Tucson (AZ) – Las 1.954 millas de la frontera que separa a los EE.UU. y México se han cobrado la vida de cerca de 8.000 migrantes en poco más de dos décadas, después de que en el año fiscal 2019 se registrasen 300 nuevos fallecidos, la cifra más alta de la Presidencia de Donald Trump.
Esta frontera, considerada una de las más peligrosas del mundo, es testigo involuntario del paso de miles de migrantes que buscan un futuro mejor en los EE.UU., aunque cientos de ellos mueren en su intento cada año.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) contabiliza las muertes de los indocumentados a lo largo de la frontera desde 1998 y desde entonces oficialmente se han registrado 7.805 fallecimientos.
De ese total, 300 muertes se reportaron durante el año fiscal 2019, que comenzó el 1 de octubre del 2018 y finalizó el 30 de septiembre del 2019, más que los 283 y 298 fallecimientos en los años fiscales 2018 y 2017, respectivamente.
Las principales causas de muertes son por ahogamiento, deshidratación o hipotermia debido a las duras condiciones naturales de los diferentes tipos de terrenos en los estados fronterizos que los migrantes deben de atravesar.
Para Isabel García, directora de la Coalición de los Derechos Humanos de Arizona, las 300 muertes registradas en el 2019 no ha sido «ninguna sorpresa».
«Este es el resultado de una estrategia de muerte implementada por la Administración Trump», dijo a Efe.
La activista indicó que la construcción de nuevos tramos de valla fronteriza y una mayor militarización de la frontera empuja a los migrantes a tomar rutas y medidas cada vez más peligrosas para intentar su objetivo de alcanzar el llamado «sueño americano».
En la frontera de Texas, el río Grande (río Bravo en México) se ha convertido en una verdadera trampa mortal donde docenas de migrantes han muerto ahogados.
El pasado mes de junio la dura imagen de un padre y su hija pequeña ahogados, juntos, en el Río grande dio la vuelta al mundo y se convirtió en el símbolo de la crisis humanitaria que se viven en la frontera entre los Estados Unidos y México.
Óscar Alberto Martínez Ramírez y su hija Valeria, de 23 meses de edad, se ahogaron cuando la familia origina de El Salvador trató de cruzar la frontera cansados de esperar del lado mexicano su turno para solicitar asilo ante las autoridades estadounidenses.
Ese mismo mes el cuerpo de una mujer y tres menores más fueron encontrados en el mismo río que separa a Texas de México.
Aunque la Administración Trump ha resaltado el descenso en el número de arrestos de indocumentados en la frontera, las muertes continúan.
En la actualidad los migrantes están integrados principalmente por familias provenientes de países centroamericanos que buscan asilo en los Estados Unidos, y por eso, después de cruzar la divisoria, se entregan voluntariamente a la Patrulla Fronteriza.
Lejos del comportamiento que era habitual ver una década atrás, cuando los migrantes cruzaban y a toda costa trataban de evitar ser aprendidos por la Patrulla Fronteriza.
«Es preocupante que la gente se esté entregando a la Patrulla Fronteriza y sin embargo tengamos 300 fallecimientos», resaltó García.
Desde el año 2.000 la Coalición de los Derechos Humanos de Arizona lleva a cabo cada año una procesión del Día de Muertos donde recuerdan a los migrantes fallecidos en el desierto de Arizona.
Durante el mes de noviembre hacen cruces de madera las cuales adornan con flores de papel y colocan el nombre de cada uno de los fallecidos.
Desde entonces la coalición ha hecho 3,643 cruces.
En el 2019, una de estas cruces fue en honor de una niña de siete años originaria de la India que murió el pasado mes de junio en el desierto de Arizona.
Al igual que otros migrantes, la menor falleció víctima de las intensas temperaturas del desierto, que en el verano alcanzan fácilmente los 110 grados Fahrenheit (43 grados centígrados).
«Los migrantes continúan pagando un alto precio por intentar cruzar la frontera y sus familias también están siendo castigadas, ya que quizás nunca sepan qué paso con sus seres queridos», dijo García en referencia a los restos humanos que cada año son encontrados en la frontera y que nunca son identificados.
Y los grupos defensores de los derechos de los migrantes temen que las muertes no cesen debido a la entrada en vigor en enero de 2019 del polémico programa de Protección de Protocolo Migrante (MPP), que obliga a los migrantes esperar en México por meses su proceso de asilo.
Muchos solicitantes de asilo como Martínez Ramírez y su hija Valeria se cansan de esperar el largo y difícil proceso legal y se lanzan a cruzar la frontera por lugares peligrosos sin darse cuenta de que están poniendo en serio riesgos sus vidas.