla su edad, sexo, peso, altura, religión o estado matrimonial- junto a una foto con uniforme -en ocasiones muy similar al tradicional vestido de sirvienta- y se destacan sus habilidades, especialmente su dominio del inglés, algo cada vez más demandado por las familias chinas.
«Estamos convencidos de que igual que en Hong Kong y Taiwán, el Gobierno (chino) va a abrir el mercado», comenta en su web la agencia Jing Feiyong, con base en Pekín.
Otra agencia, Gufeiyong (en Xiamen), destaca algunas de las ventajas que ofrecen las empleadas filipinas: «Respetan y obedecen incondicionalmente al empleador y a todos los miembros de su familia» y «cierran la boca, a excepción de cuando el cliente le pide hablar».
Aunque estas páginas están en funcionamiento y actualizadas, las empresas no respondieron a las llamadas de Efe.
El acuerdo que permitirá la legalización de la llegada de trabajadoras filipinas a China es un paso importante, pero los expertos recuerdan que el caso de Hong Kong demuestra que su regularización no implica el fin de los abusos laborales.
«Legalizar el empleo de los trabajadores migrantes que trabajan en el sector del cuidado doméstico en China puede reducir la vulnerabilidad de las empleadas del hogar», reconoce a Efe Jade Anderson, jefa de investigación de Justice Centre, pero advierte de que habrá que esperar a conocer la regulación específica y el estatus migratorio que se les otorga.
En 2015 un tribunal condenó a seis años de prisión a una hongkonesa por haber torturado a su trabajadora doméstica, un caso que sirvió para sacar a la luz denuncias de agresiones físicas y psicológicas en el sector y criticar las condiciones laborales.
Algunas ONG aseguran que son tratadas como esclavas modernas, ya que la mayoría llega sin saber que sus contratos les obligan a vivir como internas y sin horario, con un solo día de descanso a la semana, un salario mínimo de unos 480 euros y un plazo máximo de dos semanas para permanecer en Hong Kong si pierden su empleo.